“Esta casa sefardí -se refiere al palacio de los Olvidados, de la Cuesta de Santa Inés, 6- es preciosa y tiene un museo de detalles sefardíes maravilloso. Dado que la mayoría de los personajes de mi novela, a excepción de los nazis, son judíos he pensado que era el lugar adecuado para esta entrevista. Aunque, claro no todos los judíos son sefardíes”, explica antes de alabar la original portada original de Úrsula Tutosous, y de aclarar que su novela no se debe catalogar de histórica,ya que «aunque alguien podría entenderla como tal no he querido hacer una novela de este género. Soy más ecléctico y prefiero una cosa más difusa. También se podría decir que es una novela psicológica, de personajes”.
Una obra narrativa de 380 páginas sin introducción, prólogo o prefacio pues así lo ha decidido el autor para que “la novela hable por sí mismo y la juzgue el que empiece a leerla y tenga valor de acabarla”. Con un judío barcelonés como protagonista, Enrique Fuster Bonín, “personaje completamente inventado, de origen chueta, como demuestran los dos apellidos de los judíos mallorquines”, dedicado a los negocios. Hijo de un abogado barcelonés que para completar estudios en 1924 decide marcharse al principio en Weimar y luego a Berlin cautivado por esa idea que capta en esos años “de que el mal se está incubando en Alemania. Y así puede comprobar el nacimiento del mal, haciéndose pasar con pasaporte falso por hijo de una peruana de origen vasco y de un alemán”.
En Berlin consigue tener contacto con los nazis alemanes, llegar a tener gran amistad con uno que existió realmente cuya biografía tuvo “la fortuna de encontrar en Internet” como Bubi von Alvensleben, un segundón del nazismo que le cautivaron con quien llega a compartir negocios. Fuster llega a ser secretario del canciller de Alemania anterior a Hitler, Franz von Papen, también trabaja como secretario contable de Manuel Hedilla, segundo jefe nacional de Falange Española que acaba en París y tras una breve estancia en Berlín vuelve a Barcelona donde se encuentra con unos viejos amigos, la familia Sefamí, judíos como él, que es “donde encuentra el bien, que es el
amor”.
“Definir el mal es difícil por no decir imposible, no hay ninguna persona que sea puramente mala ni tampoco puramente buena, todos tenemos nuestro ramalazo por decirlo de alguna forma” nos explica cuando le interrogamos al respecto. A continua aclara que “las instituciones sí pueden acercarse a la maldad. En el siglo XX las ha habido esencialmente malas. Hitler que nos parece el summun del mal en el siglo XX era una persona a la que le gustaban mucho los niñitos rubios, los perros y hacerle fotografías a su novia ligera de ropa y aún desnuda. Malo, malo no era. En cambio el mal claro que existe”.
Dos en una
Así mismo, indica que en realidad su obra son dos novelas en una. Una es la parte reseñada de Enrique Fuster Bonín y la segunda se iniciaría con el regreso y encuentro con la familia Sefamí a la que trae de Amsterdam un manuscrito teóricamente del siglo XVII, escrito en hebreo por un lado y en español antiguo por el otro que narra la historia de Todros, bautizado en Valencia “porque no quedó más remedio y que acaba siendo un cabalista y médico que aprovechando teorías extrañas de la cábala que no es otra cosa que el misticismo hebreo, en determinados aspectos una especie de herejía dentro del judaísmo, va pregonando por todos los pueblos que puede del Reino de Aragón el hecho de que las mujeres tienen también derecho a tener amantes, cosa que entonces era no una herejía sino una barbaridad”.
Manuscrito extraño que en el texto aparece escrito en cursiva y que pesar de estar escrito en español antiguo, supuestamente del siglo XVII, habla del metro de Barcelona y de Sigmund Freud, con lo cual “es un guiño al lector diciéndole que todo esto son virguerías porque es el autor quien en realidad lo redacta”. Historias a las que ha dedicado “mitad y mitad” a la documentación y su redacción cuya idea le vino a la cabeza en 2009 mientras paseaba por el Sur de Francia. Luego comenzaría a documentarse, tarea en la que tuvo la fortuna “de que Ignacio Martín Villena, librero de viejo y amiguísimo, me proporcionara un libro sobre la historia de los judíos, una biografía sobre Manuel Hedilla y otra sobre Von Papen lo que me llevó a imaginarme ese personaje de Enrique Fuster Bonín. Ello me llevó poco más de un año y luego un período parecido escribiendo la novela al que hay que añadir otro más dedicado a la revisión, por supuesto, pues lo que se escribe puede ser válido pero hay que retocarlo, pulirlo”.
Por todo ello, se muestra muy agradecido, además de al librero, a todos los personajes reales que aparecen desde Max Aub, los alemanes nombrados, Manuel Hedilla, Federic Mompou cuya biografía consiguió gracias a Clara Janés, su admiradísimo Ernest Jünger, “al que se ha acusado tanto de nazi sin razón o por media razón nada más”, al poeta Rafael Sánchez Mazas que aparece también como personaje, al historiador granadino Emilio Atienza quien le proporcionó una información sin la cual no habría tenido sentido parte del libro, los profesores de cábala y de literautra hebrea antigua Gershom Scholem y Moshe Idel y a su padre, Ángel Arnas Val porque “fue el que me dio la patada en el trasero para que yo amara contar historias”.
Es por ello por lo que afirma que “yo escribo porque lo necesito, porque se me ocurren historias, porque me gusta y disfruto”, también que desea que su novela sea leída porque hay muchas cosas interesantes, “incluso diré que más cosas de las que yo he querido decir”. Así mismo, añade que se siente “orgullosísimo de vivir en el sur, en Granada”. Así es Miguel Arnas un autor que comenzó a escribir muy joven, concretamente en 1979 con una novela que fue becada por el entonces Ministerio de Cultura a a que seguirían otras trece. En 2003 el ayuntamiento de Granada, a través de Granada Literaria, y su entonces director José Vicente Pascual, le publicaron la novela ‘Bajo la encina’ escrita diez años antes. Ese mismo año la editorial madrileña Adamaramada publica su libro de poemas en prosa ‘El árbol’ y luego reconoce haber tenido «suertecilla» porque en el 2006 le otorgaron el premio Provincia de Guadalajara por su novela ‘Buscar o no buscar’ (Ed. Irreverentes, 2007). En 2010 recibió el premio Francisco Umbral en Majadahonda por su novela ‘La insigne chimenea’ publicada por Everest y que hoy en día sólo se encuentra en su versión digital publicada por Transbooks, de Granada.
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Título: Ashaverus el libidinoso
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