Fotograma de la película

Coral del Castillo: «’Una Quinta portuguesa’ (2025), película de Avelina Prat»

El otro día al pasar por un cine vi el anuncio de una película cuyo título “Una Quinta portuguesa” me atrajo inmediatamente, enseguida recordé una novela preciosa de Ramón Gómez de la Serna (1888- 1963) titulada “La quinta de Palmyra” ( 1923) , ambos títulos evocaron en mí las imágenes de las quintas portuguesas que yo conocí en mi adolescencia y cuya memoria entreverada con la acertada descripción de Gómez de la Serna hicieron que esas fincas se convirtieran para mí en lugares casi míticos, suspendidos fuera del tiempo y expandiendo fragancias y colores si los traía a mi presente.

De ahí que el título de la película fuera un imán que hizo que entrase en el cine y que me llevara a una quinta portuguesa. No me defraudó, era mi quinta, un edificio antiguo con porche y galería cubierta a la que se subía por una escalera exterior con baranda de piedra . Una villa camuflada entre jardines, huertos, sembrados, que desplegaban todos ellos una paleta de verdes que parecía no tener fin, se podían oler las flores, las hojas…., hasta la tierra que abonaba y todo el espacio regado por el silencio, un silencio que se sentía y se oía.

La historia tampoco me defraudó, una trama con los personajes justos, con los silencios necesarios, con las palabras imprescindibles y cuyas vidas encajaban sin fisuras en esa quinta que benevolente los acogía.

Tres personajes cuyas vidas se verán abocadas a camuflarse en otras identidades como la casa se camuflaba entre el verdor. Hay un cuarto personaje, el de la empleada de la estancia que pondrá un toque de realidad en la vida de los protagonistas.

Fernando, un profesor de geografía abandonado por su mujer, una emigrante serbia, decide irse un tiempo a Portugal, allí el destino hace que sin pensarlo mucho usurpe la identidad de un hombre al que termina de conocer y que muere repentinamente. Se queda con su nombre, Manuel, y con el trabajo al que se iba a incorporar, jardinero de la “Quinta de los almendros blancos”, llamada así porque en el pasado florecían muchos almendros que ya no estaban.

Cartel promocional de ‘Una quinta portuguesa’

La dueña de la propiedad, Amalia, había nacido en Angola de padres portugueses que murieron siendo ella casi una niña por lo que volvió a Portugal con su abuela, la dueña de la quinta que Amalia había heredado. Amalia estuvo mucho tiempo soslayando dónde había nacido, no se sentía portuguesa ni angoleña. Hasta que empezó a relacionarse con otros portugueses que habían vuelto de la antigua colonia y su mundo se fue acoplando a la nueva etapa que estaba viviendo como dueña de la hacienda.

La nueva vida de Fernando, ahora Manuel, se va también acoplando al ritmo de la finca, trabaja en el jardín, en el huerto, en el campo, y aunque tiene que ir aprendiendo se hace imprescindible en la hacienda y para Amalia que intuye que no es quien dice ser .

Rita, la joven empleada que estaba embarazada cuando llega Manuel es la que con su imparable actividad en la casa y en la cocina supone un contrapunto al rítmo más lento de los otros personajes, a sus silencios, a sus “saudades”, esa mezcla de emociones relacionadas con la pérdida, la distancia y el recuerdo, y que tan bien sintetiza la hermosa palabra portuguesa.

Pasa el tiempo, el niño del que estaba embarazada Rita tiene ya ocho años y la vida en la quinta continúa sin sobresaltos hasta que la partida de cartas que periódicamente tiene lugar en la casa entre Amalia y sus amigos de la antigua colonia portuguesa va a alterar el rítmo cadencioso con el que transcurren los días.

Escena de la partida

Amalia le pide a Manuel que participe en el juego para sustituir a uno de los asiduos, las apuestas consistían en formular cada uno un deseo a otro miembro de la partida que si perdía tenía que cumplirlo.

Amalia apuesta con Manuel que debe desvelar su verdadera identidad y Fernando emplaza a Amalia para que si pierde a lo largo de la noche debe volver a plantar almendros en la propiedad. Empieza la partida y en distintas manos los dos pierden así que Manuel descubre su identidad y cómo llegó a la quinta y Amalia se compromete a plantar almendros, el problema es que necesitan más terreno, Manuel que ya lo ha previsto le propone su participación en la compra de un terreno conlindante para lo que piensa vender su piso que había dejado vacío. Amalia, algo reticente, al final acepta.

Pero no va a ser tan fácil, Manuel descubre que hay un inquilino en su casa, vuelve a la ciudad y descubre que se trata de una mujer, la vigila y confirma también que desempeña el trabajo que su mujer antes de abandonarlo tenía en una cafetería, establece contacto con la intrusa y después de estar un tiempo ocultando sus respectivas identidades, ella de nombre Olga, le cuenta que para salir de Serbia había suplantado la identidad de su mujer a la que había conocido ingresada en un hospital cuando trabajaba de enfermera, la cuidó hasta que murió y como le había contado su estancia en España y le había hablado del piso y del marido abandonado, Olga no dudó y salió de Serbia para empezar una nueva vida en España.

Le devuelve las llaves del piso, sin embargo Manuel decide dejárselo hasta que se establezca mejor pero le pide que recupere su auténtica identidad de la misma forma que él ha recuperado la suya. Olga le pregunta que a dónde piensa ir él y Manuel ,que ha mantenido este nombre a petición de Amalia, le contesta “a mi casa” y vuelve a la quinta.

Fotograma de la película

Tres personajes a los que el destino les ofreció otras vidas en momentos de cambio, rupturas y crisis para que a través de ellas volvieran a ser de nuevo ellos mismos sin necesidad de imposturas. Sus nuevas vidas no serán ni mejores ni peores que las anteriores pero si tendrán lo que habían perdido en las otras: nuevas esperanzas y nuevos anhelos .

Película que transcurre casi como un fado, que en portugués significa “hado, destino” pero cuyo final no se queda en la nostalgia o en la soledad como en este sino que se remonta expectante.

Al salir del cine mis sentimientos hacia las quintas portuguesas no solo se mantenían sino que se acrecentaban con esos personajes que tan hábilmente Avelina Prat, la directora, ha sabido “camuflar” en la quinta de la misma manera que había camuflado sus vidas.

Por otro lado los actores también han sabido encarnarse con gran profesionalidad en sus personajes: Manolo Solo, como Fernando/Manuel; María de Madeiros como Amalia; Branca Katic como Olga y Rita Cabaço como Rita.

Preciosa película que yo recomiendo a todos los que quieran pasar un rato agradable en un lugar donde todavía se oyen cercanos los pájaros, las flores siguen oliendo a flores y la gente no necesita grandes ni altisonantes palabras para comunicarse y sentir, sobre todo sentir, las emociones no se hablan se sienten.

Junio 2025

CINE MADRIGAL. PROGRAMA ORDINARIO. TODOS LOS DIAS

TÍTULO: UNA QUINTA PORTUGUESA

PASES: 18:30 y 20:30

CALIFICACIÓN POR EDADES: APTA PARA TODOS LOS PÚBLICOS

PRECIO BUTACA:

Diario: 4 €

Sábado, Domingo y Festivo: 5 €

Día del espectador: 3 €

Ver tráiler oficial de la película:

Coral del Castillo Vivancos

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