La casualidad quiso que Amado González naciera en Roquetas de Mar en 1973, donde sus padres emigraron en busca de trabajo. No obstante el retorno a su tierra de origen, Alpujarra Baja, concretamente en la rambla de Torvizcón, cuando sólo tenía dos años ha hecho que siempre se considere granadino. A principios de los 80 un nueva mudanza le traerían a la zona norte de la capital, estudió en el colegio San José donde tuvo un maestro Juan José Gallego Tribaldos, que le inculcó el deseo por la lectura, la escritura de pequeñas narraciones y las primeras poesías. Tras su paso por el instituto llegaría a la Universidad de Granada donde primero realizó los estudios de Ciencias de la Educación, especialidad de PriMarya, que completaría con los de Psicopedagogía y Pedagogía. Desde hace 30 años reside en Jun y hace cuatro su labor como maestro le han llevado al colegio de Castril para la que sólo tiene piropos pues está situada “en un paraje tan bonito, tan singular, tan desconocido. Lo aconsejo para los todos los enamorados de la naturaleza”.
Por eso no es de extrañar que sus dos obras publicadas tengan como protagonista especial este municipio. El primero fue fruto de los tres meses de convalecencia tras su operación de rodilla durante la cual comparte a través de sus compañeros el día a día de sus alumnos pues le preocupa que durante su ausencia se queden rezagados. Se dedica a reunir las pequeñas anécdotas que le van contando los maestros que hacemos una piña, dado que un 95% somos de fuera, y les da un toque de humor finalizando con la anécdota de la aparición de una botella con un pergamino que volverá a aparecer en la segunda novela ‘La niña Mary de Castril de la Peña’ (Punto Rojo) donde igualmente empleará numerosas experiencias personales, incluidos los cuatro meses que estuvo trabajando e como monitor de terapia ocupacional en el Hospital Ruiz de Alda, concretamente en la Unidad de Salu Mental Infanto-Juvenil donde desarrolló labores de maestro con los niños hospitalizados.
También recupera recuerdos de su infancia cuando compartía algunas tareas agrícolas lo que hacen de esta novela una publicación didáctica por lo que supone rescatar del olvido una serie de palabras relacionadas con tareas agrícolas prácticamente desaparecidas o a punto de hacerlo en muchas poblaciones rurales, como es el caso de Castril por lo que este léxico es explicado a pie de página. “Aquí mezclo fantasía y realidad. Los personajes de ‘La niña Mary de Castril de la Peña’, son ficticios, pero los paisajes son reales. Con esta novela he querido resaltar algo que es evidente, como es el que pueda visitar Castril y su maravilloso entorno que lo visite y así lo podrá ver con sus propios ojos que es real”, indica.
Esta es la historia que tiene como protagonista a nueve años que “está desprotegida de lo que es el calor paterno y materno, pero tiene como principal aliado a su abuelo Papitu que le ofrece un sentimiento recíproco. Quería resaltar el valor de los abuelos y abuelas, que tan fantásticamente lo hacen sin pedir nada a cambio”. De esta forma resalta el amor de un hombre octogenario por su nieta que desgraciadamente tiene un caída por la que cae en coma y es llevada al hospital, siendo el abuelo el que mantiene la fe en su recuperación. Tras darle el alta, pues los médicos dicen haber hecho todo lo que estaba en sus manos regresan a Castril donde el abuelo persevera en su sanación para lo que también la lleva a una curandera (en Castril, hay varias) que le da algunas recomendaciones y con un burdégano de por medio la niña va despertando sus sentidos. Al final tiene un sueño en el que aparece ‘El Sótanos’ un maestro que en realidad es su buen amigo y actual jefe de estudios del colegio Nuestra Señora del Rosario, en una salida en la que coincide con el abuelo y la nieta en el Nacimiento del río Castril e inicia una conversación con la niña lo que les lleva a descubrir el pergamino lo que sirve para enlazarlo con la novela anterior.
En cuanto a las ilustraciones nos explica que son de su autoría salvo la última que ha realizado un alumno de Castril, Ludovico G.S. de 9 años, de la cual está inspirada la portada. Libro que ha tenido una doble presentación primero en el Centro de Visitantes de Castril donde tuvo “una acogida increíble”, gracias a la colaboración del encargado de este espacio, José Juan, el director del Colegio Manuel Travé, el alcalde, Javier Dengra, y su compañero, Carlos Garrido, que intervino como maestro de ceremonias. A ella le siguió otra para los amigos y familiares de Granada en la librería Picasso en la que igualmente “se portaron genial”.
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