Para la enseñanza, los mejores

Es evidente que, siendo un primer paso para tener buenos docentes y revalorizar la imagen de la enseñanza, no basta. Paralelamente se tienen que reestructurar otras dimensiones. Pero la medida se inscribe en un movimiento internacional de preocupación de que mejorar la educación, una vez alcanzados altos niveles de desarrollo económico, comienza por tener como docentes a los mejores. Un informe internacional McKinsey de septiembre pasado (titulado: “Cerrando la brecha al talento: atraer y retener al tercio más alto a la enseñanza”) explica como tres de los países con excelentes aprendizajes (Finlandia, Singapur y Corea del Sur) logran que el 100 por ciento de sus docentes provengan de los estudiantes que se encuentran en el primer tercio de su promoción de graduados. Estos países suelen tener una alta selección para entrar en carreras dedicadas a la enseñanza (como en Finlandia, donde suele entrar uno de cada diez aspirantes), igualmente para acceder  a los puestos de docentes, ofrecen oportunidades de crecimiento profesional, incementan el estatus de la profesión docente y ofrecen salarios competitivos. 

      Si la calidad de un sistema educativo, satisfechos determinados niveles de calidad en su escolarización, tiene como techo la calidad de sus docentes; la única manera de mejorar los aprendizajes es mejorar la enseñanza, por lo que conviene asegurar un buen docente en cada aula. Desde luego, coincidiremos, eso no depende solo de la selección de entrada, sino también de una excelente formación (teórica y práctica) y, particularmente, del proceso de selección. 

      Muchas cosas tienen que cambiar en España al respecto, donde la formación y selección del profesorado no ha cambiado en los últimos treinta años y, los producidos el pasado año con motivo del Proceso de Bolonia (Grados y Master de Secundaria), dejan mucho que desear.  En Andalucía el Parlamento ha puesto en marcha un Grupo de Trabajo sobre Formación del Profesorado para abrir un debate sobre el tema y recoger propuestas. En sus comparecencias ya han aparecido algunas de nuestras graves carencias: en las Facultades de Educación no entran los mejores alumnos (aún cuando en los últimos años ha empezado a subir la nota de corte), al contrario, a veces son alumnos con una segunda, tercera o cuarta opción los que entran. Es decir, sin vocación de entrada. Conviene, pues, en primer lugar, plantearse si la enseñanza debe continuar como “carrera refugio”, cuando no se ha podido entrar en otras. La formación inicial no tiene que ser para todo el que quiera. Desde luego, como decíamos antes, en los paises con buenos sistemas educativos no lo es. 

      En segundo lugar, está el tema de la formación inicial. Los planes de estudio diseñados con motivo del Espacio Europeo de Educación Superior, según una amplia opinión, no suponen un cambio sustantivo, como sería deseable, tanto en la formación teórica como sobre todo por su formación práctica. El Master de Secundaria, suponiendo una mejora frente a la falta de formación pedagógica anterior (el CAP no lo era), no resuelve adecuadamente una profesionalización del profesorado de este nivel. Con todo, más criticable es aún algunas de las formas como se ha establecido en algunas Universidades, preocupantes para dicho Grupo del Parlamento Andaluz. 

      Pero en el caso español, en el que contamos con el privilegio de contar con muchos aspirantes para acceder a la docencia, bastaría tener un buen sistema de selección del profesorado. Este es el reto, pudiendo hacerlo entre tantos, seleccionar a los mejores docentes. Es un asunto complejo, sin duda, porque requiere un consenso de qué es un buen docente. Pero no partimos de cero: hay muchas formas establecidas en los distintos países mucho más deseables que la nuestra. No puede seguirse manteniendo, por ejemplo, que aquel que ha trabajado (en Andalucía incluso tres días, con tal de que fuera antes del 30 de junio de 2010) sea mejor (criterio privilegiado) que cualquier aspirante. Las pruebas de selección llevamos mucho tiempo criticando que no son las mejores y los propios tribunales de selección no puede ser fruto del sorteo. En fin, como se preguntaba el  informe McKinsey, tres grandes cuestiones deben resolverse: ¿quién debería enseñar?; ¿qué atraería a los mejores estudiantes a convertirse en profesores? y ¿cuánto costaría y qué cambios habría que introducir en el sistema escolar para con que esa estrategia funcione?

Antonio Bolivar
Universidad de Granada
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