– La presentación de su libro tiene dos singularidades: celebrarse en el Cuarto Real de Santo Domingo y estar sentado junto a Jesús Ambel, ¿alguna justificación?
– En principio, el Cuarto Real de Santo Domingo es un espacio que se ha recuperado para la ciudad y es estupendo para cualquier tipo de actividad cultural. Lo visité hace tres semanas y me pareció ideal para mi presentación y hemos luchado por eso. En cuanto al presentador, con Jesús Ambel me une una amistad de nuestra época de docente. Cuando me planteé qué persona podía hacer la presentación pasaron por mi mente muchos nombres de personas relacionadas con el mundo de la literatura, poetas, narradores,… pero pensé y ¿por qué no un psicoanalista que entre en el trasfondo de los personajes que aparecen en situaciones tan distintas y problemáticas?
– Desde la aparición de su primera novela que vio la luz a finales de 2008 han transcurrido casi siete años, ¿se entiende que el tiempo que lo ha dedicado a dar forma a la segunda?
– Bueno, la verdad es que escribir una novela es una carrera de fondo, pues tiene sus subidas, sus bajadas. Algunas veces con momentos de buen ritmo, otros que se te viene abajo, a veces cuesta más trabajo y otras menos. Cuando empiezas a gestar una historia va dando vueltas en tu cabeza hasta que empiezas a plasmarla en papel. Nunca es un trabajo que se hace de manera rápida, por lo menos en mi caso. Una novela necesita tiempo, reposo, cadencia, pasos que hay que ir dando. Cuando terminé ‘La renta del dolor’ fue en 2008 y han pasado muchos años, pero es que en ese tiempo ha habido más cosas que ‘La noche que no tenía final’, por ejemplo la revisión del texto para la reedición de 2013, la aparición del ensayo ‘La educación que pudo ser’ y esta novela que ha estado presente a lo largo de estos seis años con momentos que redactas el primer manuscrito, otros en los que lo dejas reposar, vas mejorando el texto,…
– Todo ello teniendo que ha tenido que compaginarlo con el ejercicio de su profesión como inspector de educación…
– Evidentemente, yo me gano la vida con mi actividad profesional como inspector de educación, pero la literatura para mi no es un hobby sino una pasión. Por eso no se dispone del tiempo que uno quisiera para dedicarlo a la literatura sobre todo porque no puedes escribir cuando se quiere. Si no fuera así probablemente la novela hubiese avanzado a mayor ritmo.
– ¿Tienen algún nexo de unión sus dos obras narrativas, además de la autoría? ¿Quizá la forma de contar?
– La verdad es que son dos registros e historias diferentes, cada una representa mundos distintos por tanto encontrar un nexo de unión es muy difícil. Encontrarlo en que el autor es la misma persona obviamente es más fácil aunque también hay que tener en cuenta que a lo largo de todo este tiempo ha habido un proceso de aprendizaje a la hora de escribir y se pude apreciar en la primera novela, en ésta y en la que después vendrá de la que tengo algunos folios escritos. Las dos novelas publicadas están unidas por algún hilo en la forma de contar la historia pero teniendo en cuenta la evolución entre una y otra.
– ¿Dónde habría que buscar el embrión o la chispa que dio origen a ‘La noche que no tenía final’?
– Sí es cierto, por lo menos en lo que a mí me atañe, que hay un momento en el que algo, una situación o una vivencia, te da pie a decir que a partir de aquí puedes construir una historia. El embrión de esta novela corresponde a una situación real. Ese momento en el que alguien se sube a un tren para hacer un trayecto entre dos ciudades, con escala, pues tiene que coger dos trenes y se encuentra con que en el segundo trayecto se tiene que apear pues el billete que había comprado es del día anterior por lo que no puede continuar el viaje. Son las 12:05 de la noche, el tren está ocupado y tiene que salirse. Esto es una situación real y me planteé qué podría pasar si no encuentra a nadie o se encuentra un hotel pero antes de entrar alguien le reclama ayuda de manera desesperada. Este es el arranque de la novela.
– Normalmente el autor se diluye en sus personajes, por eso nos gustaría saber si hay algo de usted en Álvaro Arroyo, su protagonista, ¿quizás el rechazo de la uniformidad del urbanismo moderno?
– No, porque es un chico muy joven y yo ya tengo algunos años más. No encuentro yo en esta novela identidades donde yo trate de volcar sensaciones o vivencias personales. Es verdad que en Álvaro Arroyo encontramos algún cierto repudio a las imposturas, a los convencionalismos, en algunos casos, sobre todo por la situación trágica que vive y que la va arrastrando durante el tiempo. Quizás ahí me identifique un poco más con Álvaro Arroyo que va en contra de esas falsedades e hipocresías que nos rodean. Otro elemento interesante es cuando el protagonista como geógrafo urbanista ofrece esa visión de lo que sería esa ciudad desconocida en la que recala a altas horas de la madrugada y va descubriendo que alguna parte de ella es como todas las ciudades que conoce. Al final el desencanto aparece al comprobar que vamos clicheando las ciudades y reproduciendo los mismos esquemas urbanísticos.
– ¿Qué nos puede contar sobre el escenario de la narración que comienza en la terraza del California para transportarnos después a esa ciudad desconocida?
– La terraza del California del inicio que es donde situamos a nuestros jóvenes es el escenario de los sueños, de los ideales, de la mirada amable al mundo. Son jóvenes adolescentes que quieren hacer muchas cosas y que se sienten con muchas ganas de hacerlas. De ahí a trasladarnos al escenario donde se desarrolla casi toda la novela que es la ciudad desconocida es trasladarnos al mundo de las incertidumbres del ser humano, a afrontar situaciones donde hemos perdido nuestras referencias vitales, donde no encontramos esos asideros morales que nos permiten continuar en nuestra vida, donde surge la nada más inmensa que hace que una persona se encuentre en un momento determinado sin referencias ningunas y afrontando un reto que de tener que desenvolverse en esa noche en la que se ve involucrado en una historia que le supera pero donde también aparecen las solidaridades de los demás para ayudar a la chica que lo necesita.
Trata de blancas
– En esta obra narrativa aborda la trata de blancas ¿cuál es su opinión sobre el comercio humano? ¿Sería partidario de la legalización de la prostitución?
– La trata de blancas es parte de la historia de esta novela pues la chica que le pide ayuda está atrapada en ese mundo. Es una pregunta muy difícil tener que hablar sobre la legalización o no de la prostitución. Indudablemente las situaciones que viven muchas mujeres es una situación denigrante y vejatoria para el ser humano por lo que encontrarnos con estas situaciones de esclavitud o semiesclavitud que hacen que las personas estén sometidas de una manera atroz y que tengan su libertad y voluntad eliminadas. Esto hace que sea una situación que no se puede mantener y que tenemos que combatir, quizás regularizando un poco esa situación, buscando la manera de que la persona que quiera ejercer libremente la prostitución la pueda hacer con todas las garantías, sin que haya una mafia que pueda utilizarla como mercancía que es lo que está ocurriendo. Por encima de todo hay que salvar al ser humano.
– ¿Cuáles serían los lectores ideales para esta novela?
– Son muchos los lectores que se pueden sentir cómodos con esta novela. En mi ejercicio de narrativa he procurado que el lenguaje esté muy cuidado, a la vez que sea un lenguaje dinámico reflexivo, que sea de agradable lectura. Al mismo tiempo hay una historia con un trasfondo que nos va atrapando poco a poco en una aventura que ocurre durante una noche con situaciones muy diversas lo cual se presta a que los lectores entren en la novela y le puede venir bien incluso a chicos jóvenes de la edad del protagonista y de la chica que tienen veintipocos años y que llevan el peso de la historia, junto con otros personajes más maduros. Estaría encantadísimo de que fuera la novela de cabecera de este verano pues se puede leer en la playa o en la montaña perfectamente.
– ¿Qué autores considera han podido influirle más en la forma de contar historias?
– Me he acercado y he leído a muchos autores a lo largo de los años. Cuando descubrí a William Faulkner se me abrió un mundo totalmente mágico, en especial su capacidad de mezclar los sueños y la realidad. También otros autores que están entre nosotros, afortunadamente publicando, que son de los que uno va aprendiendo en cierta manera: Juan Marsé, Javier Marías, Antonio Muñoz Molina,… o Juan Carlos Onetti aunque ya no está entre nosotros, son algunos de ellos de los que me ayudan a ir aprendiendo poco a poco.
– En los últimos años ha trabajado distintos géneros literarios: ensayo, biografía, investigación histórica ¿con cuál se siente más cómodo?
– Si tengo que elegir entre «hijos», lógicamente todos me parecen guapos. Todos los registros en los que me desenvuelvo es porque encuentro en ellos algún sentido. Inicié los primeros pasos con la investigación histórica, relacionada con mi formación como historiador. Después fui abriendo otros registros como escritor, paseé al ensayo y a la literatura y en todos me siento cómodo o al menos esa es mi percepción. En todos trato de dar lo mejor de mí mismo. Creo que cada uno tiene su tiempo. Ahora es verdad que estoy atrapado por la narrativa lo cual no significa que no trabaje el ensayo.
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Título: La noche que no tenía final |