Recuerdo con mucha nostalgia mi etapa escolar. Iba al colegio antiguo “Virgen de la Cabeza” en Motril. Éramos cinco hermanas y cada mañana íbamos siempre juntas. Mi hermana Yolanda era la que dirigía la patrulla, era dos años mayor que yo, y a veces teníamos encontronazos porque yo me paraba y me entretenía jugando por el camino.
Cuando llegábamos a la escuela, cada una se colocaba en su fila y con nuestra maestra subíamos a clase, en orden y silencio. Al salir siempre nos esperábamos debajo del naranjo que había en el patio.
Tuve desde primero hasta octavo a la misma seño “Cristina” y para mi era como mi segunda madre, aunque a veces me castigaba en la esquina de la clase por “habladora”.
Por las tardes, también había colegio y era un sin vivir porque teníamos que andar mucho para llegar a casa, comer, lavarnos los dientes y salir de nuevo para el colegio (no había ni transporte escolar, ni comedor, ni actividades extraescolares…).
Pero me gustaba mucho las tardes con lluvia en las que cosíamos o hacíamos manualidades muy creativas.
En el patio jugábamos al potro, al elástico (yo era de las mejores), a la comba…Tanto me gustaba que de recuerdo tengo una cicatriz en la pierna izquierda. Me quedé “colgada” de un póster de la luz. Pero lo que más sentía era que me había roto mi
falda vaquera de vuelo que estrenaba.
En esta foto, estaba sentada en un banco del patio. Debajo de naranjos nos hacían las fotos escolares. Estaba en parvulitos y aprendiendo a leer con la cartilla MICHO.