Siempre he dudado, desde esta perspectiva, si el número de locos supera al de cuerdos, pues si entendemos que los cuerdos son aquellos que siguen las normas estandarizadas de la existencia y a estos los vemos en multitudes amontonadas en torno a una deidad o al santurrón de turno que ve apariciones, entonces inferiremos, que los locos son muy pocos. Claro, que lo que no acabo de entender es cuáles serían los locos o donde estaría el límite de la locura.
El caso es que se dice hoy día, por muy variadas circunstancia, que el mundo se ha vuelto loco. Esto lo oía ayer, a unos señores aparentemente de porte, cuando en una conversación de cafetería no dejaban de bromear y reírse a carcajadas, a propósito de una noticia que les había llegado, tan incrédula para ellos como real. No era ni más ni menos que los chinos o, para ser más concretos, los habitantes de una ciudad de China habían tenido la feliz idea de limpiar los zapatos de sus vecinos.
Hasta aquí, hombre, parece que la noticia no responde al estándar común de lo que supone la convivencia; sin embargo, había algo un poco más profundo, de calado (como se dice hoy en día), y es que los limpiabotas no eran ni más ni menos que los propios funcionarios de la ciudad, que en un afán de afirmarse y reconciliarse con la ciudadanía realizaban tan hermoso y delicado acto, con objeto de desmontar, imagino, las ideas comunes que existen contra los funcionarios y así desbancar las opiniones que tienen los demás sobre ellos.
Después de ver en nuestro país las batallas infructuosas que traen los funcionarios con la administración y el descrédito de estos en la sociedad, pudiera darse el caso de que esto llegara al Congreso o a los distintos parlamentos y algún político lanzara la idea de que esto podría ser extrapolable a nuestro sistema educativo, por ejemplo, y que nuestros profesores les limpiaran los zapatos a los padres de sus alumnos, en aras al buen entendimiento, y lo que en principio pudiera producir extrañeza, con el hábito y el tiempo nos acostumbraríamos a entenderlo sin que fuéramos tachados de locos del cráneo. Estoy seguro que a más de uno no le desagradaría la idea.
El único problema que yo vería a esto es que al aumentar el número de alumnos por aula, lógicamente habría menos profesores y, por ende, muchos más padres a los que limpiarles los zapatos y, claro está, el profesorado no daría a basto, sobre todo teniendo en cuenta que hay algunos padres que, por sus oficios, llevan excesivo barro en sus botas. Además, los profesores perderían mucho tiempo en esta juiciosa labor y dejarían algo de lado otras labores didácticas y pedagógicas que, aunque menos importantes ,también tienen la obligación de realizar para acabar con la ignorancia que aún existe, a pesar de la incredulidad de algunos; pues, aunque nuestro pueblo es culto y sabio (como todos sabemos) todavía es necesario pulirlo un poco más.
La única solución factible, que ofreciera soluciones al problema, sería disminuir la ratio, y así aumentaríamos el número de profesores limpiabotas para que entre todos pudieran ejercer tan loable función, pero no sé por qué me malicio que esto no va a ser posible, pues tengo entendido que Bruselas, o lo que es lo mismo, Angela Merkel, no está por la labor, con lo que perderíamos una oportunidad histórica de alcanzar metas gloriosas para la historia de España.
BLOG DE PEDRO LÓPEZ ÁVILA: La tormenta ya estaba inventada