En cualquier caso, la tarea encomendada se hace más de mi agrado en cuanto que estos 41 relatos, que nos presenta Jose Antonio Flores, se caracterizan por la configuración de un mundo propio y de un universo que se apoya en una interpretación intensamente individual de la experiencia de su propia vida, a la que a veces transfigura en conceptos o sentimientos, tan crucialmente suyos, como es la presencia de mundos lejanos, desconocidos, misteriosos, intangibles, invisibles o superiores.
Pues bien, esta búsqueda incansable de esos mundos o incluso de la propia naturaleza, que siempre han sido grandes temáticas de la literatura universal, son tratados por Jose Antonio Flores con un lenguaje tan condensado en algunas de sus descripciones, que están más cercano a lo poético que a la propia narración, aunque sin llegar a la prosa poética en su sentido más estricto.
En este nutrido ejercicio narrativo que contiene una amplia gama temática, como también ahora comentaremos, descubrimos a un narrador que nos deja penetrar en su forma de comprender e interpretar el mundo en el que vivimos hasta conseguir, sin apenas percibirlo, introducir muy pronto el lector en sus reflexiones -a través de los diálogos de los personajes- sin que aquel se percate de que quizá sea mucho más lo que descubrimos de nosotros mismos que del propio José Antonio Flores.
El libro queda estructurado en siete grupos de relatos cortos. En cada uno de ellos el autor realiza unas breves notas introductorias, bien sobre la causa que le inspiró el relato o bien sobre la energía interna de donde recogió la realidad construida; aunque, como es natural, fantaseando, fabulando o dejando simplemente a que sea el receptor el que con su imaginación finalice la historia o pueda versionarla según sus vivencias.
Como preámbulo y extrañamente aislado, nada más abrir el libro nos encontramos «Conversación en la Taberna», que se adelanta a los 41 relatos restante. Mediante el diálogo entre dos personajes, José Antonio nos muestra la animadversión que siente hacia los que sus modus vivendi se sustentan en la ilegalidad y en sus depravadas y corruptas conductas, como algo ingenioso para conseguir alcanzar el confort de la existencia; mientras aquellos critican a otras faunas mayores, esto es, a los políticos, por comportamientos que ellos mismos están prolongando y reproduciendo en la cotidianidad de sus días.
Otra cosa son ya los 41 relatos en la que desatiende compromisos con los triunfadores o con los humillados, más allá de adhesiones ideológicas o sociales. Así lo plasma con el descreimiento propio del que ha vivido de cerca la vida pública. Sin hondos compromisos sazonados ideológicamente y como fiel observador de la realidad, José Antonio Flores, nos relata hasta donde puede llegar la cobardía y la mentira enmascarada de mil maneras, tanto en La Conversación en la Taberna, El Barrendero que Leía a kant, el Soliloquio de un Alcalde Arrepentido o «La Cola del INEM».
En el libro II sobresalen las bellísimas descripciones que realiza el autor omnisciente de un relato histórico novelado y traído al presente, que conduce a abordar nuestra historia moderna desde una notable sensibilidad poética, y en la que todo parece una regresión al pasado.
Sin embrago; me llaman bastante la atención por su paladar romántico, los relatos del libro III aquellos relatos que discurren sobre los momentos en que la vida se adensa entre los restos de su desconcierto ante lo desconocido, lo misterioso, lo oculto, lo enigmático o lo milagroso; antes bien, habría que decir que el misterio puede crearse y recrearse en el recuerdo y en la observación atenta. Extraemos aquí, por tanto, algunas expresiones del libro III.
«había salido para siempre el cuerpo del buen padre fallecido para todos» de Una Visita a Media Noche. «Propongo que se visite la tumba del Conde Cubillas» de «la Apuesta». «Aparecía por la zona Norte del puente una marimanta (un fantasma) de El espectro A. M. «Entonces fue cuando la sombra pronunció una palabra en forma de orden que le dejó helado: ¡mírame!» de No Des la Espalda a las Sombras. » No comprendía cómo había entrado al cementerio aquel individuo sin que yo lo hubiera advertido» de El Individuo del Cementerio. «Madre, ¡por Dios! ¿le hablaste a una sombra?» de Una Revelación Inquietante. «Está hablando con la funeraria Salmoral» de Un Mensaje Inquietante.
Como podemos observar José Antonio Flores no anda muy lejos en estos relatos de la estética romántica, más concretamente del influjo Espronceda en «El Estudiante de Salamanca», en el que en el pensamiento cifrado siempre aparecen voces informes, el misterio, la noche, la luna; sigilosas pisadas, miradas de pánico, de miedo, de espanto, de dudas ante sombras o pisadas desconocidas que inducen a un cierto suspense y a veces al miedo a lo desconocido, hasta esperar cualquier desenlace.
Otro bloque temático al que parece que afecta de forma muy positiva a José Antonio es la Navidad, que se corresponde con el Libro IV de estos relatos; pero la Navidad deseada, la Navidad desde sus sueños en las edades más tempranas, la Navidad como punto de encuentro con el recuerdo infantil. Sin embargo, esa Navidad se la ha llevado el mundo contemporáneo y la ha expoliado el tiempo con su capacidad destructiva. Sólo se ve paliada su desazón con esa mirada de denuncia ante los que han hecho de lo práctico un valor supremo, aun a costa del poderoso sentimiento de compañía que parece que reclaman estas fechas.
Parece que su nostálgica mirada se sumerge evasivamente en tiempos pasados. Así nos dirá en Volvamos a la navidad de Capra «volver a encontrar el sentimiento humano en la plaza del pueblo, tras la Misa del Gallo, reunirme con los amigos para bebernos la noche».
Me llama la atención, especialmente, en este bloque de relatos el que lleva por título «Cena de Noche Buena en dos Breves Actos»
José Antonio Flores nos pone de manifiesto, en una familia cualquiera, la cara más disgregadora de estas fiestas y las importantes desavenencias y conflictos familiares que se producen en estas fechas; muy lejanas a felicidad, a la armonía y al gran reencuentro del año que supone debe ser.
La envidia, el cainismo, los celos y los problemas familiares suelen alcanzar el protagonismo en este relato de dos actos, pues la rivalidad entre los miembros de cada familia, que han creado su propio siquismo y su propio mundo, son universos muy dispares en cada hogar.
Esta circunstancia genera un mayor grado de tensión entre las familias, con respecto al resto del año. La intensa convivencia de estos días revitaliza los desajustes familiares que se encontraban en estado de hibernación de manera consciente o inconscientemente.
En el libro V, entendemos que nuestro autor nos describe experiencias personales (soñadas o imaginarias), para adentrarnos en un ambiente enigmático sobre sus personales deslindes oníricos. Nada alejadas, ni mucho menos, de ese aspecto inexplicable que rodea al libro II y III, pero ahora proyectando su experiencia emotivas sobre situaciones insólitas.
Sin embargo, en el relato denominado «Naturaleza», me parece más bien un magnífico ejercicio literario, en el que la retórica y la imaginación se funden en una extensa gama de emociones sensoriales: «tras el picacho, emergen cientos de olmos negros, de color grisáceo con la salida del sol. Esos árboles se vuelven oscuros a la puesta, pero de noche su color es totalmente negro».
En el libro VI, aparece una de las grandes preocupaciones del hombre: la preocupación por la naturaleza junto a su amor y deseo de encontrarse y de fundirse con la misma; una naturaleza que no esté ensuciada por la materialidad o por la realidad de la ciudad, Esta temática es fuente inagotable de grandes poetas en la historia literaria; de la misma manera que el respeto hacia los animales y al medio ambiente, como el mismo declara en su nota introductoria, están muy presentes en toda su obra y, especialmente, en su estro verbal.
Si hasta ahora el yo biográfico trataba de buscar una objetividad distanciadora, pero quedaba claramente al descubierto al proyectarlo en sus ficciones narrativas sobre personajes imaginarios, en este libro VI, José Antonio Flores, definitivamente, nos deja entrar en su mundo interior y se despoja de todos sus ropajes para mostrarnos las mas intimas e irrenunciables pasiones vitales hasta convertirse en sujeto de su narración.
Entre ellas nos revela de manera detallada su adicción a la actividad de corredor deportivo y, como consecuencia, todas las desavenencias que conlleva esta situación con sus círculos sociales y familiares. Su amor hacia este deporte le lleva a realizar una exhaustiva y minuciosa descripción – en un lenguaje coloquial- de los atuendos profesionalizados: el chándal, el patrón del calzado, el tipo de tejido de sus ropas (según la época del año), la camiseta, la malla técnica y hasta, incluso, de las marcas de ropas deportivas que de forma tan afinada conoce.
Sin embrago, ese subir y bajar las montañas corriendo no se encuentra separado de su intento de unión con la naturaleza. Es más, nos parece que pudiera ser una excusa y el factor estimulante del que busca la morada en la naturaleza.
En el libro VII José Antonio Flores, nos presenta una serie de relatos sobre una variada temática que van desde reflexiones sobre el azar, pasando por aspectos relacionados con la actualidad social y política, hasta sumergirnos en situaciones insólitas.
En resumidas cuentas, José Antonio Flores se esfuerza en este libro en ser gráfico y familiar, utiliza en sus relatos nombres de marcas de cerveza, de mantecados, de alfajores, de roscos de vino, de prendas deportivas de calles y lugares de su pueblo y limítrofes, de calles de Granada, que adquieren sensación de inmediata realidad y de paisaje natural.
No le faltan expresiones tan coloquiales como «me silba la cabeza» «A día de hoy» «años de pelotazo y ladrillo» «él siempre había sido de barra» «esa película ya la había oído antes» o «este individuo te va estar puteando toda la vida», o «la cola del INEM»
Digamos que aún utilizando una amplia gama de recursos literarios, ninguno va a ser para el lector de este libro tan importante como el bajar el lenguaje literario a lo coloquial, para tender un puente familiar de comunicación entre el escritor y el receptor.
Su humorismo es sano y nunca desperdicia la ocasión para provocar una sonrisa inteligente. Con socarronería sabe llegar al alma del lector por el camino de lo trivial.
Por todo ello, yo le deseo a este libro que hoy presentamos una buena acogida, al tiempo que le auguro los mejores lectores y lectoras.
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(*) Pedro López Ávila, nace en Granada en 1952, consigue la plaza de Profesor de Bachillerato en la especialidad de Lengua y Literatura Españolas en el año 1979 y con posterioridad la cátedra en la misma especialidad. Ha ejercido como Jefe de Departamento durante 11 años y ha ocupado distintos cargos directivos, relacionados con la docencia en la administración pública, ha sido fundador de varias entidades privadas para el acceso a la función pública docente, ha coordinado múltiples actos literarios, ha presentado a poetas, narradores, articulistas y ensayistas de la actualidad, ha dirigido talleres de poesía y teatro y forma parte del equipo de redacción de la revista de letras Ficciones. Ha publicado dos poemarios: Amanecer en la palabra (2008) y Juego Peligroso (2009) en Editorial Alhulia. Blog personal LA TOMENTA YA ESTABA INVENTADA DESDE SIEMPRE
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