Pilar Ortiz nació en Pozo Alcón y nos confiesa que se siente jienense hasta el punto de que todavía se emociona cuando contempla un olivo. Pero también es granadina, pues problemas de salud del padre hicieron que la familia se trasladara a Granada cuando solo contaba ocho años. De su tierra ya trajo su interés por la pintura que, sin embargo, no materializaría hasta muchos años después cuando su marido, hace tres décadas, le regaló una caja de acuarelas. Desde hace 20 años alterna su trabajo en el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal), más conocido por INEM, con esta profunda vocación a la que se ha entregado en cuerpo y alma.
“No podría vivir sin la pintura. El tema de ventanas y veredas es porque he tenido una crisis en mi vida y la pintura ha sido mi salida. Por ello, me encuentro supercontenta y feliz”, afirma contundente al tiempo que nos invita a ver la “simbología clara de ambas”. Convencida fauvista y deudora de los impresionistas se reconoce así mismo admiradora de pintores granadinos como Juan Manuel Brazam, Jesús Conde o Juan Vida. Su primera exposición realizada con aquella caja de acuarelas regalada se remonta al año 1984 y fue en el Pub Piaf, de Huéscar. A ella le han sucedido otras individuales y colectivas tanto en Granada como en Madrid o Gran Canaria. Así mismo, su riqueza cromática se ha destinado a anunciar eventos (Cartel del XXII Festival del Sur, Agüimes, 2009), ilustrar portadas (Estado Antimateria, de Antonio César Morón) o decorar telas y abanicos.
Libro colectivo
Fue en enero de 2011 cuando en una de las muchas noches de insomnio se le ocurrió “pedir a mis estupendísimos amigos escritores que eligieran uno de mis cuadros y escribieran lo que quisieran. La respuesta ha sido maravillosa, y el resultado se podrá apreciar en pocos días”. Ese día ya ha llegado, pues con la inauguración de la muestra pictórica se presentará el libro editado por Ediciones Dauro que tiene la singularidad de incluir poemas, evocaciones, relatos, elucubraciones y lecturas críticas de una veintena de “amigos de antiguo” de Pilar. Comenzando por su marido y prologuista Wenceslao Carlos Lozano quien reconoce lleva treinta años conviviendo con la pintura de Pilar, “y si bien su estilo ha evolucionado dentro de unos parámetros periodizables estilística y emocionalmente, siempre se ha movido dentro de cierto abstraccionismo lírico, atendiendo a esa decidida implicación emocional y a un inveterado enganche al llamado de la naturaleza, a su colorido y especialidad”.
A él le siguen Esperanza Clavera Pizarro, Javier Seco, Mª Ángeles Pérez, Enrique Nogueras, José Pallarés, Pedro Enríquez, Rafael Juárez, Álvaro Salvador, Ioana Gruia, Fran Fernández, Antonio César Morón, Mimoun Uariachi, Antonio Lozano, José Gutiérrez, Jesús Lens Espinosa de los Monteros, Pepa Merlo, Ana Gallego Cuiñas, Sergio Hinojosa, Sergio Fernández, Antonio Pamies, Miguel Puga MagoMigue y Julio Juste, para concluir con el texto del tangerino Gerardo Piña-Rosales quien desde Nueva York ha firmado el epílogo. A todos ellos esta pintora vocacional les da “mil gracias” al igual que a Ortuño, su enmarcador desde hace 30 años, a la imprenta que “ha tratado el libro con mucho mimo”, a la diseñadora, Fabiola y la editora, mi hija, que es quien le ha dado el gran impulso a la publicación.
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