– ¿Hay algún antecedente aventurero en tu familia?
– No de esta manera. Tuve un tío que fue misionero médico en Congo durante unos años, mi familia es muy normal.
«La vida de un profesor de instituto era para mí un exceso de confort y seguridad, todo demasiado previsto, con pocas sorpresas» |
– ¿Qué le empuja a dejar todo y lanzarse a recorrer el mundo?
– Una acumulación de demandas personales: las ganas de tener aventuras reales más allá de unas vacaciones en un país exótico, los sueños de la adolescencia, la curiosidad por este mundo tan diverso en todos sus aspectos… todo junto era un grito demasiado alto que no me dejaba dormir bien. Y sinceramente el otro lado de la balanza pesaba mucho menos. La vida de un profesor de instituto era para mí un exceso de confort y seguridad, todo demasiado previsto, con pocas sorpresas, ducha y cama garantizada cada día, una nevera llena; la vida era tan fácil que no sentía haber hecho nada para merecer una cerveza fresca. Ahora, tras una ruta dura, una semana atravesando una selva o cruzando un altiplano, cuando paro en una ciudad y brindo con una cerveza, el sabor es bien diferente.
– ¿Qué destacaría de los sitios y vivencias experimentadas en Asia?
– Si este mundo es un caleidoscopio de diferencias, Asia es el continente estrella. Para mí, Asia es el cambio constante de ecosistemas, de culturas, razas, religiones, todo con una gradación casi perfecta para la velocidad de una bicicleta. Cuando empiezas a acostumbrarte a los árabes, llegan los turcos; si te cansas de los chapatis indios, llegan los arroces de Indonesia. Si el viaje se hace cómodo en Tailandia, después viene el reto del Tíbet. La diversidad en todos los aspectos es apabullante en este continente. Y desde otro punto de vista, la transición desde el pensamiento lineal de Occidente al pensamiento redondo que caracteriza el budismo, y en general el Asia Oriental, es también muy interesante. Las respuestas culturales de los asiáticos son en la mayoría de las ocasiones radicalmente diferentes a las nuestras y vivirlas a ras de suelo, no en un libro, sino codo con codo, pienso que me ha enriquecido mucho. Respecto a los sitios más destacados, yo mencionaría las mezquitas y madrasas de la Ruta de la Seda, el altiplano del Pamir, el Hindu Kush afgano, los templos hindúes, los volcanes de Indonesia, las selvas de Camboya, Ankor Wat, el durísimo Tíbet, las estepas de Mongolia… la lista sería interminable en este continente.
Lo desconocido
Salva ha recorrido ya 130.585 kilómetros y lleva 98 Lunas de viaje. Ha cruzado el Ecuador en 13 ocasiones y superado 75 pasos por encima de los 4.000 m. Ha tenido que arreglar 254 pinchazos y 78 radios rotos. |
– ¿Qué se pierde el que no viaja o el que lo hace en cómodos medios de transporte y exclusivamente por los lugares turísticos?
– A mí me gusta la diferencia, lo desconocido, por tanto, desde ese punto de vista quien no sale de su ciudad se parece a alguien sentado a las puertas de un bufet libre comiéndose unas aceitunas, pero es solo mi opinión; lo cierto es que hay mucha gente a quien no le gusta dejar atrás lo familiar y me parece muy bien. El hecho de que viajar esté de moda en nuestro tiempo no lo convierte en una asignatura obligatoria, la vida es corta y hay que emplearla en hacer lo que nos gusta, no lo que nos ofertan.
Sí diría que viajar en grupos organizados, cómodamente, es limitar la maravilla del viaje. Lo hermoso de estar en otras culturas no son las visitas guiadas, sino las visitas inesperadas; ahí donde entras en contacto con el corazón del ‘otro’ y grabas a fuego los recuerdos; viajar a ras de suelo, ser invitado a una casa, participar de rituales extraños, costumbres diferentes, formas de pensar inesperadas, esa fraternidad pasajera de unas noches, una semana, te pone en contacto con el ‘otro’, con ese que sale en los documentales, en las noticias, para descubrir que en la esencia es igual a ti; no es un terrorista, sino que tiene una familia a la que quiere; no come ratas, sino que tal vez su comida es más sabrosa que la tuya… estoy convencido de que el ser humano es de lejos lo mejor de este planeta, y tener la experiencia del contacto directo con los autóctonos no está al alcance de quien viaja en un tour.
– ¿Cómo prepara los recorridos?
– Básicamente, con mapas e intercambiando información con otros viajeros. Busco los lugares más remotos, los que me parece que tendrán una naturaleza más espectacular, y después los voy uniendo; siempre sale un plan para cruzar cada país, aunque a menudo los planes se alteran. Como anécdota, cuando terminé de recorrer África mi plan era llegar a Japón en diciembre del 2008 y llegué dos años más tarde. Las guías de viajes no están en mis alforjas, me parece que están convirtiendo el turismo en una experiencia similar a comprar en un centro comercial, aunque, por otro lado, un lugar turístico viene muy bien para descansar cuando terminas una ruta difícil.
Empezar por España
– ¿África, Asia, América o Europa, cuál recomendarías para empezar a alguien que quisiera seguir tus pasos?
– Si alguien quiere empezar a viajar en bici, le recomendaría que lo hiciera por España y experimentara cómo se adapta a la vida nómada en un contexto familiar y sin grandes retos. Si ya tiene experiencia, es duro mentalmente y sabe sufrir, África es el continente para la aventura en su estado más puro y también para ponerse a prueba personalmente. En Asia y América hay mucho más desarrollo, puedes elegir entre viajar un mes aislado de internet o durmiendo en hoteles cada noche, pero también es cierto que estos dos continentes son más espectaculares que África paisajísticamente; los Andes, los Himalayas, están llenos de grandes jornadas pedaleando con la boca abierta. Sobre Europa… la dejaría para la jubilación o para visitar amigos.
– ¿Puede contarnos alguna anécdota de su viaje asiático?
– Hay una que todavía hoy al recordarla me pone la piel de gallina, sucedió en un puesto de control camino de Kabul, Afganistán. Me dieron el alto y comenzaron a registrar mis alforjas, algo habitual en el día a día allí, pero esta vez eran demasiado m
inuciosos. Entonces, decidí sacar un pequeño mp3 que llevaba para escuchar música y uno de los militares que me vio sacar el aparatito tardó menos de un segundo en apuntarme con su kalasnikov, dedo apretando medio gatillo. Yo levanté las manos y solté el mp3… que el soldado había tomado por un detonador de bombas. Afortunadamente, todo se aclaró, aunque a nadie le hizo demasiada gracia el asunto.
Ocho años
«Han sido unos años en los que he vivido de forma muy austera, gastando 4-6 euros al día, compartiendo con ese 80% del planeta que vive ajeno a la riqueza material»
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– ¿Qué le ha supuesto a nivel personal el llevar a cabo esta experiencia?
– Es difícil de valorar, creo. Para bien y para mal, soy una persona diferente al Salva que salió de Granada en enero del 2006. En todos estos años no he regresado a España, ni he tenido alguna etapa de ‘vida normal’ con trabajo y compromisos, algo que me ha provocado una distancia enorme; hay asuntos que ahora los veo desde un punto de vista que no encaja en una sociedad europea. En especial, debido a mi percepción del tiempo y la ausencia total de previsión para el día de mañana con la que me he acostumbrado a vivir. Mientras que a mucha gente le podría estresar no saber dónde va a pasar la noche, a mí me enloquece afrontar dos días en los que me han organizado la vida con citas y compromisos. Desde un lado más optimista, pienso que el viaje me ha eliminado el miedo al futuro, a afrontar lo desconocido, a adaptarme en circunstancias imprevistas, a comenzar de cero en cualquier lugar. Todo lo contrario, me causa alegría y ganas de superación. También han sido unos años en los que he vivido de forma muy austera, gastando 4-6 euros al día, compartiendo con ese 80% del planeta que vive ajeno a la riqueza material, y eso me hace ver el dinero con mucha distancia, en absoluto es un parámetro por el que miro las cosas o las personas. No necesito comprar ni tener nada superfluo, ni estoy dispuesto a trocar mi libertad para tener más dinero con el que comprar tonterías. Como dice Pablo Rey, un amigo viajero: “en un mundo donde todos nos vamos a morir, lo más valioso debería ser el tiempo, no el dinero”.
– ¿Cómo se defiende con los idiomas?
– En África me fue muy bien sabiendo francés e inglés, pero en Asia no es suficiente. El árabe, farsi, hindú, chino… son lenguas muy difíciles. Trato de aprender unas 100 palabras y comunicarme por gestos, pero, en general, para tener una conversación interesante en Asia has de coincidir con alguien que hable inglés. Obviamente, eso no ocurre en lugares remotos, pero en pueblos y ciudades es más sencillo.
– ¿Cuándo y dónde tiene prevista la finalización de su viaje de cuento?
– Mi plan es llegar a Ushuaia en los próximos meses y tratar de encontrar la manera más barata para cruzar a Europa sobre mayo. Me gustaría visitar amigos y recorrer Europa tranquilamente, como postre final, y cruzar los Pirineos en el 2015.
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