Por esta circunstancia, nos vemos siempre amenazados por la duda y la insatisfacción que nos embarga al comprobar el dinero del que disponemos o estamos dispuestos a gastar y el objeto buscado. De ahí nuestro solitario desequilibrio, mientras observamos, con aire derrotado una y otra vez un torbellino de escaparates adornados y llenos de luces, que contrasta con el brillo apagado de nuestros ojos.
Sin embargo, son muy pocos los que piensan en regalar una obra de arte, un buen cuadro, pero tampoco sabemos si realmente lo comprado tiene el precio que se nos solicita y la obra, por otro lado, tiene la calidad necesaria como para colgarlas en una pared sin hacer el ridículo, ante miradas de visitantes “despabilados”.
Por otro lado, el precio no es siempre una constatación de la calidad de la obra (como así lo creen algunos pintores, galeristas y oras gentes de este mundo). Si es cierto que el arte es caro, porque una buena pieza entre los coleccionistas es una manifestación de reconocimiento social, entre familiares, amigos y allegados.
Lo que sí se debe hacerse es buscar en Internet el currículum del artista, las exposiciones que ha realizado, en qué lugares, su trayectoria profesional o, en su defecto, dejarse aconsejar por profesionales, pues mucha gente joven no tiene una extensa obra, precisamente por su juventud, pero gozan de un talento una capacidad creativa, una imaginación y un sentido de provocar la emoción que superan con creces a muchos de los instalados en el mundo de la pintura.
La obra pictórica es un goce estético permanente, produce una conmoción plurisignificativa y es el mejor obsequio de todos. Además comprar arte es una gran inversión, una futura revalorización e incremento pecuniario.
Se dice que Van Gogh tan sólo vendió un cuadro en su vida; tras su muerte dejó unas 2000 obras. Pues bien, su Retrato del Doctor Gachet (inspirado en un médico que lo atendió en sus últimos días) se vendió por la cantidad de 82.5 millones de dólares. Hoy la cifra en la que se cotizaría sería mareante.
(*) Pedro López Ávila es profesor jubilado de Bachillerato en la especialidad de Lengua y Literatura Españolas y autor del blog LA TORMENTA ESTABA INVENTADA DESDE SIEMPRE