De las muchas cosas que hemos aprendido desde que esta serie de reportajes iniciara su andadura, -a principios de mayo de 2015-, es que, aunque parezca imposible, siempre habrá alguien que nos sorprenderá. Esto es lo que nos ha vuelto a suceder cuando hemos tenido la oportunidad de visitar el Museo de Pepe Moreno, en El Ejido (Almería). Pese a que aficionados al mundo del coche clásico almerienses y granadinos nos había hablado de lo que ha conseguido reunir a lo largo de 35 años por su pasión no solo por los coches y motos, lo cierto es que no nos hacíamos una idea ni siquiera aproximada hasta que lo hemos visto con nuestros propios ojos. En su impresionante vivienda en el número 121 de la Rotonda de L’Aimund, tras el jardín, en el que una Guzzi y un Citroën 11 Ligero colocados sobre una barra dan la bienvenida, se penetra en una nave en la que más de un centenar de vehículos recuperados por obra y arte de Pepe Moreno harán las delicias de cualquier visitante.
No recuperados aún de esta magnífica visión, la siguiente sorpresa viene cuando comenzamos a hablar con él pues, su nacimiento está en la Alpujarra granadina, ya que Pepe nació en Murtas, el 24 de enero de 1952 y que sería en sus tres años (1969-1973) como emigrante en Berna (Suiza) cuando descubre que sus patronos tenían algunos Chevrolet antiguos. «Estuve trabajando allí en unos talleres y se podría decir que de ahí nace mi afición por los coches antiguos», nos dice mientras comienza a mostranos algunos modelos de su increíble colección a los que ha dedicado toda su vida cuando no estaba en el taller de chapa y pintura en el que ha estado trabajando en El Ejido, primero como asalariado y, a partir de 1978, en su propio taller de la calle Pisos de Suárez y, posteriormente, en la calle Manolo Escobar (1979-1998) hasta su traslado definitivo a su actual ubicación donde mantiene vivo su deseo de hacer un museo de antigüedades pues a su magnífica colección de automóviles y motos se le añade todo tipo de objetos, desde máquinas de coser, de escribir, de música, una centralita de teléfonos,…
«Mi primer coche fue éste -indica mientras nos lo muestra- un Adler Trumpf Junior de 1932 que cuando lo compró estaba cubierto de malvas al que seguiría el Citröen 11 Ligero de la puerta de entrada junto a la moto», manifiesta. También que a los expuestos habría que sumar los que están en la planta sótano donde personalmente lleva a cabo el proceso de restauración de los vehículos para lo que cuenta con un taller perfectamente equipado, incluido cabina de pintura. «Con todos, restaurados y en proceso tendré sobre 70 vehículos, más medio centenar de motos», indica antes de comenzar a dar detalles de algunos de ellos comenzando por los utilitarios un Vespa 400, un Topolino, primera serie, un Goggomobile carrocería alemana. Luego sigue con un Citroën, mitad restaurado y mitad sin restaurar, «para que la gente pueda ver como se encuentran los vehículos y cómo están cuando se terminan».
Le siguen un Fiat 501 Coupé de 1924, otro Fiat 521 que se conocía con el apelativo de la Rubia, entero de madera, que encontró en el pueblo de Vera, y que se utilizaba en la fábrica de hielo para repartir de tienda en tienda. Enfrente un Studebaker de 1920 comprado en Pensilvania hace 9 años, un Hupmobile de 1913, un Willys Knight de 1927, un Morris Cowley de 1923, un Fort T de 1918, un Franklin de 1928, un deportivo Buick descapotable de 1920 y hasta un camión de bomberos de Nueva York de 1915. Delante de la mayoría de ellos hay un cartelito con la marca, matrícula, lugar de procedencia, cilindros, velocidad y alguna curiosidad. «El gasto en tiempo y dinero es incalculable, todo lo he conseguido trabajando mucho y durmiendo poco», nos dice a modo de conclusión antes de bajar al sótano para enseñarnos el taller.
Un camioneta adaptada con una historia de película
Muchos de los modelos aquí reunidos podrían ser objeto de un reportaje. Al final decidimos centrarnos en la ‘Viajera’, una camioneta Chevrolet de 1929, colocada muy cerca de la entrada, atraídos por su historia. «Se encontró hace unos 20 años en el pueblo de Cuevas de la Almanzora. Se sabe de su historia que cuando comenzó la guerra civil vinieron los militares a por el vehículo para requisarlo. El propietario le pidió un favor al alcalde y lo único que consiguió fue un plazo de 24 horas que aprovechó para quitarle la carrocería y ocultar el chasis con el motor. Lo sacó por un agujero practicado en la pared para esconderlo. Cuando vinieron los militares les dijo que lo único que tenían era la carrocería. Cuando terminó la guerra volvió a montar las piezas y lo puso en marcha otra vez», nos explica de este curioso vehículo matrícula GR-2538 que en la parte superior lleva un cartel decorativo ‘Granada-Almería’ junto a otro auténtico de ‘Servicio de alquiler’, como demuestra con el pequeño sello de Industria que aparece a la izquierda. Cuando lo adquirió «venía en mal estado por lo que ha habido que tocarle a todo. Hace dos años intervino en un película en la que trabajaba Ángela Molina, en el cortijo el Fraile. Íbamos vestidos de uniforme pues participé de de extra con la Viajera», explica. Así mismo, comenta que tiene asientos plegables y desplegables tanto a la izquierda del conductor como la derecha, motor de 3600 cc, 6 cilindros, volante de madera, salpicadero muy simple con indicador de temperatura, nivel de gasolina y aceite. Podía transportar 15 pasajeros, además de material para repartir por las tiendas, por lo que en la parte de atrás tiene un peldaño que se convertía en asiento.
Próxima entrega: Paco Molina, ‘El Zorro’, y su Citröen 2CV con doble motor
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