‘Recuerdos de mi juventud, a la que tanto añoro’ por Asunción Villena Villena ¡¡ Capri, c’est fini…!!! Pensar que allí nació… nuestro primer querer…!!! … No volveremos más… a esa isla desierta…!! …. Era final del verano del 65. Así comienzan mis mejores recuerdos de juventud cuando por fin me liberaba y me veía en Granada sin mis padres controlándome y estudiando mi carrera de Magisterio… todo era nuevo para mí. En los fríos mañaneros del mes de octubre, cuando me bajaba del tranvía de Padul (cuyos asientos de tablillas me pillaban pellizcos en el “culo” ) y caminaba desde el Isabel la Católica a Reyes Católicos y Gran Vía , iba “helaita” de frío. Iba de estreno con mi nuevo abrigo pues ya había hablado con mis abuelos que me hacia falta un chaquetón, era yo su primera nieta que estudiaba y tenia que ir “bien puesta” “Ella anda tranquila y silenciosa, ella ya no es mi amor, libre es para amar ” Siguen viniendo a mis recuerdos aquellas canciones de Adamo, aquellos rezos en la Virgen del Triunfo cuando era 7 de diciembre… El paso del Ecuador de 2º de Medicina en el Kenia de noche, me llevó una compañera más “avanzada” que yo ¿se llamaba Cari? No recuerdo, seguro que si está hoy en el encuentro la recordaré. Y tengo recuerdos para llenar un paquete de folios pero quiero ser breve como los conceptistas de literatura: lo bueno si breve… Hoy estoy jubilada, ya incluso soy abuela, tengo una nietecilla Claudia, pelirroja y con los ojos azules y… se me olvidaba mi marido y mis dos hijos: Pablo y Mª Jesús cuyo nombre tiene que ver con aquellos tiempos, cuando estaba “helaita” y me metía de camino en la iglesia del S. Corazón de Jesús… y junto a los radiadores me calentaba antes de llegar a la Normal. Me encontraba con los bedeles, Concha y Leonor, nos hicimos amigas. Siempre llegaba tarde al Torreón a la clase de Agricultura, era a primera hora y me gustaba dormir. Cómo voy olvidar aquella anécdota en la que una mañana iba yo pensando por la calle Buensuceso…una mañana de invierno encerrada con mi chaquetón… y un chico que descargaba un camión en voz alta me dice: “ quilla, bien vendía, no te compraba por dos reales “ yo me reía. ¡Qué aspecto llevaría aquel día, tan temprano y en pleno invierno! No me quiero despedir, sin recordar el “saludo”, de quién ha hecho que este encuentro sea para mí una realidad, me refiero a la llamada que me hizo mi amiga Visi, después de mucho buscarme. “Villena, mala puñalá te peguen”. Besos a Visi y Conchi, y a todos los organizadores del evento, y los demás compañeros de Magisterio, de la promoción 65-68. Con mucho cariño. Asunción Villena Villena. |
‘Mil gracias por la felicidad que nos proporcionáis’ por Carmen Martínez Mallorquín (Barcelona). Una llamada de Telf. y el despertar de la memoria. El día 2 de septiembre viajaba por Huesca, cuando el Telf. suena, RINNNNGGG, repetidas veces, cojo la llamada y oigo: Soy Consuelo, te llamo, porque un grupo de maestros de la promoción del 68 hemos decidido reunirnos y poder celebrarlo, me quedo sin habla, han pasado 44 años desde que marché de Granada a Barcelona, nunca he vuelto a ver a ninguna de las compañeras de aquellos años, la noticia me hace saltar todas las alarmas de la memoria. Una llamada de Antonio Ruiz y unos correos de Visi y las fotos de aquellos años, hacen el resto. Desde ese día, el disco duro de mi cerebro se ha dedicado a desempolvar recuerdos, ha puesto en ebullición unos mecanismos desconocidos para mí, que hacen que cada día aparezcan nuevas imágenes olvidadas, nuevas caras, nuevas anécdotas, que no se donde estaban metidas hasta ahora. Bendita llamada, ¡¡¡¡digo cada día. No se puede pagar el esfuerzo que están realizando estos compañeros/as, es meritoria su labor de generosidad, compañerismo y trabajo, pero si se puede agradecer, por ello sirva este escrito como pincelada de agradecimiento sincero a todos ellos/as. Han despertado mi memoria, han logrado que después de 44 años tenga la oportunidad de ver a gentes que quise mucho, sin pensarlo mas he reservado un billete de avión y volaré a Granada el día 5 de octubre, para participar en esa comida, en esos abrazos, en esas lágrimas y risas. Mi asistencia, es una forma también de agraderles su esfuerzo, estar allí con todos ellos. Os adelanto mis abrazos y os doy mil gracias por la felicidad que nos proporcionáis.
Carmen Martínez Mallorquín. Barcelona 7 de septiembre del 2013 |
‘Anécdota en la clase de Religión’ por Valentina Serrano Esta anécdota la cuenta una compañera que recuerda esos años como “INOLVIDABLES”. Yo voy a contar esta, sé que habrá otras muchas de tantas que nos ocurrirían a lo largo de estos “INOLVIDABLES AÑOS” en los que nos estábamos formando para ser, no profesores de E.G.B., ni maestros de Primaria o Secundaria, si no “MAESTROS DE PRIMERA ENSEÑANZA”. Soy Valentina Serrano Valero, algunas me recordareis bien y otras no tanto, pues éramos muchas y cada una teníamos nuestro grupo. A mí me pasa igual, de algunas me acuerdo bien, viendo las fotos de esos años, de otras no tanto. Con algunas de vosotras habré coincidido en algún Centro y os recuerdo mejor. Bueno, voy a contar esa anécdota. Curso 1966 – 1967 ( 2º curso de carrera ). Era por la tarde. Las clases de Religión las dábamos en el salón de actos, porque asistíamos los tres grupos de 2º ( A – B – C ) juntos. Las sillas del salón de actos eran unos sillones que tenían un brazo a modo de mesa para poder apoyarse para escribir. El profesor era un sacerdote, creo recordar que se llamaba D. Rogelio. Estábamos sentadas por orden de lista, así es que si alguna faltaba estaba, estaba su hueco, un sillón vacío. Empieza la clase, y al profesor le da por preguntar el tema que teníamos que haber estudiado ese día. Coge la lista y empieza a nombrar. La primera a la que llamó, Juana Alcolea, estaba sentada dos o tres sillones después del mío. Se conoce que no se sabía el tema, y se calló, haciendo ver que no estaba en clase. El profesor continuo con la lista llamando a otras cuantas más que siguieron el ejemplo de Juana Alcolea, callarse. El hombre se mosqueó un poco, puesto que no veía tantos huecos en la clase. Entonces cambió la estrategia. Empezó a llamar por números. El primero que dijo fue el mío, lo recuerdo bien, 203, y yo como si fuera un autómata me puse de pie. Siguió diciendo números…204, 205, y las chicas a las que les correspondía igualmente se fueron levantando, pues nos dimos cuenta que no nos iba a preguntar, sino que lo que quería era ver dónde estaban los huecos de las que llamó y supuestamente no estaban. El siguiente número era el de Juana Alcolea. A esta se le ocurrió la brillante idea de agacharse y esconderse detrás de la fila siguiente de sillas, y allí permaneció durante toda la clase. Podéis imaginaros el cachondeo y las risas contenidas durante todo el tiempo que duró la clase. Un abrazo y que el encuentro sea algo bueno para todas y lo recordemos el tiempo que nos quede por vivir, como recordamos el tiempo que pasamos juntas en La Normal.
Valentina Serrano |
‘Así era la vida’ por Mercedes Liñán La verdad de nuestra generación es que fuimos chiquillos felices. En lugar de tecnología teníamos amistad , cercanía con las personas e imaginación. Normal esto último,porque al faltar juguetes sofisticados los fabricábamos nosotros. Con una caja de zapatos y una cuerda, ya teníamos un carrito. Con tela, lana, hilos y serrín nos hacíamos una muñeca. Jugábamos a los cromos pero también recuerdo jugar de la misma forma a los sellos que los traían los ovillos de hilos de colores que se usaban para el punto de cruz y otras labores. Yo como me crié en casa con campo (y ya termino), buscaba tejoletes de platos rotos para jugar a «casicas»,alfombraba con pétalos de rosas un poyete para hacer una celebración, por ejemplo bautizar a un muñeco. En fin, que mi infancia y mi inocencia duraron mucho más que la de los niños de ahora y doy gracias porque la etapa de la niñez es la más corta y encima a muchos niños del siglo XXI se la están robando. Un abrazo a todos. Mercedes Liñán Rubio |
’41 años dedicada al “bello oficio» de enseñar’ por Elena Alonso Nací en Trevélez y mis padres, campesinos de pocos recursos, decidieron buscar para sus hijos una vida mejor. En el año 1.953, decidieron venirse a Granada. Mis primeros pasos de alumna los di en el Colegio Calderón frente al Palacio de los Patos. Allí aprendí las primeras letras y números entre las palomas que portaban las monjas en su cabeza. Después pasé al colegio de Santo Domingo en Las Vistillas. Allí cursé hasta 5º de Bachiller. Fui una niña pobre en un colegio de niñas de las familias más acomodadas de nuestra ciudad. Guardo un recuerdo entrañable de las monjas dominicas. En 4º de Bachiller, gané el Concurso de Redacción de Granada que organizaban los Concesionarios de Coca Cola y el Diario Patria. Las monjas se alegraron de esto mucho por mi situación económica tan distinta al resto de las alumnas. Pero, ni yo misma sabía lo que la vida me iba a regalar al tomar la decisión de estudiar para ser Maestra. Renuncié a las oposiciones para quedarme en un colegio concertado de la capital y allí conocí al que, después, fue mi marido. Este año me he jubilado. Los 41 años dedicada a este “bello oficio” me han dejado un regusto en el alma difícil de olvidar. El Polígono de Cartuja no es terreno fácil y, creo que, esa circunstancia, me espoleó para esforzarme de manera especial con esa gente. Tuve algunos maestros y maestras que siempre han sido dignos de mi reconocimiento y he intentado imitarlos en el trato con mis propios alumnos y alumnas. Por mi mano han pasado bastantes generaciones. Ahora disfruto cuando me llaman la atención por la calle y me dan un sincero abrazo. Gozo del privilegio de haber tenido como alumnos/as a personas que ahora desempeñan cargos importantes: un sacerdote, un juez, médicos, enfermeras, profesores, profesiones liberales, etc. Pero, también, alumnos que no supieron encauzar su vida y han pasado por cárceles, droga, etc. De todos guardo recuerdos imborrables que ahora me están sirviendo para abastecer mi memoria y dar gracias por haberme dedicado a esta hermosa profesión. Un abrazo para todos/as. Elena Alonso |
‘Sueño con Granada’ por Carmen Blanco Solo aquel que se fue sabe lo mucho que perdió de esa hermosa tierra, me apasiona toda ella y el tiempo que viví allí, solo tengo hermosísimos recuerdos. Éramos niños de la calle, jugábamos en la Alhambra y nos conocíamos los recovecos del albaicín y subíamos o bajamos por cualquiera de sus cuestas. El Carmen de los Mártires, sitio de encuentros y placidas puestas de sol. El Generalife, podíamos pasear por todos lados y abrazarnos a los leones y contemplar en silencio la ciudad desde el salón del trono nazarí. Disfrutaba de la sierra nevada en invierno y no teníamos arrastres, solo el albergue universitario y en cuanto llegaba Mayo después de las cruces en el albaicín, comenzábamos el bajar a Almuñécar a bañarnos o a veces nos perdíamos en Órgiva, Lanjarón o nos adentrábamos en las Alpujarras, a mi me toco hacer un trabajo y me ayudó Carrascosa, me la recorrí entera y fue especial. Y la Sierra en su tranvía ¡qué bonito! En el Corpus, paseábamos por el paseo en coches engalanadas, o nos íbamos a las casetas y a la plaza Bibarrambla a ver las carocas y ver la tarasca pasar que nos marcaba la moda. Y en Semana Santa nos subíamos al suspiro del Moro unas veces para ver pasar la procesión del Cristo de los gitanos por las 7 colinas o bajábamos a adentrarnos a su paso por entre los gitanos( era peor por el aplastamiento), PERO SOBRECOGEDOR POR SU DEVOCION Y SAETAS. La Bajada de la Señora de la Alhambra por la Puerta de Gomérez… o el Campo del Príncipe, el viernes Santo. No había una ciudad que hubiera vivido más intensa y con tanto amor y belleza como Granada. El Encuentro con mis viejas compañeras sobre todo ahora y con los chicos, aunque no compartíamos pupitre, pero alguno debería de recordar porque hicimos el último curso una obra de teatro: La Sangre de Dios de Alfonso Sastre, yo era Laura y compartimos ensayos y representaciones y también salidas y excursiones el grupo de teatro. Esto nos divirtió muchísimo y nos unió, así como que nos hizo muy populares nos saludaban todas y todos por la calle, o por las escaleras de separación. Me ha llenado de emoción e ilusión. Voy como una veinteañera y me ha entusiasmado que me buscarais con ese tesón y dificultad, y más que nada porque al ser mujer no solemos dejar rastro al irnos. Y vuelvo con vosotros después de 45 años, llenísima de ganas. Gracias por buscarme y acordaros de mí. Carmen Blanc |
‘Parece que fue ayer’, por Rosi Jiménez Ballesteros Parece que fue ayer cuando subíamos en la furgoneta de Anselmo, mi panadero. Tomábamos rumbo a Cáñar, mi primer destino como maestra. ¡Qué ilusión y qué miedo!. Me adjudicaron por la mañana y por la tarde ya estábamos en camino. Anselmo, oriundo de Órgiva, conocía muy bien la zona y se brindó a llevarnos a mí padre y a mí. Al caer la tarde, yendo por la carretera de Lanjarón, me dijo: «Niña… ¿ves aquellas luces que se ven como en el cielo…? ,eso es Cáñar». ¡No hombre ,eso son las estrellas, le contesté yo!. Pues no, no eran estrellas, realmente era el pueblo. Llegamos anocheciendo y preguntamos por el domicilio del alcalde. Nos lo indicaron y allí nos encaminamos; llamamos a la puerta y salió su señora, una mujer mayor con un pañuelo negro en la cabeza. Preguntamos por su marido y en ese momento nos dijo:»Miren por donde viene». Era un alcalde un poco atípico, venía con su piara de cabras, su bastón, el perrillo y su taleguilla con la comida. Nos presentamos y nos invitó a entrar en la casa, “a convidarnos a un vasillo de vino”. A mí me echó una copilla de anís. Estuvimos hablando sobre el pueblo, la familia, su trabajo… y fuimos tomando confianza. Por mi estancia en Cáñar me dijo que no nos preocupáramos, que me podía quedar en su casa, que ellos no tenían hijos y les daría compañía. Pero había un problema, la cama destinada para mí tenía un colchón de “farfolla” (hojas secas que envuelven a la panocha), y eso no era lo más indicado para una señorita. Pero no había problema, yo dormiría con su mujer en la cama con colchón de lana de sus ovejas y él dormiría en la cama de “farfollas”, hasta que mi padre trajera un colchón. Y así lo hicimos. La primera noche dormí con la mujer, un poco apurada… pero bueno, ellos pendientes de mí ofreciéndome todo lo que tenían. Estuve seis meses dando clase en Cáñar y nuestra amistad duró hasta que fallecieron. Otro destino que dejó huella en mí fué el de Las Majadas, una cortijada a 17 kilómetros de Torrecuevas (Almuñécar); la escuela era unitaria y venían niños andando de cortijos desde 4 ó 5 kilómetros de distancia. Eran niños buenísimos y con un gran interés por aprender; nunca olvidaré al tío Manuel y a la tía María, que me hacían el pan en el horno que cada cortijo tenía en la puerta. Donde estaban situadas la escuela y la casa, relativamente nuevas, había unas cuantas viviendas, sobre todo con gente mayor y poquitos niños, pero personas maravillosas. Jamás me sentí sola, me ayudaban en la escuela, en la casa,… en todo. Sólo un vez me sentí mal: yo estaba embarazada y mi marido iba los viernes a por mí y nos veníamos para Granada; el camino a Las Majadas era peligrosísimo. Un año después cayó un Land Rover por un tajo y murieron cinco personas. Bueno, pues llegó la Navidad y yo esperando a mi marido y el sin venir. Resulta que se había caído una terrera y no se podía pasar; tardaron dos días en retirarla y ya por fin me pude ir de vacaciones. Después de unos años de interina formé parte de proyecto de compensatoria en el colegio ‘Miguel Hernández’. Allí fue donde, realmente, nació mi vocación de maestra, gracias a compañeros como Emilio Carmona, Antonio Benticuaga, Isabel Fernández, Baltasar Garzón… que hicieron que en mi despertaran el cariño y la entrega que siempre he tenido por mi trabajo. A continuación pasé al colegio ‘María Zambrano’; era la única propietaria definitiva, todos los demás compañeros pertenecían a un proyecto de compensatoria. Al principio me sentí marginada, pues no formaba parte del equipo. Estaba sola en educación infantil; pero, al suprimir algunos colegios de la zona, vinieron compañeras nuevas y nos entendimos muy bien. Formamos un gran equipo humano y eso repercutió mucho en nosotros y en la escuela. Teníamos talleres interclases, un huerto escolar, escuela de padres, etc. lo cual hizo que los padres (madres) se involucraran en la formación de sus niños y se prestaran a todo tipo de servicios que infantil necesitara (incluso pintaban las clases). Hubo algún episodio negativo, dadas las características del barrio, pero en conjunto todo un éxito, teniendo en cuenta lo anterior. Trabajábamos con mucho entusiasmo y esto lo contagiábamos a las familias que, salvo en casos muy aislados, siempre nos respetaron. Después de 11 años y de un error administrativo, me destinaron al colegio ‘Parque Nueva Granada’. Intenté seguir mi estilo educativo y lo conseguí hasta cierto punto; no tenía las mismas compañeras. A pesar de las pequeñas dificultades, pude poner en práctica mi forma de entender la educación que gira en torno a la integración de los padres en el proceso escolar y lo que se deriva de esto. Me he jubilado hace tres años en el mejor momento ya que las nuevas tecnologías ya me estaban agobiando. Casi toda mi labor educativa ha transcurrido en la zona norte (35 años). Aunque es una zona de difícil desempeño me enganchó desde el principio y me ha ayudado a crecer como persona. No siento nostalgia de la escuela, solo una gran satisfacción y tranquilidad por lo que mi trabajo me ha aportado como persona y por la huella que he podido dejar en tanta gente. Rosi Jiménez Ballesteros |
‘Recuerdos’, por Carmina Cueto Antequera ¡Qué recuerdos han venido en tropel desde que Visi me avisó del encuentro. Que destacar…. ¿Os acordáis del»La la la» de Massiel? La pieza redonda de la NENE…. Para coger la Alsina en El Pozuelo de Albuñol a las cinco, como las corridas de toros. Cuando un vecino se compró una tele ,de bateria ¡claro¡nos juntábamos a ver la película de los jueves, y más de una vez, tuve que explicarla, porque no comprendían. Afortunados por haber ejercido la mejor profesión de todas. Un abrazo.
Carmina Cueto Antequera |
‘Recuerdos de nuestros mejores años’ por Virtudes Hernández Salmerón. Aquí tenéis más recuerdos de nuestros mejores años. Aquéllos en los que estábamos llenas de ilusión y nos preparábamos para poder llevar a cabo nuestra vocación: «Ser maestras». A mí me encantaba mi trabajo, pero sólo pude ejercer hasta los 38 años, debido a una distrofia muscular, que me ha dejado en silla de ruedas. Echaba tanto de menos a mis niños, que me puse a hacer clases en casa, y la experiencia fue muy positiva, los cogía de uno en uno y así, además de poderlos atender mejor, hacia de confidente. Los tuve hasta 4º de la ESO. Hablo en pasado, ya que no podré dar más clases, debido a otros problemas de salud. Para mí será muy complicado ir a la comida, pero estoy decidida a todo, con tal de estar con vosotras en esa tierra, mi querida ciudad, donde pasé mi juventud y los mejores años de mi vida. Virtudes Hernández Salmerón |
TEXTOS PUBLICADOS: – ‘Lo que he sido se lo debo a mi primer Maestro’, por Antonio Ruiz Esperidón – ‘El espíritu de la promoción de Magisterio 1965-68’, por Francisco García Espínola – ‘Yo fui maestro’, por Bernardo Roa Guzmán – «Las maestras tiene la palabra», |
PROXIMAMENTE: – ‘Maestro del 68’, por Manuel Titos Martínez – ‘Carta abierta a los Maestros de la promoción 1965-1968’ por Carmen Jiménez
– ‘Tres anécdotas y un emotivo recordartorio’, por Enrique Mateos Alarcón – ‘Maestros y maestras, juntos en el 45 aniversario’ por Antonio Luis García Ruiz |
INFORMACIÓN RELACIONADA Y GALERÍAS DE IMÁGENES: – El 5 de octubre, fecha elegida para el reencuentro de maestros y maestras de la promoción 1965/68 – Maestros buscan a sus compañeros y compañeras de la promoción 1965-68 – Encuentro de maestros de la Normal de la promoción 1965-68 |