Pronto me fui haciendo mis círculos más cercanos, casi siempre entre la gente más joven, los de mi edad… y así surgió una pandilla “mixta” que nos reuníamos fuera de la Normal para pasar largos ratos de ocio… y digo que nos reuníamos fuera porque dentro estaban totalmente prohibidas las reuniones “mixtas”, todos recordaréis el biombo que separaba ambas alas del edificio y que solo subíamos juntos el primer tramo de escalera… a partir de ahí, las futuras maestras hacia la derecha y los futuros maestros hacia la izquierda.
Pero fuera de la escuela nadie podía separarnos y fueron años de muy gratos recuerdos y de muy buenos momentos con grandes amigos y amigas… fiestas, cine… y en medio de todo, la pedagogía, con doña Maria Luisa Almenzar, la música, con doña Maria Luisa Calvo, la historia con don José Ulecia, la religión, con don Pedro, la caligrafía y las prácticas de enseñanza con don José Vera, las matemáticas con don Agustín...
La verdad es que pasaron los tres años en un suspiro, tres años que culminaron en un inolvidable viaje de estudios a Madrid y Galicia en el que tuve la suerte de participar porque mis padres hicieron un esfuerzo para ello y en donde hice nuevas amistades también inolvidables entre las maestras: Isabel, Consuelo, Marga… porque los maestros, después de tres años nos conocíamos todos y éramos buenos amigos, no recuerdo ninguna enemistad de aquella época.
Con apenas 17 años
Y así, con apenas 17 años era maestro… demasiado joven para enfrentarme a una escuela, así es que decidí (y decidieron en casa) que hiciese Filosofía y Letras, en lo que me licencié cinco años después, justo en el momento en que me tocaba afrontar cumplir con el entonces “deber con la Patria”… algo más de un año en Melilla y a la vuelta ya no había excusa… ya había que dar la cara, ya había que empezar a trabajar… tenía 23 años.
Y aquí empieza, creo yo, el capítulo mas importante de mi carrera como maestro, el contacto con mi primera escuela que os narro con un poco más de detalle porque yo creo que marcó la continuidad de la misma por la importante que fue, por lo que significó en mi vivir, mi paso por Yunquera, un pequeño pueblo de la serranía en Málaga.
“Comenzaba a caer la tarde de aquel frío día de enero de 1975. Después de un largo viaje, llegaba a mi destino, un pueblecito del que jamás había oído hablar, perdido en mitad de la serranía de Ronda: Yunquera, en la Sierra de las Nieves.
Mi odisea había comenzado muy temprano en Huelma, mi pueblo cuando, de madrugada, cogía el autobús hacia Granada donde seguiría mi travesía en otro con dirección a Málaga, una ciudad que tampoco conocía; y cuando llegué a Málaga, el definitivo que me llevaría a Yunquera a través de largas y empinadas cuestas y paradas, muchas paradas…Cártama, Alozaina, Casarabonela… y por fin Yunquera.
Ya casi de noche, el autobús me dejó a la entrada del pueblo y, con mi vieja maleta de cartón forrada de tela que mi madre me preparó con tanto cariño y que ella llenó con la ropa que iba a necesitar pero que, además, yo ya la había llenado de ilusiones, me encaminé hacia el centro del pueblo… pregunté por un lugar donde poder alojarme y me indicaron la fonda de la plaza; allí fui y quedé encantado con el trato con el que fui recibido por su dueña, una mujer mayor que me recordaba a mi madre por su cariño al hablarme, por su delicadeza y atenciones hacia mi… me dio mi habitación, dejé mi maleta y, sin parar a nada más, le pregunté donde vivían el alcalde del pueblo y el director del colegio y a sus casas me encaminé para presentarme.
Con mi único traje, mi traje azul marino, para ir bien “presentable” como me decía mi madre, salí de nuevo a la calle: era el último día de las vacaciones de Navidad y al día siguiente se reanudaban las clases… para mi comenzaban por primera vez.
Recibimento cordial
El recibimiento fue igual de cordial, tanto por el alcalde, como por don Víctor, el director, un señor ya mayor, un hombretón del norte, fuerte, que llevaba allí muchos años, tantos que era ya una más de las instituciones del pueblo. Me dio la bienvenida y sus primeros consejos, que yo absorbía como una esponja, y regresé de nuevo a la fonda para cenar y descansar….
Ya ansiaba la llegada del nuevo día para entrar por primera vez en contacto con una escuela “para mi solo”. Por supuesto que me desperté mucho antes de la hora necesaria…estaba impaciente y no quería ni pensar en la posibilidad de dormirme y llegar tarde el primer día. Sentía un cúmulo de sensaciones mezcladas, entre ilusión y miedo, alegría y desconfianza en mi mismo, temor a no estar a la altura y no ser capaz de responder a lo que se esperaba de mi…
Llegué al colegio el primero, antes de que estuviese abierto… ya había un grupo de niños jugando en la puerta, esperando que llegaran sus maestros…. Yo les veía y, entre asustado e ilusionado me preguntaba ¿qué curso me darán? ¿serán niños muy mayores? ¡ojalá que no…me daría mucha vergüenza! Pero todo se despejó en pocos minutos, cuando llegó don Victor, me llevó a su despacho y me dijo que yo estaba allí para sustituir a un maestro que estaba en la “mili”y que mi curso iba a ser un grupo de alumnos de tercero de EGB que estaba en un edificio anejo al principal…. ¡suspiré un poco, aliviado!.
Hacia allí dirigí mis pasos, acompañado del director, que me dejó en mi clase y ante mis primeros niños tras presentarme oficialmente a ellos… ¡y llegó la hora de la verdad! ¿qué hago? ¿Cómo aplico todo lo que he estudiado durante mi carrera?… la verdad es que lo primero que pensé es que todo lo que había estudiado no me servía de nada… a mi me hacía falta saber cómo empezar a trabajar con esos niños que me miraban expectantes, ilusionados…
Mi reacción fue rápida y empecé a hablar con ellos para romper ese momento de frialdad y ganarme su confianza… me presenté yo y luego les pedí se presentaran cada uno de ellos… y funcionó; cuando terminamos este protocolo ya se había roto esa barrera que nos separaba , y ellos mismos me dijeron qué hacían cada día, así es que solo quedaba ponerse manos a la obra… cuentas y lectura sobre todo.
Los días siguientes fueron cada uno más sencillo que el anterior… ¡iba cogiendo experiencia!, además de que me encontré con un grupo de compañeros acogedores que me ayudaron y me orientaban en todo lo que les pedía. Y había dos de entre ellos con los que hice una amistad especial, los dos jóvenes, como yo, los dos solteros, los dos con mucho tiempo y con pocas obligaciones tras las clases que, en aquel entonces, eran en doble sesión de mañana y tarde.
Esos maestros eran Ascensión, del cercano pueblo de Casarabonela de la que jamás he vuelto a saber , y Antonio, malagueño pero con familia en el pueblo, con el que pasé mis ratos de descanso por las tardes… No había muchos sitios a donde ir, así es que paseábamos, y tomábamos nuestras cervezas ya al anochecer. Antonio, después de tantos años, aún es mi amigo y seguimos en contacto cercano.
No me costó mucho acostumbrarme a la vida del pequeño pueblo y conocí nuevos amigos y amigas ajenos a la escuela… trabajadores que paraban en la pensión y chicas jóvenes, estudiantes unas, y “chicas de su casa” otras, con las que también salía con frecuencia… me parecía mentira lo que mi vida había cambiado en pocos días… ya me gustaba ser maestro y deseaba ilusionado que llegara cada mañana para volver a encontrarme con mis niños a los que recuerdo, después de tantos años, con gran cariño y de los que he podido comprobar, gracias a las nuevas tecnologías y a las redes virtuales de internet, que también me recuerdan… les conocí con 8 años y ahora tienen 43… hemos retomado el contacto, han buscado mi teléfono, no se cómo y alguna me ha llamado y es muy posible que próximamente tengamos un encuentro… entonces es cuando comprendes lo bonito que es haber sido maestro y que la paga mas grande que recibe el maestro no es la que se cobra mes a mes sino la que recoges con el paso del tiempo… el cariño y el recuerdo que has dejado en esos niños entonces, hombres y mujeres ahora, y ellos en ti.
Sólo estuve con ellos tres meses, porque en abril llegó el maestro titular de la clase que se me había asignado y a mi me dieron un nuevo destino, un lugar que iba a marcar definitivamente mi futuro… allí iba a encontrar y a conocer a quien iba a ser mi mujer y con la que ya he compartido 34 años de mi vida.
Pero volvamos al relato: mi nuevo destino fue San Pedro de Alcántara, un anejo de Marbella; allí me encontré un macro colegio con desdoble en mañana y tarde por la cantidad de alumnos… eran los años del boom de la construcción y del turismo y San Pedro era uno de los lugares claves de atracción de trabajadores para atender las nuevas necesidades.
Esos meses de final de ese curso me hice cargo de un grupo otra vez de tercero pero esta vez sólo de niñas. Su maestra estaba con permiso por embarazo… las niñas eran encantadoras, muy trabajadoras, y derrochando todo el cariño y su simpatía hacia mi.
¿Y cómo conocí a mi mujer? Pues resulta que era una de las alumnas de 8º de EGB, de las mayores. Yo me hice muy amigo de sus maestros, en especial de uno, que sigue siendo uno de mis grandes amigos, Pepe, y ese año él que organizó el viaje de estudios de los alumnos de 8º, me invitó a acompañarles… allí perdí mi miedo, mi desconfianza al trato con los alumnos mayores y fui uno más en el grupo. Yo, dada mi juventud, me sentía más cercano a ellos y ellos a mi y en un grupo que se acercó mas a mi tras el viaje, estaba Angeles…
Al curso siguiente seguí en San Pedro contratado por el Ayuntamiento, porque “ya había recortes”… la Delegación decía que no faltaban maestros y el Ayuntamiento decidió contratar a tres más, entre ellos a mi… yo no se la Delegación en que se basaba para afirmar que no faltaban maestros, pero a mi me tocó un grupo de sexto, por la tarde, en el que tenía más de 60 alumnos… ocupaban hasta mi mesa…
Pero esta ya es otra historia que dejo para “Mis Memorias”, y en la que he hecho esta pequeña incursión para contaros cómo llegué a mi segundo pueblo y cómo conocí a mi mujer, que pudo ser mi alumna pero que no lo fue y con la que he compartido lo mejor de mi vida.
Vuelta a Granada
Luego aprobé las oposiciones en Granada y pasé, de forma provisional por Torrenueva, en donde también dejé grandes amigos entre mis alumnos y compañeros y me marcó en mis recuerdos.
Después Motril, Guadahortuna y, por fin mi primer destino definitivo que marcó otro “hito” en mi vida porque, además de la buenísima gente con la que me encontré en aquel pequeñísimo pueblo alpujarreño, estando allí me casé y allí se gestó mi primer hijo… ese pueblo fue Picena, en el que hice de maestro, de consejero, de taxista (sólo había dos coches el del taxista y el mío y cuando él no estaba algunas veces me tocó hacerlo a mi cuando surgía alguna emergencia), también hice de compañero de trovos de algún viejo trovero…
Un pueblo en el que, a pesar de los 33 años que han pasado, aún conservo muy buenos amigos. Es verdad que nos sentíamos como en casa (aunque me costó trabajo conseguirlo al principio… desconfiaban de los extraños..) y no es menos verdad que todo el pueblo fue nuestra gran familia… tuve además la suerte de tener una escuela unitaria… para mi era mucho más trabajo, porque no me daba tiempo a respirar, pero los alumnos mas atrasados tenían ocasión de recuperar al participar de las explicaciones de los mas pequeños y los mas espabilados, adelantaban con las de los mayores. Un único problema: que estaba muy lejos de Granada… sobre todo en el invierno, y en enero, cuando aún no estaba demasiado integrado en el pueblo, pedí traslado y me lo dieron… Los padres intentaron, con mi consentimiento, hacer gestiones en Granada para que me quedase, pero ya no fue posible.
Y así en 1980 llegué a Carchuna, en donde he sido maestro hasta que me jubilé en 2011, hace dos años… aquí la mayor parte de mis años lo han sido de director, tengo muchísimos amigos entre las familias y es el pueblo en donde vivo y en el que cada día, cuando me despierto, mi primer pensamiento es que he sido muy feliz, que soy feliz, porque durante mi vida he estado haciendo lo que más me gusta, enseñar, y que me siento muy orgulloso de poder decir a los cuatro vientos … que “yo fui maestro”.
Bernardo Roa Guzmán
TEXTOS PUBLICADOS: – ‘Lo que he sido se lo debo a mi primer Maestro’, por Antonio Ruiz Esperidón – ‘El espíritu de la promoción de Magisterio 1965-68’, por Francisco García Espínola – ‘Yo fui maestro’, por Bernardo Roa Guzmán |
PROXIMAMENTE: – ‘Maestro del 68’, por Manuel Titos Martínez – ‘Recuerdos de mi juventud’ por Asunción Villena Villena – ‘Mil gracias por la felicidad que nos proporcionáis’ por Carmen Martínez Mallorquín (Barcelona). – ‘Anécdota en la clase de Religión’ por Valentina Serrano – ‘Así era la vida’ por Mercedes Liñán – ‘Carta abierta a los Maestros de la promoción 1965-1968’ por Carmen Jiménez – ’41 años dedicada al “bello oficio» de enseñar’ por Elena Alonso – ‘Sueño con Granada’ por Carmen Blanco – ‘Tres anécdotas y un emotivo recordartorio’, por Enrique Mateos Alarcón – ‘Parece que fue ayer’, por Rosi Jiménez Ballesteros – ‘Recuerdos’, por Carmina Cueto Antequera – ‘Maestros y maestras, juntos en el 45 aniversario’ por Antonio Luis García Ruiz |
INFORMACIÓN RELACIONADA Y GALERÍAS DE IMÁGENES: – El 5 de octubre, fecha elegida para el reencuentro de maestros y maestras de la promoción 1965/68 – Maestros buscan a sus compañeros y compañeras de la promoción 1965-68 – Encuentro de maestros de la Normal de la promoción 1965-68 |