¿Por qué el profesorado de Secundaria se muestra tan reticente a que entre en sus clases?
En este empeño mío por difundir recursos didácticos de la zona relacionados con la movilidad, son muchos los compañeros que se sienten incómodos cuando les solicito entrar en sus clases con el fin de ahondar más en nuestro conocimiento y compromiso.
Esta negación se acentúa a medida que aumenta la edad de los alumnos: es decir, y sobre todo, en Secundaria. Así, mientras en las aulas de Infantil y los primeros cursos de Primaria los compañeros se muestran mayoritariamente abiertos a acompañamientos, colaboraciones y talleres, los “especialistas” suelen negarse en redondo, arguyendo saturación de contenidos, currículum prefijado y distracción por parte del alumnado.
En muchos centros, la entrada de un observador externo al aula (aunque sea un maestro-profesor con más de 40 años de compromiso educativo, como es mi caso) sigue siendo, para muchos docentes, un acto incómodo, cargado de sospechas y tensiones. Aunque la observación entre iguales podría enriquecer la práctica docente, esta iniciativa suele generar resistencia. El fenómeno, desde luego, merece una reflexión profunda, tanto desde la perspectiva profesional como institucional.
Es un hecho que el Cuerpo de Inspectores ha ejercido un daño notable en este sentido. Su actitud fiscalizadora ha echado por tierra lo que debiera haber generado una situación colaborativa. No es la primera ni la décima compañera que ha acabado llorando tras una visita de este tipo. Se da también, sobre todo en el mundo rural y entre los maestros más jóvenes, la perniciosa circunstancia de una permanente movilidad de un centro a otro, desconociendo así los recursos educativos del entorno en el que viven los alumnos y llevando a cabo una enseñanza homogénea, descafeinada y colonizadora.

Reconociendo que la enseñanza se basa en una tarea profundamente personal y artesanal, y también que hay muchos docentes que sienten inseguridad, desconcierto y poca valoración de su trabajo, no es menos cierto que una actitud abierta y dialogante aporta seguridad, confianza y mejora de la propia práctica.
La Pedagogía Andariega – les digo y reitero-, no entra en las aulas a mirar, evaluar o corregir. Antes bien, lo hace en silencio y con total respeto. Lo que proponemos es una invitación a caminar juntos, a partir de las certezas, dudas y maneras comunes. Una invitación a acompañarnos mutuamente, a entender a mejor a los alumnos en su contexto, conocimientos e intereses. En definitiva, a favorecer el Aprendizaje.
A pesar de esa reticencia de que hablaba, seguimos adelante. Nuestra oferta andariega abarca todos los intereses, áreas de estudio y contenidos que podamos imaginar. En nuestras alforjas portamos un bagaje experiencial a partir de nuestro conocimiento de personas, talleres, oficios y técnicas del entorno que facilita el enganche con las inquietudes de alumnos, profesores y familias.
Nuestro compromiso sigue intacto. La invitación para recorrer juntos cañadas, caminos y veredas que conduzcan a una educación personalizada, sensorial y comprometida con la sociedad y la naturaleza que nos rodea está cursada.
¡Vayamos juntos!





