Constanza Mekis Martínez, es la coordinadora nacional de Bibliotecas Escolares del Ministerio de Chile y una de la mayores estudiosas de este campo. «Quien no disfruta de la lectura no podrá usarla como una herramienta de aprendizaje para su formación humana». Constanza cree que la formación actual de los docentes se centra principalmente en «cómo enseñar a leer en el sentido de decodificar, pero a crear lectores». Por eso, destaca cinco elementos que los profesionales de la enseñanza deben tener siempre en cuenta:
El primero es ‘recordar’. «Toda lectura debe tener un componente emocional. Es nuestro gran objetivo. ¿Recuerdan a algún profesor o profesora con especial cariño por los libros e historias que le mostró? Usted puede ser aquella persona que marque a un niño o niña ahora». El segundo es ‘conocerles’: «Si el docente intenta aplicar un mismo molde para todos sus estudiantes, suponiendo que todos son lectores del mismo tipo, es muy probable que mucha de su energía se pierda en intentar reconquistar la atención de todos aquellos que no se sientan invitados a leer».
Selección y evaluación
Tercera clave, ‘seleccionar’: «La industria infantil y juvenil ha tenido un enorme auge durante los últimos años, entregándonos múltiples opciones de lecturas, desde las más tradicionales en ediciones modernizadas, hasta otras de vaguardia, potenciando la lectura de imágenes». El cuarto punto es ‘animar e investigar’: «La animación debe ser un estilo de enseñanza, que implique disciplina, perseverancia y compromiso. Todos los docentes de distintos sectores deben estar involucrados». Y, por último, Constanza Mekis destaca el valor de la ‘evaluación: «Es importante recordar que la disciplina no tiene que ver con la sumisión a reglas estrictas. Tiene más que ver con la creación de hábitos a lo largo del tiempo».
Para aprender
Felipe Zayas, Profesor de Lengua y Literatura, y Pilar Pérez Esteve, miembro de la dirección general de Cooperación Territorial y Alta Inspección del Ministerio de Educación, Política Social y Deporte, estudian bajo una sentencia: «leer para aprender». O, lo que es lo mismo, las distintas maneras de leer según el objetivo que busquemos: crítica, análisis, estudio, entretenimiento, disfrute…
«No se trata de aprender a leer, a hablar o a escribir en general, se trata de enseñar habilidades y estrategias para cumplir una tarea social que es distinta según el contexto en el que se dé (privado y pública, familiar o escolar)». «Leer los texto académicos -continúan los profesionales-, es decir, lo que tienen como finalidad la enseñanza, requiere unos aprendizajes específicos. Son textos que tratan de conocimientos del mundo organizados por las diferentes disciplinas científicas y con los que el alumnado no está familiarizado. Por esta razón, el aprendizaje de la lectura de estos textos ha de prever la activación de conocimientos previos, el manejo de informaciones que puedan ayudar a la lectura y que el profesorado ha de proporcionar, etcétera».
El alumnado, apuntan, debe ser capaz de contrastar las informaciones que proceden de varias fuentes y valorarlas, o de reutilizar la información de acuerdo con objetivos propios, o de poder componer un texto a partir de otro usando códigos verbales y no verbales. Así que, respuesta a la pregunta ¿cómo leer para comprender? «En primer lugar el alumnado ha de ser consciente de que leer es una actividad que se realiza con algún propósito. Requiere que los docentes organicemos las actividades como tareas compartidas, de modo que se pueda mostrar al alumnado los procedimientos que se ponen en juego para procesar la información».
Es el momento de animar a sus alumnos a sobrepasar el miedo a la página. Quizás, la única manera de comprender que después de un punto y seguido siempre hay una mayúscula con la que empieza algo emocionante.