Antonio Espinosa es hijo de un guardia civil que al retirarse solicitó Granada como destino para militares y le concedieron la plaza de bedel de la Facultad de Derecho por lo que en 1950 toda la familia Espinosa Úbeda se vino para Granada en el tren semidirecto que «tardaba tanto que podías bajarte y, sobre todo en las cuestas arriba, e ir caminando al lado del tren y no muy rápido pues sino lo adelantabas». Desde niño tenía muy claro, dado su “espíritu rebelde” que no iba a hacer lo que otros quisieran. “Los profesores de Derecho se encariñaron conmigo y querían que estudiase esta carrera pero les dije que no, pues prefería la de Químicas. Salió bien la cosa, luego preparó la tesis, después la cátedra y tuvo la suerte de sacar la plaza en la Complutense de Madrid. Al preferir Granada «se acomodó» a la única plaza que había disponible que era en Farmacia donde ha estado «muy a gusto» toda su vida universitaria dedicada a la docencia e investigación en temas “muy farmacéuticos”.
Siendo rector Federico Mayor Zaragoza estuvo un año en Málaga organizando el colegio universitario que fue el germen de la universidad malagueña. «He hecho lo que a mi me ha gustado siempre que ha sido investigar y dar clase», indica antes de añadir que el grupo de investigación que ha dirigido echó a andar una línea novedosas relacionada con el cáncer, algunas bajo patente, como es “la estrategia para desarrollar nuevas moléculas y lo que es la reversibilidad de la célula cancerosa, o lo que es lo mismo, que una célula cancerosa se transforme en sana”. Todo ello lo ha demostrado en unos 160 artículos publicados en prestigiosas revistas científicas. Conforme se acercaba la jubilación vio en la literatura una válvula de escape, en germen desde su época estudiantil, que ha materializado en forma de varios poemarios, alguna novelas y un par de colecciones de relatos.
Vocación literaria
“Soy uno de los privilegiados que tuvo como profesor en el instituto Padre Suárez a Pepe Martín Recuerda lo que hizo que me inclinara por el tema literario, pues me obligaba a leer mucho y a hacer análisis críticos”. aclara. A ello sucedería su paso por el Colegio Mayor San Jerónimo donde realizaban muchas actividades culturales y la creación de una revista ‘Nefelibata’ de poesía donde se publicaron poemas inéditos de Alberti y Vicente Aleixandre, además de Antonio Carvajal, “y gente nueva”. Al acercarse la jubilación comenzó a plantearse qué hacer y se puso a escribir y «acudieron muchísimas ideas a mi mente». Así empezaron a salir libros como su primer poemario ‘Equipaje de Argonauta’ (2009), un libro de relatos, ‘Sientáte y te lo cuento’ (2010) del que Antonio Sánchez Trigueros dijo «que había algún relato que Borges hubiese firmado», la primera novela ‘El último loco’ (2013) ambientada en los años 40-60 y centrada en el cierre de un manicomio en el que aborda cuestiones políticas, sociales y amorosas.
Espinosa tiene claro que “hay otra vida… intelectual y se puede decir adiós, aunque sea con la boca chica a la profesión de tantos años” pues de hecho él continua dando clase en el Aula Permanente de la Universidad a la que acuden otros jubilados a lo que les habla de “química y vida”.
Observador y rebelde
De sus “Relatos de una luna muerta” nos cuenta que los compone porque necesita ser feliz mientras escribe y que lo hace para divertirse. Todo ello apoyado en su carácter observador y rebelde. En estos textos breves se nota la influencia de dos autores por los que siente una especial atracción. La influencia de Borges es clarísima y también de Murakami sobre todo “en el juego que le da a la realidad y al mundo pensado o imaginado. “En base a todo esto escribí estos relatos pues como se recoge en la contraportada (y nos lee en voz alta) “cuando oscurece la realidad ya no es la misma. Hechos extraordinarios ocurren sin ningún preaviso, mientras se difumina nuestra capacidad de entender e interpretar lo que nos rodea. Los sentidos se agudizan, la razón vacila, florecen visiones y sueños, y toda la extrañeza del mundo toma vida, cuerpo y sangre. La luna muerta lo cambia todo».
Igualmente se hace patente su otra gran debilidad, junto a la literatura y es su pasión filosófica. Así nos lanza varias preguntas que aborda en sus relatos ¿Cuál es más real el mundo del día o de la noche? ¿El mundo que vivimos o el que pensamos? “Yo no lo tengo muy claro”, concluye este tremendo observador que un árbol visible desde la carretera es suficiente motivo para convertirlo en protagonista de uno de sus relatos. “El relato ‘El árbol’ que tiene tres o cuatro veces la altura de los árboles de su misma especie que le rodean destaca por su soledad. A pesar de estar tan lleno de otros árboles me sigue impresionando cada vez que yo paso por la carretera que une Huétor Tájar y Loja”. Se muestra satisfecho cuando coincidimos, al igual que el poeta que le acompañará el próximo 18 de marzo en su presentación en el Museo Thyssen de Málaga que este pequeño libro que apenas supera las cien página “se lee con placer y, sobre todo apetece releer”. Colección de relatos que ha dedicado a sus cinco nietos, que mantienen al «agu» con esta vitalidad y alegría de vivir.
Cuando le comprometemos para que nos diga de cuál de sus 25 relatos se siente más satisfecho nos explica que los ha escrito todos con “un realismo enorme”, pero si hay que elegir uno sería “El sauce” que comienza diciendo “entre tantos olivos uno es un sauce, un sauce llorón” que “es una historia real que me contó un hombre que durante el franquismo se dedicó a hacer contrabando en la frontera con Francia. Le tengo el cariño de la persona que me lo contó. No es una invención, es algo basado en una historia real”, que como casi todos la mayoría de sus relatos concluyen con finales abiertos y sorprendentes, que pueden ser leídos en el orden que prefiera el lector, e incluso, como observa su presentador malagueño “hay relatos que se pueden comenzar a leer por el final”. Antes de despedirnos quiere agradecer a Editorial Nazarí su enorme esfuerzo por “hacer libros con la dignidad de una gran editorial, a pesar de que lo están pasando mal, por el triste fallecimiento de Marisa, novia de Alejandro Santiago, a los 34 años de edad que fue cofundadora con Paolo Romerini. en junio de 2013 de esta editorial y socia hasta octubre de 2014.
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