Poco amante de las nuevas tecnologías, no tiene correo electrónico, ni presencia en Internet, tampoco es muy partidario de incluir datos biográficos en la publicación pues entiende que la obra se tiene que valorar por si sola. Considera que la palabra poeta le viene demasiado grande, y no tiene reparos en reconocer que entre los que más han podido influirle coloca en primer lugar a Miguel Hernández del que tiene prácticamente todas su obra, y aunque le gusta su segunda etapa prefiere la primera «en la que era más conservador y más apegado al terruño, como por ejemplo, en ‘El rayo que no cesa’».
Este «joven-adulto» que disfruta de la poesía por el puro placer de leerla y que escribe unas veces por necesidad y otras por simple gusto, indica que lo hace sobre ideas que le vienen o referencias de algo que ha escuchado. De sus paisanos «romanos» apelativo de los nacidos en Romilla como Pepe ‘El Romano’, conocido personaje en la obra lorquiana ‘La casa de Bernarda Alba’, le viene su vinculación con la vida del campo, «aunque ahora vivo en la capital lo tengo a flor de piel y en la forma de hablar». Le llama la atención poderosamente el nombre y uso de los aperos de labranza que se sigue utilizando en esta aldea de la Vega de Granada y que él «ha mamado desde niño».
Por eso no es extraño que entre las metáforas repartidas por el libro haya referencias a estas actividades agrarias, comenzando por el propio título, ‘El afilador de sueños’ con el que hace una clara referencia a su deseo de sacarle punta o filo a las evocaciones, fuente de inspiración que se «puede interpretar tanto de dentro hacia fuera como de fuera hacia dentro, para sacarle ese provecho, como hace el afilador». Otro de los méritos de este poemario es su musicalidad conseguida fundamentalmente a través de rimas asonantes y que entiende puede provenir de su afición a la música. Para Rubén el uso de metros clásicos supone una pérdida de espontaneidad. Afirma igualmente que en su caso la poesía «no es autobiográfica,100 por 100. Puedes ser que surja al cruzarte con alguien por la calle y que por su expresión o forma de andar te sugiera, a bote pronto, algún tipo de historia». Así mismo, considera que «la poesía no tiene edad ni condición social». En su opinión tampoco depende de la preparación cultural pues «es un poco engañifa ya que todos pensamos y sentimos aunque algunos son capaces de plasmarlo en el papel y otros no».
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Título: El afilador de sueños
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