De vez en cuando el escritor granadino deja ligeramente aparcada la dramaturgia y el ensayo para dedicarse de lleno a la poética. Géneros que reconoce le permiten expresar y decir cosas y en los que más cómodo se siente aunque no descarta que en algún otro momento pueda abordar otros. “Ahora estoy dedicado fundamentalmente al teatro y de vez en cuando sale algún libro de poesía. Éste es el segundo, el primero se publicó ya hace ya algunos años en la editorial Port Royal llamado ‘Fragor de incertidumbre’ (2009) y ahora ha salido éste en esta editorial de Madrid, ‘El límite de las inercias’ que espero que la gente pueda disfrutar”, explica quien lleva en los genes el cultivo de estos dos géneros puesto que su padre, Enrique Morón, ha perdido la cuenta del número de poemarios y obras teatrales que ha escrito, en las primeras de las cuales hizo Antonio César sus pinitos como actor.
El propio poeta define ‘El límite de la inercias’ como “un libro de viajes; un viaje cuya trayectoria no es geográfica, sino amorosa”. También como “un conjunto de poemas en los que efectivamente hay una trayectoria del aprendizaje en el amor y el desamor” que se inicia con un prólogo en verso titulado ‘El poeta descubre un reino de lenguaje’ pues “a la hora de expresar la emoción tienes que hacerlo lingüísticamente y entonces qué mejor pórtico para abrir el libro que un poema en el que el poeta cobra conciencia de qué es el lenguaje, qué son las palabras”. Con 76 páginas repartidas en cuatro partes: ‘Ego/Amor’, ‘Sobre el Atlántico’, ‘Tres romances imposibles’ y ‘Boicot de la estructura’ en las que llama la atención la cantidad de sonetos. “Me siento mucho más cómodo escribiendo en verso clásico que utilizando el verso libre. Expreso mucho mejor lo que quiero decir con las formas clásicas”, reitera. Junto a los sonetos y romances también hay algunos metros recuperados de la antigüedad como es la sextina, un metro muy poco utilizado, que le ha servido para componer ‘La sextina del desdichado’.
Como poeta y granadino la sombra de Lorca planea cerca, máxime después de haber vivido en varias ocasiones bajo el cielo de Nueva York, aunque lo considera “distinto puesto que Lorca se centra más en lo social y a partir de ahí se va conociendo a sí mismo. En mi caso es mucho más íntimo, más centrado en una trayectoria personal y emocional. Los dos están escritos en Manhattan, el mio casi íntegramente, salvo algunos poemas que compuse en Granada o Melilla. Por eso hay tanta nostalgia por la idea de la amada”. También nos cuenta la intrahistoria póetica del poema ‘Soliloquio del poeta en la New York Public Library’ compuesto en esta biblioteca donde había quedado con una compañera de clase coreana. “Yo estaba triste y en vez de hacer los ejercicios de inglés me dediqué hacer este poema melancólico”, comenta.
En otras ocasiones, como se puede apreciar en la segunda parte, los viajes son fuentes de inspiración y es el trayecto de un lado al otro del Atlántico lo que le inspira. “Tienes mucho tiempo para pensar, para reflexionar, son 8 horas de viaje y se piensan muchas cosas, sobre todo en la amada que dejas bien o tras una pelea descomunal” explica de unos poemas que califica de “transición” pues luego viene ‘El boicot de la estructura’ que es donde se desmorona toda la estructura amorosa construida en el inicio del libro. Por ello justifica que “hay poemas contradictorios y se pasa de un poema tremendamente positivo a otro negativo”.
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Título: El límite de las inercias. Germen y corolario de amor |