Un alumno levantó la mano y dijo: «¿Puedo hacer una observación?» El profesor, animado por el sorprendente interés del chaval, le dijo, por supuesto, adelante. Acto seguido, el joven se levantó, cologó su mano como visera sobre los ojos y oteó las cuatro esquinas de la clase. Y terminó: «Muchas gracias, profe».