Eloy nos invita a su domicilio cuyo despacho está lleno de libros de automóviles, miniaturas, trofeos, placas y fotos con Ángel Nieto, el rey emérito o Camilo José Cela. No en vano, su afición por los coches clásicos arranca en su más tierna infancia. Su primer recuerdo vinculado a un automóvil se remonta a los 3 o 4 años. Era uno de aquellos que se conocían popularmente como ‘Bocarrana’ porque abrían de abajo arriba y de adelante hacia atrás, y no tenían radiador con panal, como los coches de ahora. También otro de un Fiat 501, Phaeton que con carrocería de madera que transformaron en una especie de furgoneta, con dos puertas delanteras y otra puerta posterior.
Dando un salto en el tiempo recuerda como juntamente con otro doctor, Atanasio Fernández Ortega, se les ocurrió realizar una concentración y ahí es donde se potenció su interés por el coche histórico. Participó en el nacimiento del Club Clásicos de Bailén que duró solo dos o tres años, luego se formaría el Club de Veteranos de Jaén, del que también es socio fundador. Por último, Atanasio y él junto con los aficionados granadinos formaron el Club Veteranos de Automóviles de Granada del que durante quince años sería su presidente, que en la actualidad aglutina a un centenar de socios con más de medio millar vehículos, «pues afortunadamente ha ido creciendo y hay muy buenos coches».
Este estudioso del mundo del automóvil cuenta con humor que en aquella época los coches eran viejos y que se les echaba un manta encima para ocultar el mal estado de la tapicería, la pintura se hacía a brocha hasta que alguien inventó con un pulverizador de flit, o a los niquelados de los paragolques se les daba con purpurina blanca,… «Ahora se hace una restauración ad intengrum y lo del manitas ha pasado de moda, pues los repuestos se piden a la casa, que te suelen facilitar todo, es más fácil y más barato», explica. Su primer coche clásico es el Peugeot 202. Nos cuenta que le tiene «mucho cariño pues lleva toda la vida conmigo. Es un cochecito de médico, de clase media, cuatro puertas». También que es del año 1938 y que «va muy bien y su mecánica es sencilla, con una singular transmisión por eje sin fin, de tal modo que está siempre tomando fuerza, que se han mantenido hasta el modelo 404».
Fue matriculado en Sevilla una década después, quizás porque fuera de los últimos fabricados de esta serie, y lo adquirió en los años 70, habiéndolo restaurado en en Loja, en el taller de los Astorga. También le sustituyó la tapicería original gracias a un magnifico tapicero dela Chana, Paco Martínez. Desde siempre lo ha utilizado exclusivamente para concentraciones y rutas, de las que recuerda su participación en una prueba cronometrada celebrada en Portugal, prueba donde quedó primero de su categoría y tercero en la general. Por supuesto, la invitación que recibió por parte de los directivos franceses para asistir al centenario de la Peugeot, donde fue acompañado de su mujer y tuvieron la satisfacción de ser uno de los 80 elegidos que participaron, vestidos de época, en el Desfile de la Elegancia, celebrado en Socheaux el 3 de junio de 1990. Ahora ya se ha cortado la coleta, al no encontrarse seguro con el coche y lo tiene guardado en la cochera, y dedica su tiempo a escribir textos literarios y relacionados con la historia del automóvil pues le cabe la satisfacción de haber escrito un artículo sobre el la marca de coches Anglada del Puerto de Santa María, que nadie conocía su existencia.
Resistente, pero algo ruidoso
El Peugeot 202 hizo su aparición en enero de 1938 y se fabricó hasta julio de 1948, periodo durante el cual salieron tres series: 202, 202 B y 202 BH. Su potencia fiscal era de 6CV. Con un motor de 4 cilindros en línea y embrague monodisco en seco. Con una caja de marcha de tres velocidades, la segunda y tercera sincronizadas. La capacidad de su depósito es de 45 litros. Uno de los puntos débiles de este coche, según D. Charvet que le dedicó un minucioso análisis publicado en el número 90 de la revista L’Autojournal, del 15 de diciembre de 1953 es su motor ruidoso. Como puntos fuertes su resistencia y los cambios de marcha. También su confortabilidad. Se llegaron a fabricar más de 100.000 unidades. Próxima entrega: Paco Molina, ‘Gasoil’ y su Fiat Balilla de 1932 |
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