– ¿Qué se considera más, un viajero que filosofa o un filósofo que viaja?
Pienso que en tanto que seres racionales, cualquier ser humano es ante todo un filósofo independientemente de cuál sea su dedicación. Nuestro universo es mental, necesariamente significativo. Así vivimos interpretando, reelaborando teorías y buscando una explicación a las cosas. Aristóteles tiene una solemne frase: Todo ser humano tiende, por su propia naturaleza, al conocimiento. Suscribo la idea. En mi caso, desde luego, el viaje y la aventura son meras excusas para filosofar… aunque en el libro sólo esboce mis pensamientos de manera discreta. Pero quizás no soy consciente de mis propias inclinaciones; habría que preguntar al lector una vez que lea el libro.
– ¿Hasta qué punto le ha servido la filosofía para sus periplos por África?
Cuanto más se estudia filosofía, más recursos se tienen a la hora de integrar cualquier experiencia en nuestra cosmovisión. La filosofía, para mí, es una necesidad vital que me proporciona las herramientas necesarias para hallar una explicación –sólo temporal- a las circunstancias que experimento. Es un reto fascinante. Se trata de integrar los más dispares avatares en nuestra teoría de la realidad. Es un ejercicio mental insustituible y necesario en el ser humano.
– ¿Es de los que cuenta las aventuras vividas a los alumnos?
En África se tienen vivencias tan impresionantes y enriquecedoras que podría hacer continuas alusiones a ellas porque aportan una nueva visión que necesitamos. A veces, me refiero a ciertos aspectos culturales de África que he vivido, cuando la dinámica de la clase me lo permite.
– Aunque se cura en salud, pues tanto en la introducción como en la contraportada se incluye la autocita «No estoy loco. Sólo soy un ser humano al que le apasiona su especie», lo cierto es que, al menos hay que estarlo un poquito para cruzar el desierto del Sahara en autostop. ¿No cree?
Efectivamente, la mayoría de la gente piensa así. Ese es uno de los errores que esconden nuestros prejuicios culturales. Debemos ser conscientes de que no estamos suficientemente informados para afirmar el grado de locura que implica atreverse en una empresa de ese tipo. Solemos optar por un criterio excluyente de aquello que trascienda el ámbito de nuestra cotidianidad. Utilizamos el miedo para renunciar a lo diferente y aislarnos de lo distinto. Creo que debemos ser precavidos pero no temerosos ante las nuevas experiencias. De cualquier forma, un grado de locura es necesario y consustancial en la vida.
– ¿Cuándo y dónde realizó el primer viaje al continente africano? ¿Y el último? ¿Cuántas veces lo ha visitado?
La primera vez que pisé África era casi un niño y ya me fascinó, pero no era independiente. Mi primer viaje de aventura fue a Marruecos en la adolescencia… Mis últimos grandes viajes en los últimos meses han sido al Sahara -una vez más- y Madagascar. Mis visitas a África, en estos momentos, superan la treintena.
– ¿Qué es lo que más le ha sorprendido de «sus hermanos africanos»? ¿Y aprendido?
Me sorprende su actitud ante la vida, tan enormemente diferente a la nuestra. Su paciencia es ilimitada, su calidez, su tremenda confianza en sí mismos que los hace ser derrochones y generosos hasta límites insospechados, su desapego a la propiedad, su capacidad de empatía, su vitalidad… Me sorprende toda la cosmovisión que desarrollan. Perciben la experiencia y su interrelación con la realidad de un modo muy distinto a nosotros. África produce continuamente lecciones existenciales insólitas, África representa una gran refutación de muchas de nuestras certezas. Se aprende mucho en este continente y no es un mero conocimiento cuantitativo de saber más cosas, sino cualitativo de saber las cosas desde una nueva visión, de reaprender el mundo con unos nuevos ojos.
– Cuéntenos algunas de las cosas más sorprendentes que le hayan ocurrido en sus andanzas como viajero en tierras africanas:
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Me han sucedido avatares que parecen oníricos. En ciertos poblados, los extranjeros son recibidos por el jefe con un pequeño séquito. El forastero debe pedir permiso para la estancia y hacer algunos obsequios al jefe y a la comunidad. Las danzas que desarrollan suelen ser un culto a elementos naturales; en esas ocasiones, diríase que una locura colectiva se adueña del grupo porque danzan frenéticamente durante horas. También he disfrutado de encuentros sorprendentes con personas increíbles –en el libro narro algunos de los más interesantes-. Las negociaciones con policía y militares suelen tener un fin insospechado la mayoría de las veces, aunque para esto sí que hace falta mucha experiencia como viajero africano y saber dirigir la situación. He vivido muchas experiencias intensas ¡incluso puede que demasiadas! Para hacernos una idea, pensemos que en el viaje estamos inmersos en unos grupos que actúan con valores muy diferentes a los nuestros; solo y entre ellos, únicamente nos queda una posibilidad: reaprender. Esta es quizás la experiencia que destacaría como más sorprendente desde el punto de vista subjetivo. La convivencia en África exige reaprender otros valores en otros contextos. Por eso prefiero viajar en solitario, pues acompañado, estas vivencias se deforman mucho hasta el punto de desaparecer.
– ¿Sus aventuras y desventuras por África se han visto superadas a la hora de publicar el libro?
Mis aventuras y desventuras en África se han visto excedidas con creces a la hora de intentar publicar el libro. Este tema es complejo porque el mundo de la cultura debería enfocarse de otro modo. Prima el mercantilismo, como en los demás aspectos de la economía. Ni se busca ni se pretende calidad. De hecho, resulta ingenuo reclamarla. Es muy difícil publicar un libro de estas características.
– Hasta qué punto le han influido sus amigos y compañeros, dado que en un principio no era partidario de darlo a la imprenta…
Me han influido bastante… No tenía demasiado interés en hacer públicas mis experiencias africanas, pues es muy difícil hacerse entender en este ámbito y se puede deformar el mensaje. Mi círculo de amigos y conocidos disfrutaba con las aventuras que contaba, animándome mucho a escribirlas para el resto de la gente. Pero lo que determinó que expusiera partes de mis andanzas, fueron algunos libros de África que describían e interpretaban aquella realidad de un modo con el que yo no estaba de acuerdo. Quiero dar mi versión de África y quiero que se conozca.
– ¿Cree que su obra ayudará a entender mejor las culturas y valores de los africanos?
Creo que sí. Entiendo que si el lector hace un pequeño esfuerzo por ponerse en las situaciones que narro, comprenderá muchas cosas de las culturas africanas que en Europa pasan desapercibidas porque no son noticia. Sólo sacamos tragedias y miserias del continente que, aun siendo ciertas en algunos casos, solapan los aspectos hermosos de las culturas africanas que también son señas distintivas de su identidad. ¿Qué peligro esconden los valores africanos para nuestro sistema que nos fuerza a desprestigiarlos de ese modo?
– ¿Desea añadir algo más?
Sí, me gustaría estar matizando indefinidamente cada una de mis afirmaciones porque este libro entraña una lectura que exige un cambio de valores. Esta obra es una invitación, no tanto a transformar nuestra visión de África, cuanto a cambiar nuestro conformismo sobre cualquier tema de la realidad que nos induce a no pensar por nosotros mismos sino a repetir lo que nos dicta la verdad oficial. Tengo muchísimo que añadir, pero eso lo haré en futuras producciones, si el público tiene la deferencia de oírme.
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– Título: «África en el corazón del viajero»
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