José Manuel Caballero Bonald, el Poeta, narrador y ensayista

En su discurso pronunciado en la ceremonia de entrega del premio Nobel de las letras en español,  me llamó la atención algo que pudiera haber pasado desapercibido para muchos y que entiendo que es de gran importancia. Caballero Bonald dijo que quien no leía tampoco almacenaba conocimientos y quien no almacenaba conocimientos era apto para la sumisión. Siempre ha existido una recóndita creencia entre algunos poetas de que la palabra, la poesía y el poeta con su compromiso  podrían cambiar al mundo. El poeta comprometido ante la injusticia, el mundo del trabajo y el anhelo de libertad han sido durante mucho tiempo elementos temáticos lo suficientemente liberadores, entre determinados autores, como para sustentar las intenciones de cambio social. De ahí, que la poesía haya sido considerada por muchos  como una importante arma de lucha contra la sumisión y los sistemas establecidos en donde no existe la libertad e impera la tiranía.

 Ya Vicente Aleixandre decía que el poeta es una conciencia puesta en pie hasta el fin. Gabriel Celaya diría que la poesía es un instrumento, entre otros, para transformar al mundo y si nos remontamos al S. XIX, Shelley, el poeta romántico inglés (que entendía la poesía como el registro de los momentos mejores y más felices de las mentes mejores y más felices) llegó a decir que los poeta son los legisladores no reconocidos del mundo. Y decía esto tal vez pensando en la influencia de los poetas en la formación de las ideologías de su época. Hoy día muy poca gente puede creer que el mundo se pueda transformar  con libritos de poemas. Sin embargo,  la poesía es una de las actividades más inmensamente humanas que nos hace ver lo que de otro modo no alcanzaríamos a ver jamás, que nos hace ver desde la oscuridad un espacio moral nuevo, porque jamás se sustentará en la supremacía de los poderosos, sino en la defensa de los desahuciados, en los desheredados sociales, en los que sufren o en los que aman.

A partir de ahora se venderán muchos más libros de Caballero Bonald que será leídos por los de siempre, otros quedarán en las estanterías de los pedantes y otros se abandonaran al leer sus primeras páginas, porque «no almacenan conocimientos suficientes». Hay un tipo de poesía a la que la barbarie de los mercados y de los políticos no podrán nunca convertirla en superflua, sino en necesaria. Una poesía que se fundamenta en un nuevo orden moral. Una poesía que nos habla de un porvenir colectivo que sólo con los poetas llegamos a entrever. Decir que los poetas sólo hablan de amor y de metafísica es el olvidarse de lo mucho que la humanidad ha necesitado de Anacreonte, de Ovidio, de Quevedo, de Neruda, de A. Machado o de Benedetti, por ejemplo. Por eso, Caballero Bonald también dijo en su discurso» hay que defender la palabra contra quienes quieren quitárnosla. Esgrimirla contra los desahucios de la razón».

Desde luego, la obra, especialmente la poesía, de Caballero Bonald está fuera de toda tendencia grupos o familias a la que adscribirla, pues eso significaría que lo importante es la pertenencia al grupo y desdeñar el torrente de originalidad individual que desprende su obra, tanto en su estilo, cuanto en su ética. Fanny Rubio dice que Caballero Bonald «interpreta una ética de la escritura disidente de lo convencional, por contravenir estilísticamente las normas, por negar el ejercicio dinámico del texto y por dignificar el fluir de la lengua».

En estos momentos cruciales de la historia se hace más necesaria que nunca la poesía de nuestro flamante Premio Cervantes, para que como él mismo dijo «corregir las erratas del pasado y que esa credulidad nos inmunice contra la decepción». Hoy, su radical y perseverante militancia a la insumisión, cobra la máxima actualidad en su interpretación de la vida, a través de su experiencia, en su obra. Así lo  podemos comprobar  en su poema «Santoral» de su libro Diario de Argónida de 1997: Suele el sumiso, el amansado,/ comulgar indistintamente/ con ruedas de molino o con sagradas/ formas, mas no por eso acepta/ sin razonables dudas/ la subida veloz a los altares/ de algún palurdo padre de la patria.

Un hombre, un poeta, con 86 años, Caballero Bonald, sigue siendo siempre fiel a sus principios de compromiso social. Nunca ha dado de espalda a la injusticia y al  sufrimiento y  se reafirma delante de algún palurdo padre de la patria, a través de su discurso,  que ahora aplaude con sonrisa de hiena. Caballero Bonald simboliza la resistencia frente al poder destructivo de los que quieren arrinconar la palabra.

 

Pedro López Ávila

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