El sábado 28 de junio tuve el placer de asistir a un acto muy especial, la declaración del municipio de Murtas como “Pueblo Trovo”. Para mí este evento no solo fue una fiesta para los sentidos, sino que supuso también una profunda inmersión en las tradiciones y el folclore de esta tierra nuestra y del mundo. Hoy, días después, me viene un retrogusto dulce, ácido y sabroso que quiero compartir.
Murtas, con su belleza natural sublime y su historia, se convirtió en el escenario perfecto para esta celebración, que contó con la presencia de destacados amantes y promotores del trovo y de la cultura popular, incluyendo alcaldes, académicos, representantes culturales y autoridades de diferentes organismos. La ceremonia contó, entre otros ponentes, con las intervenciones del Dr. Juan González Blasco, director de la Cátedra Iberoamericana de Trovo y Poesía Oral Improvisada, catedrático de la Universidad de Granada y escritor; el Dr. Alberto del Campo Tejedor, catedrático de Antropología Social de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y escritor, que ofreció una elocuente y sentida conferencia; y la frescura y humor de Ana Sánchez, experta en trovos y música tradicional alpujarreña; finalizando con distinciones por parte de la Universidad de Granada para los troveros y la interpretación de sus trovos con acompañamiento musical.

Después, bajo un sol radiante de felicidad, continuamos con la inauguración de la emblemática Casa Rural del Trovo y el Aguardiente, decorada con gusto exquisito. Cada habitación graba en sus muros una quintilla, poema de cinco versos, que rinde homenaje al insigne trovero que le regala su nombre: Andrés Linares, Candiota, Mejías, Sevilla, Manuel de la Magaña, Sotillo, el Panaero, Juán Morón, Peret, Constantino, Alberto del Campo, Ramón Antequera, Barranco y Barranquito. Esta casa alberga también el Museo del Trovo, guardián de historias y melodías. Ese día, en un rincón de recuerdos y emociones, vivencié una de ellas, y allí no solo quedó mi amor por este pueblo, sus calles y gentes, sino también mis lágrimas, que como las de muchos, brotaron al escuchar el trovo que Constantino Berenguer Puga nos leyó al ceder su guitarra al museo, dejando no solo a su fiel compañera, sino también en el aire un tañido de generosidad, nostalgia y pasión.

Disfrutamos de Murtas, de una rica paella, de la belleza de sus versos, calles y plazas, de conversaciones entrañables y vivas del ayer, del ahora y del mañana. Pero sobre todo nos sumergimos en el arte de trovar, un arte que representa una de las expresiones culturales más auténticas y arraigadas de la Alpujarra.

El trovo alpujarreño es pura poesía improvisada, construida en quintillas de versos generalmente octosílabos. Los troveros compiten entre sí cantando sobre el amor, la vida cotidiana, y conflictos o situaciones de cualquier índole, de forma también improvisada, en un tono ingenioso o humorístico. Las rimas de sus trovos son acompañadas con ritmo de palmas, palos o castañuelas y música de violín, guitarra, bandurria o instrumentos tradicionales. El pueblo se expresa combinando la creatividad, la belleza en la palabra y la agilidad mental.
Desde tiempos antiguos se celebran festivales y eventos culturales donde hay desafíos entre los troveros de todas las edades, y cada vez más mujeres nos sumamos al conocimiento y disfrute de este arte. Es un arte universal, integrativo y respetuoso, donde troveros, troveras y turistas hacen del trovo un arte dinámico y vivo.
Andrés Linares, que lleva el nombre y apellido de su padre, uno de los más célebres troveros de Murtas, me contaba que todas las disputas, ya fueran sobre política, o asuntos por resolver en el pueblo, se trataban a través del trovo, sin perder la amistad ni el profundo respeto por el adversario. De estos duelos poéticos son muestra los siguientes trovos que comparto, que fueron intercambiados entre su padre, Andrés Linares, y Candiota, amigos troveros en vida y compadres hoy en el cielo.
Por conducto personal
Una carta recibí
Para venir a trovar
Y es muy triste para mí
No tener con quien luchar
(Candiota)
Ay, tú estás acelerao
Ya te llevas los honores
Y saldrás escarmentao
En Murtas hay trovadores
Y por eso te han llamao
(Linares)
Esta experiencia vivida en Murtas me ha permitido apreciar la profunda conexión que existe entre los troveros y su cultura, la manera en que preservan sus costumbres, historias y lengua a través de cada verso improvisado. La atmósfera llena de alegría, respeto a sus mayores y a la tradición, refleja el valor que la comunidad le otorga a esta expresión artística.
Desde ese día quedé prendada de la magia del trovo. Como artista, lingüista y docente que trabaja por una pedagogía consciente, no puedo encontrar un arte que aúne mejor estas tres pasiones mías, pues combina la música, la poesía y la presencia en el aquí y ahora. El arte de trovar fomenta habilidades fundamentales para el ser humano como la creatividad, la expresión oral y escrita, y la capacidad de improvisación. Además, promueve el respeto por la tradición y el valor de la memoria cultural, ya que sus versos y estilos se transmiten de generación en generación, enriqueciendo el patrimonio intangible de la comunidad y de la humanidad.
He podido constatar en primera persona que los valores que emergen del arte de trovar son múltiples: el respeto por la palabra, la valoración de la cultura popular, la solidaridad en la interacción social, y el amor por la belleza y la armonía en la expresión. Como educadora, considero que incorporar y valorar esta práctica en los procesos pedagógicos puede contribuir a formar individuos sensibles, críticos y comprometidos con su cultura.

Como broche de un día inolvidable, deseo compartir uno de los cuatro trovos que improvisó para mí, en mitad de nuestra conversación, el ilustre trovero Francisco Mejías López, un octogenario de ojos vivos y pensamiento veloz como el rayo, que dice ser analfabeto, cuya sabiduría me embriagó y me caló hasta los huesos.
Es trovarte sin orgullo
Que la ciencia del saber
Yo canto y no me aturullo
Que yo quisiera aprender
Y siendo un alumno tuyo
En respuesta a su quintilla, comparto también mi primer trovo que, como incipiente aprendiz, brotó de mi corazón agradecido para homenajear a tan gran maestro y a este arte, del que me considero amante.
Analfabeto dice ser
Pero elocuente y singular
Soy yo quien tiene que aprender
usted mucho más que enseñar
y yo alumna de su saber
Ojalá estas palabras y esta pequeña ventana a la sabiduría popular despierten en lectoras y lectores el querer conocer, practicar y mantener vivo el arte del trovo, como parte de nuestra identidad cultural, y que un día sea reconocido como patrimonio inmaterial de la humanidad.
Pilar Posadas de Julián
Catedrática de Pedagogía, Música y Lingüista
Reflexiones sobre ‘Pedagogía y Arte Consciente’
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