A propósito de la presentación del libro «África en el corazón del viajero»

«Leer es viajar. Viajar es leer»

Por Javier Botrán López

 

Javier Botrán, José A. Sánchez Tarifa y Pedro Molino
Javier Botrán, José A. Sánchez Tarifa y Pedro Molino

 Leer es viajar. Es ponerse en camino hacia mundos muchas veces desconocidos. Otras veces es regresar a mundos ya transitados; cada vez que volvemos a ellos somos sorprendidos por nuevos e insospechados matices.  En este viaje que es la lectura nos acompaña la maleta de nuestros saberes y experiencias. En ella  siempre queda un espacio libre que vamos llenando y enriqueciendo con las propuestas y observaciones del escritor que nos hace sus compañeros de camino.

 Pero también viajar es leer. Es empaparse de paisajes, de paisanajes, de voces y de ecos. Es dar  significado y acogida en la memoria, a veces, a través del corazón, a todo este caudal de informaciones. Y el viaje será completo, si el viajero, ya de regreso a Ítaca, no solo disfruta él de los recuerdos de su viaje sino que lo escribe y nos hace a sus lectores partícipes de su aventura. Ya sabemos que una cosa es la aventura vivida y otra distinta la que nos ofrece el texto (tejido o tapiz) que el viajero tras su periplo ha reconstruido. El viajero-escritor es un ser generoso y desprendido;  la actitud del lector de libros de viajes ha de ser la del que acompaña pacientemente por el camino de los renglones, con agradecimiento y complicidad. Ha de mostrar una actitud parecida a la que exige el Conde Arnaldos:”Yo no digo mi canción/ sino al que conmigo va”. Así que, como lector, solo tengo palabras de agradecimiento al autor del libro por este generoso regalo.

 Este libro de viajes que sale a la luz lleva por título “África en el corazón del viajero”. ¿Quién es este viajero al que acompañamos los lectores en su deambular por los caminos de África?

 Es un granadino, criado en el Albayzín. Lo cual ya es decir mucho. Es una persona curiosa, inquieta, comprometida. Él mismo  nos pone sobre a viso desde la contraportada del libro: “No estoy loco. Solo soy un ser humano al que le apasiona su especie”.  De José Antonio Sánchez Tarifa conozco algunas cosas: su pasión por los deportes no competitivos,  su gusto por la charla y la tertulia entre amigos,  su compromiso educativo en el Instituto Albayzín, los huecos de su horario de clases, sus conocimientos del esperanto  y  sus no tan conocidas fobias y filias. Pero, por apartarme de los caminos trillados, diría que en él se da una extraña mezcla de “homo sapiens” y de “homo faber”  que resulta ser  una excelente combinación a la hora de afrontar con éxito una aventura en solitario.

 En cuanto” homo sapiens”, se le puede  aplicar con propiedad la máxima atribuida a Emmanuel Kant:”Sapere aude”. En este sentido, ofrece en el libro numerosas reflexiones que abundan en esta idea recogida recientemente en una de sus entrevistas:”Tengo una doble motivación para aprender: extrínseca (me apasiona el ser humano como objeto de estudio) e intrínseca (el estudio es una forma de autoconocimiento y autorrealización personales).  Prueba  fehaciente  y muy gráfica  de su ansia de saber son las cerca de 2.500 palabras poco usuales y de recóndito significado recogidas en sus lecturas y anotadas con sus diversas acepciones en pequeñas fichas, tarea que ha venido  realizando desde su época de bachiller hasta nuestros días; fichas vocabulares finalmente acaban alojadas en un ingenioso y artístico fichero de madera creado por sus manos (homo faber). Otra prueba más  de su apetito insaciable de conocimiento es su modélica costumbre, aunque parezca un tanto chusca, de preguntarse al final de cada jornada: ¿Qué  he aprendido  hoy nuevo? Si la respuesta es negativa, se levanta de la cama y se aferra a una enciclopedia hasta cobrar alguna valiosa pieza que contribuya a enriquecer su ya vasto acervo cultural.
    
 Como “homo faber”, que en justa simetría con el aforismo  de Kant  sería “atrévete a hacer”, todos sus amigos conocemos su habilidad para solucionar cualquier emergencia doméstica, desde  descerrajar  una cerradura, hasta cambiar la tapa del váter, desatascar una tubería o acabar con los  chispazos de cualquier cable. Esta destreza manual le ha valido, entre los que lo tratamos, el cariñoso apelativo de “El operario”. En suma, atreverse a saber y atreverse a hacer son dos imprescindibles palancas para el viajero solitario que se mueve por el mundo a pecho descubierto.

El público asistente que se quedó en la puerta de la sala
Público asistente que se quedó en la puerta de la sala

 
 Completando el anterior binomio, se produce en José Antonio otra síntesis dicotómica que él mismo reconoce: Sentimiento y razón. Hay en su manera de ser un componente anarquizante, sentimental y romántico que viene arrastrando  desde su adolescencia y que ejemplifica con un poema emblemático en el imaginario escolar de épocas pretéritas: la canción del Pirata de Espronceda: “¿Qué es la vida? Por perdida ya la di”. “Porque la muerte no me arrebatará lo más importante de mí mismo (…) La muerte solo  se llevará un muerto”. Esta línea de fuerza le conduce al riesgo y a la aventura, pero el caballo loco de la pasión será a veces controlado con la brida de la razón. Y así se confiesa: “Soy un ingenuo ilustrado. (…) “En estos trances me descubro como una razón desplegada que se esmera en estudiar sus potencialidades.” (154)

 En la introducción al libro hay un texto que resume con precisión  estos aspectos dialécticos de la personalidad de José Antonio, moldeada, en gran medida, merced a  los elementos de su formación académica: Dice  de él su alter ego Robert Schwarz:  “Atrapado en la idealidad más exquisita de la filosofía y por la crueldad más irracional de la criminología, acabó buscando un nexo común que vinculara ambas tendencias extremas. Y creyó encontrarlo en esa designación, tan ambigua como  henchida de posibilidades, que es la cultura. A este último convencimiento pertenecen los años que ha invertido en la antropología”. (10)

  Con esta breve semblanza, ya tenemos una idea de  de quién es y cómo el viajero a quien como lectores acompañaremos en su caminar. Ahora nos detendremos brevemente en la primera parte del título del libro: “África en el corazón”. A poco que avancemos en la lectura, descubriremos que el continente  por el que transitamos, que ya de por sí tiene forma de corazón, ajusta sus dimensiones para alojarse en le víscera  cardíaca del viajero. Es verdadera pasión, enamoramiento, lo que siente José Antonio por África desde sus primeros contactos adolescentes con el continente: “Debo reconocer que solo la Filosofía me ha enseñado tanto de la vida como África. Realmente, son dos grandes pasiones, sin las que no sabría concebir mi existencia” (154), “Si no hubiera disfrutado vagabundeando por los diferentes lugares de África,  la vida para mí hubiera carecido de sentido” (118).
 
  Y para concluir esta presentación, vayamos al libro:
 

 Ya en la introducción se nos advierte de lo que en él vamos a encontrar: No se trata de la narración de un viaje organizado y bien planificado, con un itinerario y una secuencia temporal perfectamente definidos. Se trata más bien de un conjunto de 34 capítulos o, mejor,  secuencias que se despliegan ante nuestros ojos sin ningún hilo conductos geográfico, ni siquiera temático. Viajaremos por distintos países, por diversos paisajes, nos acercaremos a variados tipos de asentamientos rurales o urbanos y a múltiples situaciones vitales. Es un conjunto caleidoscópico, un friso, una especie de puzle con el que el lector puede recrear la propuesta que el autor nos hace de su saber sobre el continente africano.

 En realidad, el libro recoge viajes, anécdotas, diálogos y cuadros paisajísticos pertenecientes a diversos momentos, separados por muchos kilómetros  y por bastantes años, que constituyen parte de un material mucho más amplio que por razones editoriales ha quedado en la carpeta para próximas ocasiones.
 

Dentro de este zócalo africano, tres líneas se dibujan claramente: la antropológica de costumbres, tradiciones, usos y folclore; las anécdotas  que revelen el espíritu del continente y la paleta paisajística utilizada por el autor para transmitirnos la emociones vividas en esos escenarios y para hacerle al lector partícipe de dichos sentimientos.

 El libro básicamente está escrito en primera persona, algunas secuencias narran acciones en tercera, relatos que a veces se amenizan con interesantes diálogos de corte filosófico. Y todo dentro de la tradición machadiana en la que lo importante no son tanto los destinos, las llegadas, los éxitos, cuanto  el devenir del  caminar y la cambiante y rica peripecia de la senda. Completa el texto  una interesante información fotográfica y  una serie de mapas que ayudan a situarse al viajero lector.
 

En conclusión, no es un libro típico de viajes para estimular la curiosidad turística, ni siquiera el libro aventurero del  romántico que trata de explorar y descubrir peligrosamente rincones aún no hollados. El viajero es consciente de que en la geografía africana no hay nada por descubrir. Aquí el viajero es, ante todo, como en algún momento del texto se recoge, un psiconauta: “No me reconozco tanto como viajero cuanto como un deslumbrado con el ser humano. Visitar sitios y lugares preciosos desde luego, se me antoja secundario respecto a lo que realmente me asombra: la infinita variabilidad humana. (…) Tengo una continua intriga sobre mi especie y eso es lo que me empuja a probarme en las más variadas circunstancias” (21)

 Y concluyo. Leer es viajar. Viajar es leer. Y escribir y contar un viaje es invitar al lectora convertirse en compañero de viaje, y a darle la oportunidad de que viva (imagine) su propio viaje, su propia aventura existencial.

                                Javier Botrán López
                                Granada, 14 de abril 2011

 

 

 

PRESENTACIÓN DEL EDITOR:

“África en el corazón del viajero”,  de J. A. Sánchez Tarifa

Por Pedro Molino. Consejero Delegado LÍBERMAN GRUPO EDITORIAL

 

La presentación se completó con la proyección de un vídeo
La presentación se completó con la proyección de un vídeo

Bienvenidos amigos de los libros, de la cultura, de la educación, de la literatura de viajes y del conocimiento…

 Cuestiones genéticas aparte, somos el amor que pusieron en nosotros nuestros padres, las experiencias que nos forjaron y los libros que leímos…  

Como editor, antes de seguir, quiero dejar constancia de mi pasión por la lectura, que no puede ser otra que mi pasión por la vida: condensada y multiplicada en las páginas de los buenos libros; espejos donde perdura el reflejo de sus personajes y sus tramas; eco vital de la biografía de sus autores y escenario de tantas experiencias humanas… transfiguradas por la belleza de un buen estilo, cuando se sabe decir algo valioso con las mejores palabras.

Sin duda hay libros para todo y para todos: narrativa para contar la vida recreándola. Teatro para representarla hecha acto resucitado del papel. Poesía para destilar la esencia lírica de la vida a través del ritmo, la emoción y la metáfora. Ensayos para iluminar la oscura realidad de tanta ignorancia. Y libros de viajes para llegar a los lugares a los que quisiéramos, y quizá nunca podamos, ir.

Leer nos lleva por universos mejores. Por eso, como profesor, como editor y creativo defiendo, de sumo acuerdo con José Antonio Marina, que “la lectura es una urgente necesidad social de la que dependen: nuestro pensamiento esencialmente lingüístico, la calidad de nuestras ideas, de la educación, de la cultura y de la convivencia en una verdadera Democracia más culta, ética y justa”.

Hoy hablamos de un libro de viajes. Un libro, tan honesto como sincero, de un viajero (sin duda atrevido, intrépido y valiente) que hace honor a su condición de profesor de filosofía a través de la búsqueda del saber: en los libros, en los otros y en sí mismo… ¿Pero quién son los otros cuándo hablamos de un continente tan extenso y complejo como África?  ¿Lo poco que conocemos?, ¿los prejuicios dosificados por los medios?, o ¿los mitos derivados del “buen salvaje”?  Sabemos tan poco, realmente…!

Este libro nos muestra con la sencillez del viajero que explora el mundo con un alma noble que “los otros” son personas concretas, tan plenas de dignidad como de valores propios, valores incalculables e inconcebibles por nuestra cultura del consumo y de la globalización; también contradictorios, sujetos plenos o a la deriva de una evolución cultural que se adapta a entornos geográficos y a ritmos muy diferentes, pero que –aunque lo quisiéramos- no pudieron y no podrán sustraerse a las grandes contradicciones del avance desgarrador de la Historia. Baste sólo citar el terrible impacto del comercio de esclavos para África, tras el descubrimiento de América (ese llamado “triángulo de la vergüenza” que capitalizó a EE. UU. y a la Europa preindustrial); o la Conferencia de Berlín de 1884 que trazó y repartió arbitraria e injustamente los países africanos desde la fría ambición del colonialismo; o la actual sangría de personas que se juegan la vida en pateras para buscar su subsistencia entre nosotros. Pero no hablamos en este libro de historia, sino del presente cotidiano, de cuadros de paisaje con figuras.

José Antonio no profundiza en interpretaciones históricas sino que, con la sinceridad del cronista y del viajero auténtico, prefiere contar primero lo que ve y lo que siente, con verdad, respeto y admiración: cuando atraviesa el tórrido desierto, cuando habla con los tuareg, cuando lo acogen en un tribu de Etiopía, cuando se cruza con europeos singulares y solitarios como él o cuando habla con una guerrillera, cuando sube de la costa mortal y salvaje… a la pureza arriesgada de una cima nevada…

Sin duda, “África en el corazón del viajero” es un libro de secuencias aisladas, pero conforma un puzzle sólido y coherente con la voluntad de conocer mejor la realidad de África y, por tanto, de nuestro planeta vivo. Porque todo lo humano, todo nuestro mundo, es parte de nuestra verdadera esencia, de nuestra inseparable piel. Porque necesitamos ver a la humanidad desde una nueva perspectiva, menos individualista e insolidaria,  desde la perspectiva de la inteligencia social que conoce, comparte destino y comprende: “ellos son yo”, “yo somos todos” o, dicho de otro modo, en recuerdo de nuestros orígenes evolutivos: “todos somos africanos”.

Sin duda, leer es también viajar con José Antonio, porque podemos acompañarlo a posteriori a través de lo que un día fue primero soledad, luego recuerdo y ahora relato. Compartamos su libro y, con ello, parte de la esencia de lo que él aprendió. Como dijo un humilde escritor poco conocido- José Cobo Olivares, “en la vida hay viajes esenciales que se hacen para conocer un lugar y acaban volviendo al viajero mas sabio, porque el espejo del camino le descubre algo más de sí mismo”.

Y, si me permiten, brinden simbólicamente conmigo y con su autor, por este libro, por el esfuerzo de las pequeñas editoriales, por los nuevos autores y, especialmente, brindo por todos los lectores: “porque leer distingue y porque el espejo de los libros –como las buenas tertulias- también nos descubre mucho de nosotros mismos”.

Pedro Molino
Consejero Delegado LÍBERMAN GRUPO EDITORIAL
Jaén, 14 de abril de 2011

Entrevista con el autor:

«África produce continuamente lecciones existenciales insólitas”

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