Leandro García Casanova nos puso sobre la pista de Encarnita Guerrero López, una maestra jubilada, natural de Jérez del Marquesado que en su piso de Granada, próximo a la Biblioteca de Andalucía, guarda con mucho cariño varios centenares de muñecas y juguetes infantiles que bien podrían servir para hacer una historia de la evolución del juguete en el siglo XX. De hecho, ella publicaba en 2008, un libro titulado ‘La memoria revivida. Juegos y recuerdos’ en el que realiza una completa recuperación de juegos y juguetes de su infancia que completa con su descripción y reglas para su uso y una serie de fotografías antiguas que puedo reunir gracias a la colaboración de sus paisanos.
Entrar en la casa de esta maestra que durante 34 años ha enseñado en distintos colegios de Jaén y Granada en como viajar en el tiempo. Una vez en el salón, mires donde mires, verás juguetes: varias casitas de muñecas, juguetes artesanales, muñecas de todos los tamaños,… «Yo distingo dos clases de juguetes: los artesanales que eran los que nos hacíamos nosotros en el pueblo, en los años 50 y 60, donde solo necesitábamos las escobas de barrer, los trompos, los diábolos, los carritos con las cajas de zapatos o con las latillas de atún, y los nuevos que llegaban al pueblo como las cocinitas», nos cuenta mientras va señalando los distintos tipos de trompos o la pelota realizada con goma o globos pinchados. Más adelante indica que esta colección la ha ido reuniendo a partir de los años 50, pues «muchos de los que tengo aquí son de mi época, era con los que yo jugaba de niña». Colección que posteriormente ha ido completando visitando mercadillos y anticuarios.
Encarnita continua mostrándonos con pasión los juguetes que atesora en su salita. En la parte superior de una estantería llaman la atención los muñecos de cartón de los años 50, «el Pepón y la Pepona», que comparten espacio con otras muñecas «de las más baratillas que se vendían en el pueblo, después llegarían los juguetes de plástico, las cocinicas y los carritos». En el centro de la estantería se encuentran dos maquetas de un colegio, una de los años 30 y otra de los 70, y en la parte superior los típicos recortables Nenas, con las que las niñas iban colocando sobre la silueta de la ‘modelo’ los distintos trajes y complementos previamente recortados. «También tengo cromos que se colocaban boca abajo, se les daba con la palma de la mano y los que se daban la vuelta los ganábamos», añade en tanto muestra cómo se jugaba.
La verdad es que son tantos los juguetes que ha conseguido reunir que es difícil centrarse en alguno, y eso que están colocados guardando una cierta lógica. Así, por ejemplo, junto a los bastidores que se llevaban los miércoles al colegio y los estuches con los hilos, incluye un trabajo de labor de su suegra que hizo en su etapa escolar. Muy cerca, aparecen distintos modelos de planchas de juguete, muñecos con trajes de paseo, los escapularios enmarcados,… Cuando creíamos que lo habíamos visto todo, nos abre la puerta del armario donde perfectamente colocados podemos observar decenas de trajes de muñecas, unos originales o otros confeccionados por ella, junto a vestidos y gorritos de bautismo que colecciona y de los que «por los menos tendré unos 30 bautismales». Colgados en las paredes varios cuatro cuadros de los años 30 con modelos, «señoras o ninfas», a las que les puso cristal para que no se deterioraran, y «más calcetines, guantes de la Mariquita, Gisela, trajecillos del Niño Jesús, y varias limosneras de la comunión, alguna con iniciales y las más antiguas fechadas en 1904 y 1909. En otras estanterías y, sin apenas, un hueco podemos ver juguetes de hojalata de Payán y de Rico, las cocinicas de los años 50 y otras de cuando su hija Nieves era niña, que ahora le ayuda a difundir su pasión por los juguetes en la web la MEMORIA REVIVIDA
Las aventuras de ‘Antoñita, la fantástica’
«Mis hijos se quedaban alucinados cuando les contaba lo que hacíamos durante los inviernos, que pasábamos con las katiuskas porque en Jerez los nevazos eran impresionantes. En la primavera cogíamos un estropajo o un trozo de trapo y jabón casero y nos íbamos a los chorros a quitarnos el roce. En la escuela teníamos calefacción individual que eran los braserillos que nos llevábamos de las casas y cuando les contaba esto me decían ‘Antoñita la fantástica’», rememora poco antes de mostrarnos uno de los cuartos completamente lleno de muñecos y muñecas. «Tengo cuatro Giselas, a su hermana Lilí y a Cayetana. Tambien cuatro Mariquitas Pérez y a su hermano Juanín», explica antes de añadir que Carmen Cervera, la creadora de Gisela y Lilí, que cumple ahora cien años, les pidió que les enviaran una foto con una de sus Giselas que les ha devuelto firmada junto con una invitación para que vayan al pueblo de Gerona donde vive. En este dormitorio también hay muñecos desde 1887, españoles y alemanes, fácilmente distinguibles por el color de los ojos, dos caballitos de cartón de los que utilizaban los fotógrafos, dos pupitres, uno con tapa y otro con hueco para el tintero, cuadernos Rayas, estuches de madera, un castillejo de los utilizados para aprender a andar, dos mapas de los años 60, político y físico con las regiones, y las Canarias debajo de las Baleares, libros escolares, una lata-braserillo, el jarrillo de la leche americana, «fabricado por el tío Manuel, el hojalatero de Lanteira que iba al pueblo,…» y muchos más juguetes y útiles de otros tiempo.
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