M. López Melero: «Derribando las barreras que impiden que un centro sea inclusivo» . (2ª Parte)

Voy a ir anotando cada una de ellas y cómo salvar dichas barreras.

Primera: La competitividad en las aulas frente al trabajo cooperativo y solidario.

En el contexto de la educación inclusiva, el aula se concibe como un espacio cultural y público que debe reflejar la cultura, valores y finalidades de la escuela, y donde el profesorado se entrelaza con el alumnado en un conjunto de interacciones para construir el conocimiento de manera compartida, formando una comunidad de convivencia y aprendizaje. En estas aulas el profesorado planifica la clase como una unidad, donde todo el alumnado sabe que puede haber algún compañero o compañera con dificultades para el aprendizaje, pero que si le ayuda, va a superarlas. Por tanto, todo el aula se convierte en una unidad de apoyo donde cualquier actividad no se organiza ni individual ni competitivamente, sino de manera cooperativa. Sin embargo, en raras ocasiones podemos observar en nuestras escuelas que los iguales actúan de manera cooperativa, muy al contrario, lo habitual es que los iguales contribuyan a la exclusión de las personas diferentes ya que las relaciones entre ellossuelen ser escasas y cuando las hay éstas suelen ser de menosprecio o de ignorancia. Siendo este uno de los primeros factores de discriminación.

Segunda: El currículum estructurado en disciplinas y en el libro de texto.

El currículum en el sistema tradicional se basa en dar información y reglas para aprender dicha información sobre la base de que hay un modelo previo de cultura que todo el mundo debe adquirir. En la escuela inclusiva debe ser un currículum que no produzca desigualdades ni educación de segundo orden o de baja calidad, sino que produzca reflexión y acción. Nos interesa enseñar a pensar, es decir, el desarrollo del proceso lógico de pensamiento más que el resultado. Enseñar a Pensar es enseñar a construir las herramientas de la mente y, a partir de aquí, el alumnado aprende a darle respuesta a las situaciones problemáticas de la vida cotidiana. Nosotros, desde el Proyecto Roma, lo construimos a través de proyectos de investigación que es un modo de aprender a aprender en cooperación. Dicha metodología favorece el aprendizaje autónomo de todo el alumnado, mediante la toma de decisiones reales y el desarrollo de las estrategias para «aprender a aprender’, tales como: planteamiento de situaciones problemáticas y explicación de las mismas, búsqueda de información, trabajo compartido en grupos heterogéneos, comunicación horizontal, conocimiento y comprensión del entorno, etc. Supone, por tanto, una actitud de búsqueda e indagación permanente.

Tercera: La organización espacio-temporal es una organización ad-hoc

El trabajo por proyectos de investigación requiere una transformación del aula, tanto en los agrupamientos como en la concepción del tiempo y del espacio. La enseñanza interactiva y el trabajo por grupos heterogéneos han de ser la nueva estructura organizativa del aula. Ésta se organizará de tal manera que el alumnado se ayude mutuamente y, aunque el alumnado que ‘no ofrezca dificultades’ (si es que éste existe) sea un soporte importante para aquellos que sí las tengan, el profesorado será siempre el principal apoyo en clase. Toda el aula se convierte en una unidad de apoyo. Desde el Proyecto Roma nosotros configuramos el aula como si fuese un cerebro con cuatro Zonas de Desarrollo y Aprendizaje, a saber: Zona de Pensar, Zona del Lenguaje, Zona de la Afectividad y Zona de la Autonomía. Con este modo de proceder lo que pretendemos es que el alumando sea consciente de propio proceso de pensar a través de la indagación y el diálogo.

Cuarta: Del profesor como técnico-racional al profesor como docente-investigador.

En una escuela inclusiva el papel del docente tiene que dejar de ser el de un mero transmisor de conocimientos pasados que debe aprender de memoria el alumnado, y se ha de dedicar a enseñar cómo se construye el conocimiento que aún no existe, dejando de ser un profesional como mero aplicador de técnicas y procedimientos (racionalista y técnico), convirtiéndose en un curioso investigador que sabe abrir espacios para que el aula se convierta en un lugar de aprendizaje compartido y autónomo, evitando ser un instrumento instrumentalizado del sistema, desarrollando su autonomía y su libertad como docente comprometido para el cambio y transformación social, es decir como un profesional emancipado que le permita mejorar su práctica a través de la reflexión compartida con otros colegas. Es decir, un docente-investigador.

Quinta: El aprender participando: de las escuelas antidemocráticas a las escuelas democráticas.

La educación en valores necesaria en la escuela pública, cuya finalidad es formar una ciudadanía responsable, no puede ser una labor exclusiva del profesorado, sino que ha de ser una tarea compartida entre familias, profesorado y demás agentes educativos (ayuntamientos, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación, etc. ). Esta corresponsabilidad educativa, además de ser un motivo ejemplar de convivencia para nuestros hijos, es un encuentro entre familias y profesorado, donde unos van a aprender de los otros y todos van a aprender juntos.

Si somos capaces de superar estas barreras todos los niños y todas las niñas, y los jóvenes en general, tendrán la oportunidad de desarrollarse cognitiva y culturalmente. En este sentido ¿cuáles serían las estrategias didácticas necesarias para lograrlo? Contestar este interrogante será motivo del siguiente artículo.

(*) Miguel López Melero. Catedrático de Didáctica y Organización Escolar. Universidad de Málaga.
Email: melero@uma.es y miguel.lopez.melero@proyectoroma.es
Telf.: 952 131096

(NOTA) Este artículo se publicó en la revista ESCUELA, Nº 3964 (29/11/2012 )

Otros artículos de Miguel López Melero difundidos en IDEAL EN CLASE:

«Derribando las barreras que impiden que un centro sea inclusivo. (1ª Parte) (15/11/2012)»

– Para hablar de escuela inclusiva, primero hay que soñarla (29/10/2012)

 

 

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