Isaac Manuel Albéniz: niño-músico. Cuando en las aulas hablamos a nuestros alumnos sobre los grandes genios de la Música y de su extraordinaria aportación a la Historia, no siempre nos detenemos en el periodo de su vida con el que, tal vez, pudieran sentirse más identificados: infancia y preadolescencia. “Beethoven se quedó sordo, Chopin estiraba artificial y dolorosamente sus dedos para poseer aún más un instrumento que ya le pertenecía…”. Anécdotas que se cuentan y que, ciertamente, atraen la atención por su singularidad, pero que se refieren a personas mayores y (“las personas mayores son bien extrañas”, sentenciaba el pequeño niño rubio que protagoniza la preciosa obra de Exupéry) no suceden a niños como los que cursan primaria o a jóvenes de secundaria. Precisamente por esa razón cobran, modestamente, sentido las líneas siguientes: se refieren a los primeros lustros de una vida que dejó huella. Hijo de don Ángel Albéniz y de doña Dolores Pascual, el 29 de mayo de 1860 nacía en Camprodón, localidad de la provincia de Gerona, Isaac Manuel Francisco. Vino a ser el cuarto de los hijos y único varón. Anteriormente habían nacido Enriqueta, Clementina y Blanca. Desde su nacimiento manifestó un apetito voraz que obligó a proporcionarle una nodriza (cuando muchos años más tarde el humilde y espiritual Falla visita la casa de Albéniz en París mencionará precisamente su buen comer y el lujo del que se rodea). Don Ángel es un hombre preocupado por la cultura de sus hijos y les procura una enseñanza robusta. Enriqueta terminó Magisterio, tocaba muy bien el piano y hablaba cuatro lenguas. Blanca fue cantante y Clementina profesora de piano. Destinado el padre a Barcelona, se domicilian en el paseo de Colón. Por allí pasaba a diario, dada la proximidad de la Capitanía General, un grupo de militares precedidos por banda de música a relevar la guardia. Isaac contaba sólo un año y necesitaba salir al balcón hasta que la comitiva se perdía. Clementina observó que su hermano marcaba el ritmo a la perfección y ahí comenzaron las primeras y rudimentarias lecciones musicales. Los progresos fueron tan espectaculares que con cuatro años ofreció su primer concierto (en el teatro Romea) llegándose la gente a preguntar si realmente tocaría aquella criatura o lo haría alguien por él tras el escenario. Entre diez y doce horas diarias estudiaba Isaac el piano llevando ante don Narciso Oliveras, su profesor, unos estudios impecables. Este esfuerzo musical hizo que se descuidara su enseñanza primaria si bien Isaac aprendió a leer y escribir de manera “absolutamente autodidacta” según diría su propia hija Laura. Llegó a leer y escribir correctamente en cinco lenguas. A los seis años fue enviado a París tratando de que ingresara en el Conservatorio Su preparación la llevó a cabo con el profesor Marmontel. Su examen fue brillante, pero mientras el Tribunal deliberaba, Isaac, jugando, acertó a destrozar un magnífico espejo de un pelotazo. Ello le costó su ingreso en la institución, a la que accedió pasados dos años. Pero antes, el regreso a España. Su padre le organizó una gira de conciertos. La familia Albéniz se traslada a Madrid. En el Conservatorio recibe clases de Ajero y Mendizábal. Se aficiona a la lectura de Julio Verne y se instala en él un deseo tan poderoso de viajar que, sin decir nada a su familia, se fue a la estación subió en un tren y se marchó. Sin billete y sin rumbo, llamó la atención de un viajero que pudo sonsacarle que viajaba sin consentimiento familiar. El viajero era el alcalde de El Escorial. Al decir Isaac que era concertista y que pensaba ganarse el pan dando conciertos, el alcalde lo convenció y se detuvieron en esa localidad, donde lo presentaron ante el maestro de capilla del Monasterio, don Cosme José Benito. Isaac tenía ocho años. Don Cosme aseguró que el niño era un prodigio. Se organizó el concierto y con el dinero obtenido sacó billete para Madrid siguiendo instrucciones del alcalde de la villa. Además le hizo prometer que volvería con su familia. Nada más lejos de la realidad. En Villalba tomó otro tren en sentido contrario. Viajó por Ávila, Salamanca, Zamora, Valladolid, Palencia, León, Logroño… dio conciertos y ganó dinero. Durante tanto viaje vivió experiencias como el asalto que sufrió la diligencia donde viajaba de Zamora a Toro. Regresó a Madrid al enterarse de la muerte de su hermana Enriqueta y allí estuvo cinco meses durante los cuales recibió clases del maestro Eduardo Compta. Con doce años conoce a Tomás Bretón al que se presenta como “un compañero más”. Le habla de sus conciertos, de su gira y de sus próximas miras: América. Continúa tocando, ahora por Andalucía: Málaga, Granada -ciudad que lo hechiza-, Cádiz… Estando aquí recibe notificación oficial obligándole a regresar a su casa so pena de arresto. Asustado, se embarca en el “España”, vapor que lo conducirá al Nuevo Continente. Para pagar el pasaje y conseguir algún dinero ofreció conciertos a bordo, pero no obteniendo lo necesario hubo de abandonar el barco en el primer puerto donde se hizo escala: Buenos Aires. Jornadas amargas en la capital Argentina, donde tuvo que dormir en los bancos de las plazas, no comer y mal vivir. Alguien le oyó tocar en un café y le proporcionó medios para comenzar dando conciertos; primero en la propia Argentina y luego en Brasil y Uruguay. Ahora sí, con una buena cantidad de dinero marchó a Cuba. Tenía trece años.
En la isla, al terminar un concierto, un policía le mostró la orden de llevarlo inmediatamente a La Habana. La sorpresa fue grande cuando allí le esperaba su padre para decirle cuánto le echaban de menos y pedirle que volviera a casa. Isaac lamentó no poder estar con la familia, pero estaba decidido a continuar ya que la vida le presentaba una cara más amable. Se despidió y viajó a Estados Unidos. Allí, como en Buenos Aires, atravesó dificultades, tuvo que trabajar transportando equipajes e incluso recurrir a sus habilidades pianísticas como si de un espectáculo circense se tratara (tocaba de espaldas al piano y con los brazos cruzados) para ganar algún dinero. También salió de la crisis y fortalecido económicamente regresó a Europa. En Inglaterra dio conciertos en Liverpool y Londres; en Alemania, en Leipzig, recibió clases de Jadassohn y Reinecke. A los nueve meses regresó a España. Corría el año 1875 e Isaac tenía quince años. Autores consultados: – Mariano Pérez Fotos tomadas de la web. |
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Y ya que estamos hablando de música de Álbeniz aprovechamos para incluir este vídeo de la actuación de la Orquesta de Plectro «Torre del alfiler» de Vegas del Genil (Granada) en el XII Festival Internacional de Plectro Ciudad de Valladolid. «Granada», de la Suite española de I. Albéniz. | ||
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