Aunque es un debate que se reactiva cada cierto tiempo, la polémica en torno a los deberes alcanzó su punto álgido la pasada primavera, cuando la influyente Federación de Consejos de Padres de Alumnos de Francia (FCPE) convocó una “huelga de deberes” de dos semanas de duración para manifestar su desacuerdo con lo que dicha organización califica de “trabajos forzados” fuera del horario escolar. Como señalaba Jean Jacques Hazan, presidente de la FCPE, “hace falta que los niños enseñen en casa lo que han aprendido en el colegio y no que enseñen en clase lo que han hecho en casa”. Los representantes de dicha federación esgrimen que los deberes son antipedagógicos, sin ninguna utilidad demostrada, alargan innecesariamente la jornada lectiva, reducen el tiempo libre de los alumnos y, sobre todo, incrementan las desigualdades entre los escolares que pueden recibir ayuda en casa y los que no, dependiendo del nivel socioeconómico y cultural de sus padres.
Pero vayamos por partes. Estas tareas para casa están de hecho prohibidas en la etapa Primaria –de los seis a los 12 años– en muchos países. En España, por ejemplo, desde 1956, cuando el Ministerio de Educación aprobó una circular al respecto. Pero la realidad es otra y el profesorado sigue imponiendo dichas prácticas, tanto que hoy son mayoría los alumnos de estas edades los que compaginan deberes y merienda. De hecho, los últimos datos oficiales, correspondientes al Instituto de Evaluación, dependiente de la Administración educativa, muestran que se ha incrementado el tiempo que los niños dedican a hacer los deberes en casa. El porcentaje de alumnos que emplea más de tres horas diarias ha aumentado de un 6% en el año 2003 a un 10% en 2007, y también ha crecido de un 18% a un 22% el número de aquellos que emplean entre dos y tres horas. Todo esto supone que un tercio de los niños y niñas de 6º de Primaria dedica más de tres horas diarias a estudiar en casa, y eso después de haber pasado buena parte de la jornada en el colegio, de nueve de la mañana a cinco de la tarde.
Firmes detractores
Con este bagaje no es extraño que a los deberes les hayan surgido firmes detractores en todas partes, defensores a ultranza de su desaparición, al menos en las aulas de Primaria. En Estados Unidos, por ejemplo, la mayoría de sus enemigos se aglutina en torno al libro The case against homework (Causa contra los deberes), escrito por Nancy Kalish y Sara Bennett. Esta última, una madre que mantiene desde hace años su particular cruzada anti-tareas escolares, se queja en un artículo de que la mayoría de los padres con niños de ocho a 13 años necesita al menos tres horas semanales para ayudarles a realizar estos trabajos, lo que les lleva a poner el grito en el cielo casi tanto o incluso más que sus hijos. “Una revisión de más de 180 estudios de investigación, realizada en 2006 en la Universidad de Duke –escribe Bennett–, halló que no parece haber correlación entre los deberes y el éxito académico de los niños en la escuela elemental. Incluso en Secundaria, la única correlación apreciable es que los alumnos que hacen los deberes reciben mejores notas de sus profesores. Pero no hay ninguna prueba que confirme que los deberes ayuden a cumplir retos educativos a largo plazo, como crear individuos con inquietud por el aprendizaje, creativos y capaces de pensar analíticamente”.
En Secundaria, más justificados
Precisamente un profesor de la Universidad de Duke, Harris Cooper, es la persona que más ha investigado sobre los deberes en Estados Unidos. Según sus estudios, las tareas escolares son más eficaces en Secundaria que en Primaria, porque los pequeños tienen más dificultades para vencer todas las distracciones de su entorno, mientras los mayores están más capacitados para dedicarle más tiempo a las labores que requieren mayor dificultad y esfuerzo. En opinión de este especialista, muchos maestros no han recibido formación específica sobre dichas cuestiones durante su carrera y “la mayoría simplemente improvisa sin reflexionar sobre ello”. Para Cooper, los deberes no deberían ocupar a los niños más de 10 minutos por curso y por día –y eso solo de lunes a jueves–, es decir, serían 10 minutos en el primer curso de Primaria, 20 minutos en segundo curso de este ciclo, y así sucesivamente hasta un máximo de dos horas diarias en la etapa Secundaria.
Pero en este punto hay que tener en cuenta la visión de muchos profesores de dicha etapa, que se quejan de lo contrario y se hacen la siguiente pregunta: ¿cómo van a ser capaces los alumnos de llevar a cabo deberes en casa con 12 años si no han aprendido y desarrollado gradualmente las destrezas necesarias para hacerlos anteriormente? Éste sería, en su opinión, uno de los graves problemas de Secundaria, que muchos estudiantes no suelen –o no son capaces– de hacer las tareas encomendadas por el profesorado, independientemente de la materia o del tipo de trabajo propuesto, precisamente por la falta de estudio y de trabajo en casa durante el ciclo educativo previo.
Apoyo
Lo cierto es que existen opiniones para todos los gustos. El director de la escuela Fructuós Gelabert, Joan Doménech, autor del título Elogio de una educación lenta (Grao), piensa que los deberes persiguen que los niños sean más autónomos en su aprendizaje y resuelvan por ellos mismo los retos educativos, eso sí, con una dirección y un apoyo adecuados por parte del docente. “Si el profesor dice: ‘Este ejercicio lo hacéis en casa’, sin asegurarse antes de que les ha dado las herramientas para hacerlo, estará pervirtiendo ese objetivo, pues, si no están preparados para ese reto, les aboca al fracaso y exige que dediquen tiempo y esfuerzo a algo en lo que fracasarán seguro”. Y lo mismo ocurre con la idea de que los deberes sirven como refuerzo en el caso de los niños que precisan más tiempo para aprender: “Si en cinco horas de clase no ha asumido unos objetivos y le mandas esas tareas para casa, el niño solo no podrá resolverlo y no le servirá de nada disponer de más tiempo”, aclara este especialista.
Por su parte, la profesora del departamento de Didáctica y Organización Escolar de la UNED, Ana Sacristán, cree que “tal como funciona hoy la escuela, los deberes son inevitables. En España es una práctica tan extendida que la consideramos normal y hasta exigible, porque se vincula con recibir una educación de calidad”. En su opinión, los deberes pueden ser beneficiosos, una oportunidad perdida o muy negativos, dependiendo de la jornada escolar que tenga el niño, de su edad, del tipo de deberes que le pongan y del tiempo que le ocupen.
Asumir responsabilidades
En su artículo Los deberes escolares: un poderoso aliado para el aprendizaje y la formación, Itziar Ibáñez, profesora de Lengua Castellana y Literatura en el IES Santa Teresa de Jesús de Madrid, sostiene que los deberes no tienen por qué acentuar las desigualdades entre alumnos. “Si bien es cierto que algunos padres pueden ayudar a sus hijos con determinadas tareas y otros, a causa de su escasa formación o de otros factores, no pueden hacerlo, debemos considerar los deberes como una responsabilidad del alumno, como algo que tiene que realizar solo a partir de la práctica docente diaria en el aula”. Desde su punto de vista es precisamente la enseñanza, la formación en clase, la que está encaminada a anular las posibles desigualdades entre alumnos. “Las tareas, eso sí, deben partir siempre de las técnicas y los contenidos trabajados en clase, y no deben requerir la utilización de herramientas que estén fuera del alcance de los alumnos ni la presencia de un adulto que los ayude”. Según Ibáñez, “a los padres, y también a los profesores, se nos escapa a veces que los alumnos deben asumir como responsabilidad propia el trabajo diario en casa, no como un castigo que les priva de su tiempo libre (hay tiempo para los deberes y tiempo para muchas otras actividades de ocio), sino como parte integrante de su desarrollo personal y de su vida”.
La opinión de los padres
Pero ¿cuál es la opinión de los padres? En nuestro país, las dos principales organizaciones del sector, CEAPA y CONCAPA, mantienen posturas poco concordantes. La primera de ellas ha denunciado en varias ocasiones la sobrecarga de deberes escolares, criticando que en los últimos años se haya incrementado el tiempo que los menores han de dedicar en casa a realizar estas tareas, lo que, a su juicio, demuestra que la escuela no responde adecuadamente a las necesidades educativas. Jesús María Sánchez Herrero, su presidente, considera necesario reducir el tiempo dedicado a estas actividades, en proporción a la edad del alumno, y cambiar el tipo de tareas. “Deberían ser –dice– de carácter complementario, muy motivadoras, relacionadas con la lectura, la investigación y la utilización de las TICs, donde podrían colaborar bibliotecas, museos, asociaciones y recursos del entorno escolar. Además, deberían poder hacerse sin la ayuda de un adulto”.
Por su parte, Luis Carbonel, presidente de CONCAPA, entiende que los deberes son un apoyo para el alumno “siempre que sean equilibrados y coordinados entre los profesores con objeto de que no resulten una carga excesiva”, y que tengan como función “ayudar a la adquisición de los contenidos trabajados en el colegio”. También está convencido de que contribuyen a “crear alumnos responsables, constantes, ordenados y a potenciar el esfuerzo y el afán de superación personal”.
Y ¿hasta qué punto los deberes suponen una sobrecarga para los padres y les restan el poco tiempo de que disponen después del trabajo? A esto Carbonel responde que los padres deben estar pendientes de los deberes de los hijos, especialmente cuando son más pequeños y requieren de atención y acompañamiento. “Conforme van creciendo deben estar pendientes de que los hijos los realicen apoyando y valorando su trabajo, pero no sustituyendo al hijo en su realización”. Más crítico es el responsable de CEAPA, para quien constituyen el problema de muchos progenitores, que salen tarde de trabajar y no disponen de tiempo, una situación que les desborda. “Además, crean tensiones entre padres e hijos. Muchas veces, para poder hacer los deberes estos últimos se quedan sin jugar, por lo que generan rechazo. Los menores necesitan tiempo para realizar actividades deportivas, culturales o de esparcimiento, que también contribuyen a su desarrollo personal”, aclara Sánchez Herrero.
Sin entrar en polémicas, ambas confederaciones mantienen sus propias creencias y principios sobre el asunto. Así, CEAPA propone reformar el currículo para establecer una enseñanza “más motivadora, práctica y centrada en la adquisición de competencias básicas”, y pide que se adecuen los decretos de enseñanzas mínimas de Primaria y ESO a la LOE. Según su presidente, todos los centros deberían ofertar programas de refuerzo educativo –los llamados “planes de acompañamiento educativo” en Primaria, y los PROA en Secundaria–, “de manera que al término de la jornada escolar los alumnos con más dificultades se queden un tiempo limitado en la escuela y reciban alguna clase de apoyo en las materias que lleven más atrasadas”. Para Luis Carbonel, los deberes contribuyen de forma decisiva al aprendizaje. “El profesor –apunta– tiene la obligación de explicar bien la materia y el alumno de atender y entenderla, pero con eso no resulta suficiente, ya que en muchas ocasiones es preciso realizar ejercicios que consoliden la teoría o memorizar lo explicado en clase”.
Adaptados a las necesidades del alumno
Parece haber un consenso en torno a la idea de que los deberes han de estar adaptados a cada alumno y a cada edad y deben dejar tiempo libre a los niños para jugar o realizar otras actividades deportivas y de ocio.
En su Informe sobre las Tareas Escolares, de junio de 2011, el Consejo Escolar de Navarra apunta algunas de las características que deben tener en cuenta los deberes escolares, entre ellas: su necesaria planificación y coordinación por parte del equipo docente; que sean adecuados, en cuanto a dificultad y tiempo requerido, a la edad del alumnado y a su nivel educativo; que sean motivadores y respondan a las necesidades individuales de cada alumno o alumna, priorizando los aprendizajes básicos instrumentales; que no reemplacen las clases ni sean impuestos como castigo o medida disciplinaria; y que contemplen las necesidades de descanso del alumnado en los periodos festivos y vacacionales.
En otros países
De las líneas precedentes se desprende que no existe consenso en torno a los exámenes y que la razón está en todas partes y en ninguna. Muchos países con los mejores resultados académicos de acuerdo con los estudios Pisa de la OCDE, como Japón, Dinamarca o la República Checa, tienen maestros que ponen pocos deberes. Los estudiantes norteamericanos hacen tantos deberes como los de otros países –si no más–, pero aun así sus resultados académicos se mantienen solo en la media internacional.
En Finlandia, el sancta sanctórum de la educación mundial en los últimos años, los escolares también tienen deberes y bastantes. Javier Melgarejo, un experto en el sistema educativo finlandés, señalaba en un reciente reportaje en ABC que en el país nórdico, como en otros del norte de Europa, “se tiene la convicción de que los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos y en segundo lugar está la escuela”.
En Alemania, un país que en comparación con otros tiene una jornada escolar relativamente corta, por lo general, no se destinan más de dos horas al día a los deberes y los alumnos de la Hauptschule (escuela básica) les dedican aún menos tiempo. En el país germano el derecho de los niños a jugar está incluso consagrado por una ley fundamental, por lo que tanto los pequeños como los padres reaccionan de inmediato cuando sus hijos reciben demasiados deberes para hacer en casa.
Antes de la iniciativa francesa sobre la huelga de deberes de la Federación de Consejos de Padres de Alumnos (FCPE) los ingleses ya habían dado la voz de alarma. En 2008, la Association of Teachers and Lecturers (ATL), la organización más importante de maestros de Inglaterra y Gales, concluyó en un estudio que los deberes “imponen una cantidad enorme de estrés, particularmente sobre los niños más desfavorecidos de hogares desfavorecidos”, y se convierten en una “fuente de insatisfacción que alimenta el resentimiento contra la escuela”. Otra investigación del Instituto de Educación de la Universidad de Londres venía a señalar, además, que los deberes pueden provocar tal enfrentamiento entre padres e hijos “que contrarrestan cualquier beneficio educativo que pudieran producir”.
Motivos a favor y en contra De acuerdo con las opiniones vertidas por profesores, padres y especialistas, estás serían algunas de las ideas favorables a la realización de deberes en casa, es decir, los motivos que los hacen “imprescindibles”, y todo lo contrario, las razones por las que son “desaconsejables”:
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– Revista MUFACE Nº 222, DICIEMBRE 2012
– Más sobre este tema: A propósito de los deberes (IDEAL EN CLASE, 25/OCTUBRE/2012)