Adelina, asturiana de Gijón y criada en Barcelona se siente profundamente atraída por Granada hasta el punto de manifestar que “este libro sólo lo podía escribir en esta ciudad donde es imposible vivir y no dejarse llevar por el arte”. Fue en la universidad granadina donde realizó sus estudios de Historia y en la patria chica de Lorca por el que siento verdadera devoción donde comenzó a publicar sus primeros trabajos literarios que le valieron algunos premios como la mención especial en el certamen ‘Clara Campoamor’ de La Zubia en 1997 por ‘Como a través de un espejo’ y en el que obtuvo el primer premio en 2009 con ‘Hombres, mujeres,… personas’ (2009). Un año antes había escrito el guión del cortometraje ‘Por los pelos’, comedia de enredo al estilo del neoyorkino, Neil Simon, que fue dirigido por Salvador Guerrero. En 2010 publicaría su primera novela ‘La sombra de los cuervos’ que pese a su escasa difusión tuvo una buena acogida y crítica por parte de los lectores.
Sentada en un banco del “lugar mágico de la Huerta de San Vicente a la que debería venir todo el que escribe por lo menos una vez en la vida para sentir sus vibraciones” nos cuenta encontrarse muy satisfecha con su última obra “porque en cierto sentido se me está reconociendo un trabajo. Cuando la escribí no pensaba en publicarla. Mi idea era buscar un grupo de teatro para que lo representara, pero las cosas se han confabulado de tal manera que lo he visto publicado antes en un libro”.
Igualmente se muestra orgullosa del prólogo de Eva Velázquez a la que ha conocido a través de la editorial y que le dedica un buen montón de piropos, ya que le califica “ejemplo de buen hacer” que le ha recordado grandes obras como la ‘Bernarda Alba’ de Lorca y las películas de Hitchock. Sobre todo, destaca “la fuerza inconfundible” desde las primeras páginas y el excelente trazado psicológico de los cuatro personajes que aparecen en la misma.
Por su parte, la actriz Concha Goyanes a la que conoció en Facebook atraída por la página de Adelina dedicada al teatro de ‘Estudio 1’ que le permitió contactar con ella y pedirle el prólogo. Ambas se lo prometieron una vez leída la obra y el resultado no ha podido ser mejor. De la primera reconoce estar “sorprendida” por la opinión que ha escrito acerca del libro y de la segunda, tras destacar su admiración “desde siempre” por la familia Goyanes, su familiaridad “Concha es muy cercana, me dijo que lo leería y que si le gustaba sin ningún problema lo prologaría”. Tras ambas introducciones la autora añade unas notas para explicar lo que ha querido transmitir con la obra que califica “de sentimientos” pues se dice mucho en los diálogos mediante un lenguaje poético con el que pretende llegar al lector”. Así destaca que “se trata de un texto nuevo pero que hinca sus raíces en el teatro de antes. Quizá porque su tema sea atemporal. Sus personajes son de ayer, de ahora y de siempre”. En definitiva, cuatro personajes en busca de sentido y de respuestas.
Atmósfera claustrofóbica
De Irene, la protagonista más que hablar lo que hace es desnudar su alma, al tiempo que se va sincerando con el lector, que desarrolla su claustrofóbica vida en una casa de campo donde lleva encerrada una década y en la que su única evasión es el cuidado del jardín al que denomina de soledades, convertido en metáfora, que para comprender hay que llegar hasta la última página. Junto a ella, su enigmático marido, Víctor; el recién llegado por el camino de los cipreses, -símbolo del mal augurio-, doctor Longamn, y la sirvienta Aurora, a la que la autora reconoce “no le daba tanta importancia pero que ha sido destacada tanto por Eva como por Concha y otros lectores, pues representa la sabiduría”.
Adelina que se reconoce admiradora del cine clásico mantiene la intriga en toda la obra “haciendo que la historia parezca lo que no es y que al final se dé la vuelta y sorprenda al espectador, en este caso al lector. Por ello tenía claro representar a la protagonista como una mujer muerta en vida y que el morir fuera una liberación”, aparte de incluir otras metáforas como la mantis al pie del árbol que puede observar incluso desde la ventana y que simboliza cómo es entendida la relación de pareja por parte de Irene. Una obra muy visual que atrapa desde el principio y mantiene el suspense hasta el final hablando del amor y sus extravíos. Obra que tiene la suerte de compartir en la misma colección con las de dos grandes dramaturgos granadinos: Antonio César Morón (Monólogos con maniquí) y “La ‘indisgestión teatral’ de José Moreno Arenas”.
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