Un encuentro que continúa

Nosotros  llevábamos menos miedo ya que los habíamos conocido durante su estancia aquí. Nuestra profesora de francés nos repetía que los franceses debían venir primero porque nuestra hospitalidad les iba a sorprender y así nos tratarían igual cuando nosotros les devolviéramos la visita en mayo. También decía que los franceses son tan educados que nuestras familias se iban a sentir más confiadas y que nos iban a dejar en buenas manos. Nosotros, los alumnos, comenzábamos nuestro viaje más tranquilos y seguros porque conocíamos a nuestros corresponsales y algunos llevaban otras expectativas con la esperanza de que se cumpliesen.

Una de las profesoras francesas, que vino acompañando a los alumnos, había sido nuestra profesora el año pasado ya que había hecho un intercambio de su puesto durante un curso. Ella había insistido  en que nuestro país es muy seductor, que el hecho de vivir en la calle y nuestra capacidad para hacer la fiesta hace que nuestro país sea enormemente atractivo.

Llegamos a Francia a las tres de la mañana, antes de lo previsto, después de haber atravesado toda la piel de toro y la profe estaba muy contenta porque decía que habíamos tenido suerte, que la sala de espera estaba abierta y allí podíamos descansar. Sólo había un vagabundo y en cuanto se fue la profe se tumbó en su lugar porque decía que era el mejor sitio ya que estaba al lado del radiador.

Nuestros corresponsales y sobre todo sus familias hicieron lo indecible para que nos sintiéramos como en casa, ya nos advirtieron que se acostaban mucho antes que nosotros y que pasaban más tiempo en la casa que nosotros.

Bienvenidos

No nos sentimos defraudados ya que no sólo estábamos acompañados de veinticinco compañeros del instituto sino que el programa que nos habían preparado merecía la pena. Para empezar el Ayuntamiento nos hizo una recepción con copa de bienvenida incluida, después tuvimos una visita guiada por la ciudad de Narbona (ciudad  que se encuentra a noventa y dos kilómetros de la frontera, concretamente de la Junquera). Nos mostraron su pasado romano, la vía Domitia, la catedral, el canal de Midi, ese inmenso canal que pretendía unir el Atlántico con el Mediterráneo, aunque se quedó a la mitad del recorrido, en Toulouse. Otra visita fue a la cercana Montpellier y a Carcassonne, donde visitamos su castillo medieval, el más grande castillo cátaro conocido. Fuimos  también a la playa que sólo está a doce kilómetros e hicimos una larga excursión a pie por la montaña de la Clape.

Nos recordaron que Narbona tiene muchos puntos en común con Granada: su situación, ambas  al sureste, el pasado romano y la catedral, que se llama San Justo Pastor igual que la hermosa iglesia granadina situada en la plaza de la Universidad. Este viaje fue en mayo pero la historia continúa, este verano tres de los corresponsales españoles hemos vuelto a su casa, y como eran las vacaciones estaban más disponibles y nos han llevado a conocer Sète, Beziers… Ellos también han venido y aunque se quejaban del calor, hemos aprovechado para llevarlos a las Alpujarras y a Nerja. Seguimos en contacto y algunos ya han prometido hacernos una visita en sus próximas vacaciones de noviembre.

De todos modos hay que reconocer que es una experiencia enriquecedora y agradecemos a los profesores que dedican su tiempo a estas iniciativas.

 

Redacción

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