Mi padre acude raudo y veloz a llamar a María Dolores, la comadrona, pues entonces en Salobreña se paría en casa y con comadrona. A saber la cantidad de criaturas que habrán venido al mundo de las manos de esa extraordinaria mujer que era María Dolores, excelente partera y mejor persona.
Mi tío Modesto, el marido de mi tía Encarnita, le comenta a mi padre la mala suerte que ha tenido mi madre de dar a luz el domingo 17 de julio, pues si lo hubiera hecho al día siguiente, el 18 tendría premio. Cómo!! Sí premio; según una normativa instaurada por el Gobierno, todos los niños y niñas nacidos el 18 de julio (fecha histórica para el régimen) venían no con un pan bajo el brazo, pero sí con 500 ptas. de la época ingresadas en una cartilla infantil de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Granada, la General como se le dice ahora.
Mi padre, en lugar de sorprenderse por la noticia, maldice una y otra vez la mala suerte que ha tenido, pero oh milagro!, como siempre mi abuela, sabia donde las haya, comenta con los asistentes… no hay porqué preocuparse, ya que entre una cosa u otra, parto, cordón umbilical, lavar al recién nacido, atender a la madre, etc. son las 11 y pico de la noche, luego no es ninguna locura manifestar, aseverar e incluso jurar que el pequeño vástago ha nacido a las 12 y un minuto del glorioso día 18 de julio de 1955. Todos asienten y sonríen, caso solucionado y a frotarse las manos.
Pero mi padre, eufórico por la noticia aun va más allá, ya que el neonato es un niño, su primer varón, ya que anteriormente vino al mundo mi guapísima hermana Amparo, va y decide que hay que ponerle Antonio de nombre, al igual que el suyo y mucho más que su abuelo, también Antonio para más señas. Mi madre, todavía con los sofocos del parto comenta desde la cama, que porqué no se le pone Luis, como el abuelo materno.
La conversación toma tintes dramáticos, que si Antonio, que si Luis, nadie cedía en sus pretensiones y va mi padre, coge al renacuajo, ese era yo, por la patita y lo asoma por el balcón del dormitorio o le ponemos Antonio o no sé lo que hago, en ese preciso momento, mi salvación, vino cómo no de mi abuela Laura, y porqué no le ponemos Antonio Luis y todos tan contentos. ¡Bendita tú entre todas las mujeres!, Niño de nuevo que es restituido a la cama de la madre.
Esto lo cuento ahora después de 60 años, pero ha marcado el devenir de mi vida, de ahí que reivindique siempre mi nombre de Antonio Luis; lógicamente quiero creer que es un chascarrillo que contaba mi padre para hacernos reir, pero yo siempre agradecía a mi abuela su intervención fuera cierto o inventado.
En aquellos tiempos, los niños se bautizaban muy pronto, el mío fue el 6 de agosto y con la partida de bautismo, necesaria entonces y la partida del juzgado de nacimiento, ya podías acudir a la sede de la caja de Ahorros, sita en el Portichuelo y te entregaban tu estupenda cartilla con las 500 ptas. de vellón. Nunca he sabido cuánto dinero serían al cambio actualmente con esto del euro, pues aun no hago bien el cambio euro/pesetas después de tanto tiempo, el caso es que conservamos con una joya dicha cartilla hasta el año 1960, incluso cada año te añadían intereses por el ahorro. Pero ese año de 1960, se helaron las patatas que mi padre había sembrado y la economía de la casa se resintió hasta el punto que mi padre tuvo que sacar el dinero de la cartilla que tanto había costado conseguir.
Siempre he mantenido con mi padre, hasta que nos dejó, que mi nacimiento fue un hecho importantísimo para la familia, ya que unió más si cabe al matrimonio con un nombre de fotonovela, Antonio Luis, y de otro lado, sacó a la familia de la ruina gracias haber nacido el 17, perdón el 18 de julio de 1955.