Éste es, una vez que se cruza la puerta de Ingresos, un universo aparte, que nada o casi nada tiene que ver con la vida real y cotidiana. Nuestra única ventana al mundo es la televisión, pues por mucho que cuenten los compañeros que salen de permiso, cada uno entiende el mundo según sus ojos y segurísimo que no son los míos.
Añoro mi tierra, Cádiz. Añoro sus gentes, sus playas. Pero lo que más añoro es sin duda alguna a esa gran mujer que me dio la vida: a mi madre, mi familia, ese trocito de mi corazón que no puede latir en paz por la distancia, por la añoranza y la necesidad de su voz, su mirada, sus risas, sus mimos y ahora os explico dónde está la magia.
Cada mañana, desde hace casi ocho años que llevo presa, despierto con una sonrisa. ¡Qué sorpresa! Me digo: sigo viva y todos los que quiero están bien, ¿qué más puedo pedir?
He trabajado mucho y en muchos sitios, tanto aquí en la cárcel como en su momento en la calle. Me he sacado el título de graduado en Secundaria y ahora quiero estudiar, hacerme universitaria, ¡cualquier cosa! Me hace mucha ilusión y mientras esté aquí podré sacarle partido a todo este tiempo.
Un día, por circunstancias que ahora no os voy a contar, se truncó mi vida. Todo se desmoronó. En un segundo perdí todo aquello que tenía. Pero, ¡ah!, “la magia”, yo no estaba perdida. Una vez superado lo ocurrido, que no es poco, busqué la forma de ser aquí dentro feliz. Todos los días me río, sobre todo de mí misma. Intento ver el lado bueno de las cosas. Intento ser buena gente con mis compis, que las hay “buenas” y “menos buenas”. Saco una sonrisa a todo lo que puedo, me busco actividades que me hacen sentir viva, realizada. Me gusta mucho interpretar. Me enamoro. Y, cómo no, en todos estos años he vivido el desamor, intenso, doloroso y tremendo como el amor. Como todo lo que sentimos, busco, pregunto, aprendo, amo, río, sueño, lucho y sobre todo nunca dejo de ser yo misma.
La magia de la cárcel está en no dejarse atrapar por esa parte derrotista y amarga, por esas penas tan intensas y tan falsas. La vida es una lucha diaria y muchas personas que están fuera viven mucho más presas que nosotras y hoy por hoy en peores circunstancias, pues no tienen ni para comer o pagar un alquiler o dar lo necesario a sus hijos.
Las familias están perdiendo sus casas, sus trabajos, su ilusión, su esperanza, su dignidad y ellos nos son culpables de ningún delito, pero pagan precios muy altos, son desahuciados de sus vidas, y ¿queréis que, como muchos presos, me sienta el ombligo del mundo? ¡No, hombre, no! En la vida siempre hay que luchar y mirar hacia delante.
Aquí en la cárcel sale también el sol, se encuentran buenos compañeros de viaje, pocos, pues en la cárcel la gente se vuelve rara, pero… como siempre existe un tesoro, “un amigo”, claro que sí.
Somos muchos los que vamos con una sonrisa, los que damos los buenos días, los que compartimos buena energía y positividad, y eso hace que exista; que cuando piensas que vas a tropezar o a caer, esa mano te coge y te sujeta; que cuando te sientas solo encuentras esa mirada cómplice y amiga.
Si quieres encontrar todo esto, ya sabes: hazte del club de los que queremos regalar una sonrisa, pues en un sitio como éste, no paga más condena el que más años tiene, sino el que peor vive el día a día.
Esta sonrisa de hoy es solo para ti. Porque si has leído esto, has logrado ennoblecer mi vida.
(*) Rocío Marchante Camas. (Módulo 10), Primer premio del VII Concurso de textos literarios, Prisión de Albolote. Otoño 2012