–¿Los poemas de este libro están basados en algunas experiencias que tengan que ver con sus años de docencia?
–Claro que sí. Yo empecé a ejercer como docente a los 26 años, y me asignaron la tutoría de un C.O.U., cuando detecté que una chica repetidora tenía problemas de relación por sus comportamientos y conductas antisociales. Pensaba yo, por aquel entonces, que sólo con la palabra podría modificar sus hábitos en el consumo de anfetaminas. Eran tiempos muy complejos y estos seres eran tratados como despojos humanos y parásitos sociales. A partir de entonces, he conocido muchos casos, que tengo reencarnados en la memoria, del sufrimiento de estos jóvenes y de sus familias.
–Pero, el problema continúa en la actualidad…
–Por supuesto, pero hoy al menos los problemas de alcohol y drogadicción pueden ser tratados por profesionales, al ser considerados como enfermedad, con programas de rehabilitación desde instituciones públicas y privadas; ahora bien, es alarmante observar el aumento en el consumo, de personas que ingieren drogas, y en edades cada vez más tempranas. El motivo de este poemario es uno de esos casos, tan hiriente e irritante, del vivir expuesto de una joven alumna mía, y que pretende mostrar cómo el desajuste vivencial de estos jóvenes provoca desavenencias irreparables entre los seres más cercanos, así como la miseria, la marginación, las enfermedades y el abandono.
–Tras ‘Amanecer en la palabra’, esta es su segunda obra poética que ve la luz, ¿son poemas recientes o estaban escritos desde hace tiempo?
–El elemento neurálgico sobre el que se sostiene la obra es un extenso poema de 232 versos, que da titulo al poemario, ‘Juego Peligroso’, es de reciente creación; sin embargo, existen otros de claro contenido social que ya estaban escritos y que, entiendo, actúan como refuerzo a esa situación de marginalidad, pobreza extrema e incomunicación en el que se instala el drogodependiente. De cualquier manera, el texto literario es plurisignificativo; que sean los demás los que opinen sobre la globalidad de la obra o que interpreten lo que quieran.
–Hay en tu obra una evolución de una lírica más amorosa y subjetiva, a la lírica del ser humano como ser social, ¿cómo piensa que la persona se encuentra en los demás?
–Son los otros los que nos dan la existencia, el mundo no tendría sentido si no existieran los otros y los otros no son si yo no existo; por tanto, debemos dejar a los demás para que se encuentren en nosotros y así nosotros nos encontraremos en los demás. Cuando se vive en profundidad, uno puede observarse como parte de la totalidad.
–El corazón de este libro es un extenso poema escrito en endecasílabos blancos, ¿a qué abismo de conciencia se asoma este amplio texto?
–Con rabia, con dolor, con impotencia y, si me apura, hasta con rencor; porque en este sistema mercante las drogas están ganando muchas batallas en todo el mundo, en millones de familias de toda condición social; son potencias destructivas, que arrancan, sobre todo a nuestros jóvenes, la realidad cotidiana, alterando sus sensaciones y enmarañando sus percepciones; no dejan lugar para la fantasía, apartan de la vida natural, de lo espontáneo y del contacto con la naturaleza.
–De nuevo acompaña su obra las ilustraciones de Galán Polaino, ¿qué significación tiene este contrapunto de palabra e imagen?
–No sé si exagero o es ignorancia pictórica, pero, para mí, Galán es el mejor acuarelista que existe en la actualidad, y su temática fundamental va casi siempre dirigida a seres desarraigados, marginados, desheredados sociales, postrados ante la enfermedad y arrinconados en la miseria. La emoción que me provocan sus acuarelas tienen un punto de encuentro con mis sentimientos.
–¿Qué es la poesía, una forma de conocimiento o de expresión?
–Decía Pedro Salinas que todo lo que se refiere a la poesía son elementos circundantes a ella, a la hora de definirla. Por mucho que teoricemos sobre la misma, sobre sus tendencias o estilos, ¿podría definirse el amor? Pues igual ocurriría con la poesía. No obstante, yo sospecho que es una forma de vida al que se está sentenciado, pero que el destino se encarga de entregar el conocimiento y la expresión a los que pueden vivir para la poesía. Sin conocimiento no puede existir expresión, y sin expresión difícilmente llegaríamos a ponernos delante de lo que antes no estaba, es decir, de la creación, y en la creación encontramos el conocimiento.
–¿En sus poemas, la forma acompaña a la idea o la enaltece?
–Cuando un poema no tiene exigencias estéticas, yo diría que la palabra fracasa, a sabiendas de que ello conlleva a que ‘el publico lector’ se reduzca a un amigo despistado y a algún familiar solidario. Góngora se jactaba de ser oscuro a los ignorantes o recuérdese a Juan Ramón: «A la inmensa minoría»; el mismo Sartre hablaba de que detrás de exigencias estéticas debía existir un imperativo moral. La forma debe siempre enaltecer a las ideas, porque aquella es la magia que eleva a las ideas a otros espacios.
–En su obra se proyecta muchas veces el dolor de la existencia, el dolor ajeno, la preocupación social, ¿en clave de lamento, rebeldía o esperanza?
–Las lamentaciones son muy humanas, pero son signos de debilidad ante la desgracia; yo quiero creer que la poesía es un grito de rebeldía ante las angustias existenciales y sociales que siempre acechan al hombre; la esperanza es algo que conlleva intrínsecamente la rebeldía.
–Hay en su poesía una exigencia y un trabajo con la palabra y con la idea, ¿qué parte de su vida ocupa la escritura poética?
–Bastante menos de la que quiero y hubiera querido en mi vida.
–¿Qué mensaje entraña esta obra para los jóvenes de ahora?
Que para escapar de la rutina, de los problemas diarios (a veces psicológicos) y formar parte del grupo es un juego peligroso recurrir al alcohol o a otras sustancias.