No hemos sabido transmitir que la dificultad es lo que da valor a las cosas conseguidas y que para superar las dificultades es necesaria la perseverancia, pues de lo contrario viviremos instalados más en la reivindicación que en la generosidad, en la exigencia que en la comprensión o en la indiferencia que en la crítica y autocrítica.
No hay nada que agudice más el ingenio que la dificultad y la escasez. Dos circunstancias que nos han llegado prácticamente de la noche a la mañana sin que haya existido más falta por nuestra parte que el jugar a ser todos ricos con poco esfuerzo. Juego que, sea dicho de paso, nos han enseñado los banqueros y el propio sistema financiero, con el apoyo y el ejemplo de nuestros dirigentes.
El propio sistema ha ido empujando al hombre a no saber distinguir lo prescindible de lo imprescindible, hasta tales extremos que hemos llegado a no valorar y pasar por alto todo cuanto está a nuestro alcance, para correr tras lo que no se tiene hasta alcanzarlo, y valorarlo sólo cuando se pierde. Ya lo decía Machado se valora lo que se pierde.
Y así, cuando perdemos la salud, tanto más fuertemente nos abrazamos a la vida con más apego y hasta esta se ve de otra manera, pues es la propia naturaleza la que se encarga de bajarnos del pedestal de barro; lo mismo sucede cuando vemos peligrar nuestros bienes y tememos vernos privados de ellos. Vamos, como si cuando muriéramos pudiéramos llevarlos adheridos en la caja de difunto.
El hombre actual ha llegado a tal estado de desajuste existencial, que cuando se ha visto privado de sus ficticias posesiones, pues en la inmensa mayoría de los casos pertenecía a la usura bancaria, no ha llegado a comprender el verdadero sentido de su existencia. se ha visto embargado por la angustia, la desesperación y la impotencia más extrema.
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