Cuando llegamos David, el propietario del restaurante-pub ‘El Boliche’, ya había sacado los dos vehículos del establecimiento. A un lado estaba el motocarro ROA y al otro, la flamante Harley Davidson, 750 cc de 1937. Sobre la caja había colocado un bidón de leche en polvo de la ayuda americana, de los años 50. Al verlos nadie se podía imaginar el lamentable estado en el que llegaron a sus manos y que, sólo tras ver las fotografías podemos dar fe de ello. Ahora ambos vehículos pueden circular por la calle, incluso en el caso del motocarro se utiliza para llevar la comida y la bebida cuando se va al campo o a una concentración, en tanto que la moto la baja de su pequeño pedestal cuando decide sumarse a una reunión de motos de este modelo.
«El motocarro lo recuperé de una chatarrería de Granada al igual que la moto y el resto de vehículos que pueden contemplarse en el restaurante», explique este veterano camarero que con 14 años ya estaba trabajando en Puente Cristiano, en la actual Plaza Einstein, donde existía una venta conocida con el nombre de Venta Machaco. Recuerda también que la calle Severo Ochoa estaba sin asfaltar y en el lugar que ocupa la Facultad de Ciencias estaba el antiguo mercado de abastos. Después de trabajar en otros establecimientos como ‘El Zota’, en el año 1987 decidió abrir el establecimiento de la Carretera de la Sierra para cuya denominación recurrió al apodo familiar que heredó de su abuelo que hacía boliches o montones de madera enterrados para fabricar carbón.
También nos cuenta que «estaba destrozado, tuvimos que desmontarlo entero, también le reparamos el motor que estaba regular e igualmente le dimos una mano de pintura». Pese a que ocupa más espacio que las motos decidió añadirla a su pequeña colección de bicicletas, motos y todo tipo de objetos relacionados con las mismas. «Me ha dado muchos buenos sabores de boca pues me ha servido para llevar la comida y las bebidas en las fiestas de los amigos». De este motoccarro marca ROA, nos dice que las siglas corresponden al nombre de su fabricante Rafael Onieva Ariza y que lleva un motor BMV de 250 cc. Calcula que pudo fabricase a finales de los 50 y que en la siguiente década era habitual su uso para transportar comestibles y licores, e incluso pudo transportar leche en polvo, como el que le ha regalado un amigo. De su interior llama la atención la simpleza del salpicadero básico y con el cuentakilómetros original muy parecido al del Seat 600. Dispone este vehículo de tres marchas y marcha atrás, un parabrisa muy rudimentario con registro de patente, su intermitente y un pequeño claxon. En cuanto a los inconvenientes señala que «cuando hace calor es mejor aparcarlo».
Respecto a la Harley Davidson VL Flathead de 1937, nos informa que lleva un motor flagler 750cc. También que la localizó en una chatarrería de Córdoba y que trajo en su coche. Durante cuatro años ha estado restraurándola y que el toque final se lo dio un amigo Luis Domínguez. «Es complicado conducirla porque con las marchas en la mano, el embrague en el pie, el gas en el derecho,…» cuenta al mismo tiempo que relata su singular historia pues según indica la moto perteneció al ejército en plena guerra civil, y fue vendida en 1951, luego pasaría por varias manos y el último titular fue el duque de Segorbe, hermano del duque de Feria, de quien paso al chatarrero. En la actualidad suele sacarla para participar en los encuentros de Harley Davidson o cuando vienen amigos a verla. Afirma que posiblemente no haya otra en Granada como ésta o al menos él no la ha visto. En su restauración aprovechó todo lo que la moto tenía y cuando no fue el caso buscó las piezas originales que consiguió en EE.UU o Alemania.
El pequeño museo de las motos El restaurante pub ‘El Boliche’ permite almorzar y disfrutar de su terracita o de su comedor interior situado junto a una pequeña habitación que David ha convertido en un pequeño museo dedicado a su pasión por las motos. «Desde el comedor se puede estar viendo una Vespa del 78, que es la primera 200, otra del 55, modelo de vacaciones en Roma, un Vespino del 68, otra vespa del 60, una Guzzi italiana, una Minimarcelino de los 70, bicicletas, y también cascos, miniaturas de motos, manuales, carteles originales de Michelin, libros con la historia del motociclismo, fotografías antiguas y publicidad relacionada y hasta un pañuelo original enmarcado de los que entregaban a los vendedores de Bultaco» cuenta con satisfacción. También una moto Gilera a la que tiene mucho cariño pues la adquirió en el 76, la vendió en el 80 y la ha vuelto a comprar hace cinco o seis años. Próxima entrega: José Juan Soria y su Plymouth Chrysler de 1932 |