Doscientos dieciocho poemas con final feliz

“Después de 55 poemarios me juré por los clavos de Cristo que nunca más escribiría poemas, pero es mentira. La pasión me perdió y comencé a escribir y escribir. Compuse más de mil que al final he reducido a los 218 poemas”, nos confiesa bote pronto. Ante nuestra cara de sorpresa continua  “¿Por qué no iba a escribir más? Pues porque un poeta solo tiene un poema, un pintor solo tiene un cuadro, un músico solo tiene una pieza,… pero yo he vuelto a tropezar en la misma piedra”. Renglón seguido ensalza la portada de este poemario en la que aparece, sobre un tono rojizo, una foto suya y rascacielos en ruinas.  

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“Es una obra «genial» de Agata Lech que  quienes la han visto les hace pensar en Nueva York, Torres Gemelas,… pero todo es irreal como lo es todo el poemario”, añade al tiempo que justifica que para que un poeta pueda ser considerado como tal tiene que haber ido, en algún momento de su vida, a Nueva York o al menos haber escrito algo de la ciudad de los rascacielos donde Lamenca estuvo, pero “de mentira pues sólo estuve en su aeropuerto para hacer un trasbordo”. Esta obra está compuesta por  218 poemas que tienen en común un verso inicial que empieza por una vez pensé, por un momento pensé, o por un día pensé y concluye… y era feliz o yo era feliz.

Estructura simple y sencilla, pero que tiene algo dentro, como los huevos de chocolate. “Tienen vida, pasión, que para descubrir la única forma es leyendo los poemas”, puntualiza. Cuando le pedimos que nos lea alguno de ellos inevitablemente tras la lectura de cada uno de los versos aclara su significado. Así lo hace con el poema “Mis cuadros” sobre la pintura, su otra gran pasión artística o el de la contraportada:

Por un momento pensé
que el tiempo
iba naciendo en la caducidad,
había que inventar
lo que hacer mañana:
amar, no amar;
perder o ganar.

El olvido era la llave
única y exclusiva
para abrir
la puerta de la mentira.

Y era feliz.

Doce argumentos

Para despertar en los lectores el interés por su obra o para invitarles a asistir al acto de presentación, Benito Lamenca nos da hasta doce motivos de los que sólo nos dice once: “Porque va a ser única por la gente que va a participar, porque se van a reír y la risa iluminará su cara y le dará alegría, porque aprenderán a ser libres, porque perderán el miedo, porque soñarán con ser escritor o locutor, porque romperán la rutina, porque amarán el amor, porque olvidarán la mentira, porque perdonarán a los tontos sus tonterías, porque se reirán de la incultura,  porque harán un muñeco de nieve con la envidia y el duodécimo no lo dice para que cada cual lo descubra asistiendo al acto de lo que asegura “no se va a arrepentir”.

Este libro dedicado a sus nietos África y Mario que “le dan vida y amor” es solamente el puente entre sus obras anteriores y las por venir, pues Benito es una olla en permanente ebullición y por ello ya tiene otros poemarios bastante avanzados, en concreto, una trilogía titulada ‘La princesa loca’, ‘Paja mental’ y ‘Oasis de perdición’, con la que pretende “asombrar al mundo”. A ello añade otro titulo, ‘La carta’, «un libro de amor y desamor». Con estos, como con el poemario que presenta esta tarde, su verdadera ilusión es que “si alguien la lee y le gusta, yo soy feliz.

Título: Nunca estuve en Nueva York
Autor: Benito Lamenca
Editorial: Dauro
Páginas: 260 pp
Precio: 18 euros

Presentación: Hoy, en la Asociación de la Prensa de Granada. El autor estará acompañado por José Miguel Montalbán y Azucena Enríquez (19 h).

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