Coral del Castillo: «Grafitis»

La calle es fea, pequeña, estrecha y no muy larga, no pasan coches y los adoquines están tan mal puestos que cuando llueve el agua se mete por sus junturas sin sellar y al pisarlos se balencean y expulsan el agua acumulada que tienen dentro, salpicando botas, zapatos .., al mismo tiempo que de los usuarios de esos calzados salen todos los exabruptos imaginables.

Para compensar la fealdad de la calle pintaron una línea amarilla bordeando cada uno de los lados de la vía, quizás pensaron que disimularía el estropicio de los adoquines aunque las opiniones más sesudas afirmaban que era para impedir que los vehículos aparcaran, objetivo que nunca se cumplió.

Pero no todo es criticable en esta pobre calle, ya que algunos de sus habitantes ,tanto humanos como animales provocan una cierta curiosidad, zozobra o incluso desasosiego lo que le da un peculiar encanto, así lo he comprobado cuando voy a visitar a mi amiga M. Luisa , por si no lo he dicho, es la calle donde vive mi amiga M. Luisa . Empecemos. hay una señora que siempre está en su ventana asomada y fumando, sí y cuando digo siempre es siempre menos el tiempo que dedica a las ineludibles necesidades fisiológicas, su ventana está enfrente del balcón de la casa de mi amiga por lo que esta tiene que tener siempre la cortina echada, ya que la susodicha vecina ,al ser la calle estrecha está metida en el salón de mi amiga como si fuera el suyo propio y cuando voy yo o cualquier otro visitante se puede fumar un paquete entero de cigarrillos. Otro rasgo inquietante de esta mujer es su postura hierática y la inexpresividad de su cara, los únicos movimientos perceptibles que realiza son los de llevarse el cigarrillo a la boca, sacudir la ceniza en un pequeño cenicero que tiene en el alfeizar de la ventana , sacar un nuevo cigarrillo del paquete y encenderlo, no ejecuta un solo movimiento más, ni siquiera mueve la cabeza a un lado u otro para ver lo que ocurre en la calle, su mirada está fija en el balcón de enfrente. M. Luisa y yo hemos hecho muchas suposiciones sobre ella pero a cual más disparatada, hasta nos hemos quedado mirándola sin parpadear pero ella ha permanecido impertérrita.

El segundo elemento discordante de la calle es un perro, este tiene su lugar de observación en el balcón contiguo al de la casa de mi amiga, pero al contrario del quietismo de la vecina de enfrente, el perro es puro movimiento y ruido, no deja de moverse de un lado al otro del balcón y no cesa de ladrar, ladra cuando pasa gente, ladra cuando no pasa gente, ladra cuando le pica una mosca y ladra para no dejar de ladrar. Los vecinos han pensado en denunciarle pero la dueña ladra más que el perro y la policia tendría que hacer un acopio de ladridos propios para poder acallar tantos ladridos. Situación ladrinesca terrible la que vive la calle.

Cuando se unen el habitante humano y el no humano aparece el hombre y el perro, por la calle pasan muchas combinaciones de estos dos elementos a cual más fea pero hay una que justamente se para debajo del balcón de M.Luisa para que el perro defeque, parece que su dueño lo hace en su casa antes de salir, por lo que no se entiende porqué su perro no lo hace con él sino en la sufrida calle, eso sí el dueño va provisto de la consabida bolsita para después recoger los excrementos de su perrazo ( que también hay que querer al animal ,porque imagínense cómo serán…) pero de nuevo hay que lamentar que no lo haga en su casa porque allí solo con tirar de la cisterna asunto concluido y además podría limpiar al simpático chucho con papel higiénico perfumado, ¡pues no! los excrementos en su bolsa a la papelera de la calle, papelera que no está colocada con ese objetivo, quizás una de las causas que no la única de los ladridos del perro del balcón es el olor que le llega desde la papelera que está justo debajo de su atalaya, lo que no está claro es si el ladrido es por empatía o por rechazo del hedor.

Para no hacer interminble esta relación de atractivos elementos callejeros terminaré con otro recurrente, los niños y el balón , clásica e indisoluble unión para tormento de los sufridos paseantes cuyas cabezas pueden convertirse en porterías ,riesgo que valientemente afrontan si se arrisgan a pasar por esta calle cuando se está disputando un mini partido, mini porque no suele tener más de tres jugadores, algún que otro vecino cuyos cristales de las ventanas están en riesgo les indican amablemente donde hay que jugar, leáse salón de sus casas, portal de sus abuelas y otros lugares similares.

Y así podría ir de manera prolija deteniéndome en los sujetos que animan la calle pare deleite de los vecinos, pero mi amiga M. Luisa se mudó y dejé de ir a este lugar.

Al cabo del tiempo tuve que pasar por aquella calleja y no la reconocí , habían derribado casi todos los bloques que estaban enfrente del bloque de mi amiga y que ya eran bastante viejos, había un enorme solar y delante se había levantado un muro para acotarlo mientras se preparaban las obras de los nuevos edificios.

Ante mi asombro, los viejos conocidos seguían allí pero de otra manera.¡ Los habían convertido en grafiti del muro ! Sí, ahora la mujer de la ventana, el perro del balcón , el perro defecador y su dueño, los niños y el balón, habían sido fijados en un basto muro de ladrillo, un sagaz grafitero les había dado una última oportunidad antes de la próxima e inminente demolición del muro. Como así ocurrió no mucho tiempo después, esta vez íbamos paseando M. Luisa y yo a la que le había comentado lo de los grafiti pero no pudo verlos, ya habían derribado el muro y triturado sus ladrillos, solo quedaban escombros que iban echando en el solar y que una vez convenientemente tratados también servirían para cimentar los nuevos y modernos edificios que se habían proyectado. Un digno final para unos fieles usuarios de la calle.

¡Grafiteros del mundo uníos, el mundo os necesita!

27 de marzo de 2024

Coral del Castillo Vivancos

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