Un libro que quedó finalista en la XXIV Edición PremiosTiflos de Cuento en 2013 en el que recoge «vivencias propias y ajenas», a modo de piezas de un puzle esparcidas sobre una mesa que el lector, si le apetece, puede encajar en las que aborda temas como la violencia de género, paro, política, emigración, pateras, policíacas, prostitución, droga, religiones, ciencia-ficción, incultura, homosexualidad, enseñanza, fábulas, etc.
Un cáncer felizmente superado y una dolencia, en concreto una retinosis pigmentaria, enfermedad ocular de origen genético y carácter degenerativo ha colocado a este granadino con raíces alpujarreñas en la senda del arte. Si hace poco más de un mes mostraba en el Hospital Universitario ‘Virgen de las Nieves’ sus dotes artísticas como pintor y fotógrafo ahora es la literatura lo que vuelve a situarle en la palestra y lo hace con un libro de microrrelatos prologado por Chema Cotarelo quien destaca que «los textos de Gabriel Salguero tienen poesía; reúnen, en una especie de collage, sucesos, ilusiones, sentimientos, que proyectan sus imágenes contra el interior del lector». Así mismo los cataloga como «fragmentos de pensamientos» que dejan el «buen sabor de lo bien escrito» que en muchos casos se trata de «historias reales adornadas con cuestiones ficticias», para terminar recomendando que «se lea muy despacio».
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150 palabras
Por su parte el autor aclara que en primer libro de narrativa publicado surgió «al hilo de un concurso de microrrelatos con sus condicionantes distintos a los que te impones a la hora de hacer el libro» que, por supuesto, ha ido ampliando e intentando mejorar. Para Salguero «el microrrelato está a caballo entre la poesía y la prosa porque tienes que decir muchas cosas con pocas palabras». Así mismo, considera muy importante no solo lo que dices si no también lo que hay entre líneas y no dices y el propio título porque orienta o desorienta a voluntad del autor. «He querido complicarme la vida limitando a 150 palabras como máximo incluido las del título, y en muchos casos iniciando con la misma frase inicial varios relatos, en algunos casos hasta once», añade al tiempo que aclara que muchos de ellos se tratan de historias basadas en hecho reales, a veces ocurridos al propio autor o a familiares o amistades.
Por todo ello, considera que su libro está pensado para las personas que no tienen demasiado tiempo, pues dependiendo de la disponibilidad podrá leer un relato o cuarenta y en el orden que le apetezca. Lo que en muchos casos sucederá es que el lector quedará impactado por el final lo que le llevará a una relectura. Final que el propio autor desconocía en el momento de su redacción, ya que inidca que «no sé cómo va a ser el relato para el que tengo la frase inicial pues empiezo a escribir y deriva de un sitio para otro. Esta literatura tiene sus complicaciones, sus seguidores y sus detractores».
En cualquier caso lo que sí tiene muy claro es que «lo escrito si no se lee está muerto» y que los escritores lo hacen para que se les lea. Como persona bien nacida muestra su agradecimiento primeramente a sus lectores y a su familia, así como a los escritores Chema Cotarelo, Pedro Enríquez y Javier Palomo, además de a Ediciones Dauro y a la ONCE, en general, por su labor y, en particular, a sus magníficos técnicos rehabilitadores que, con su profesionalidad, consiguen optimizar al máximo los restos visuales.