Por una parte, el PSOE ha presentado el pasado 26 de noviembre su propuesta “Hacia un modelo profesional docente del siglo XXI”, en parte recogida en su programa electoral. Por su parte, el pasado 7 de diciembre, el Ministerio ha dado a conocer el “Libro Blanco sobre la Profesión Docente” que ha realizado José Antonio Marina. Tras esta legislatura ignominiosa para el profesorado, está bien que el profesorado entre en la escena, debatiendo sobre cómo revalorizar su formación y volver atractiva la profesión por los mejores.
Sin embargo, veremos a ver en qué queda al final. Rajoy tenía en su discurso de investidura “establecer un nuevo sistema nacional de acceso a la función docente para atraer a la docencia a los mejores profesionales” y, sin embargo, nada se ha hecho o, más bien, lo contrario. Entrar en la carrera profesional es un campo minado, sujeto a posibles explosiones por donde lo pises. Esto ha hecho que, desde el comienzo de la democracia, se haya sentido la necesidad de un Estatuto del Profesorado que establezca una carrera profesional docente, pero a la vez se haya convertido en un asunto sucesivamente aplazado.
José María Maravall, con sus asesores pedagógicos, elaboraron una primera propuesta de “Estatuto del Profesorado”, que dio lugar a la gran huelga general del profesorado estatal, en todo el último trimestre del curso 1987/88, provocando la caída del ministro y la retirada del Estatuto. Desde entonces los intentos de retomarlo han aconsejado dejarlo en el cajón. En el verano de 2006, con la LOE, se hace de nuevo una propuesta con el título de “Estatuto del Funcionario Docente no Universitario”; vistas las reacciones que suscita, se presenta un segundo borrador (mayo 2007), que definitivamente queda aplazado. El último que mostró voluntad de retomarlo fue el Ministro Gabilondo, considerando que, en épocas de recortes, mejor dejarlo reposar.
El asunto de evaluación o no del profesorado, muy discutido el mes pasado con motivo de unas declaraciones de Marina, se inscribe (y se subordina) al diseño de una carrera profesional consensuada, en la que puede entrar o no, en cualquier caso con otros muchos medios, la evaluación del profesorado. |
Mientras tanto sucesivos informes internacionales (el último el Panorama de la Educación 2015 de noviembre pasado) han ido alertando de la situación anómala en España. Los docentes españoles con amplia experiencia ganan casi lo mismo que los que acaban de empezar, contrariamente a lo que suele suceder comparativamente con otros países, por la falta de incentivos de desarrollo profesional al buen ejercicio docente. No podernos decir que sea lo más motivador para los docentes con un alto compromiso e implicación en su trabajo. La única carrera y desarrollo profesional que hemos tenido ha sido “geográfica” (traslados por antigüedad hasta conseguir el lugar más apetecible), pero para eso solo hace falta dejar transcurrir los años, con algún cargo complementario de gestión. El asunto de evaluación o no del profesorado, muy discutido el mes pasado con motivo de unas declaraciones de Marina, se inscribe (y se subordina) al diseño de una carrera profesional consensuada, en la que puede entrar o no, en cualquier caso con otros muchos medios, la evaluación del profesorado.
Hay una amplia coincidencia entre el documento del PSOE y el Libro Blanco de Marina en la carrera profesional. En ambos casos supone cambiar, simultáneamente, el modelo de profesionalidad docente. A su vez requiere un amplio acuerdo social y político que integre todos los elementos que componen la estructura básica del sistema educativo. Por su parte el Programa electoral del PSOE recoge, entre las propuestas educativas, “aprobar un Estatuto del Personal Docente que impulse su profesionalización, dignifique la función docente, regule sus condiciones de trabajo, asegure su formación permanente, establezca los criterios para su promoción, derogue los Decretos que han deteriorado sus condiciones laborales e incorpore un sistema de acceso a la docencia similar al MIR sanitario”. El programa del PP se queda en buenas intenciones: “desarrollaremos las bases de la Carrera Profesional Docente”.
Si un sistema educativo debe ser dinamizado, de modo que se comprometa activamente al personal para asegurar el éxito educativo a todo el alumnado, la cuestión clave es: ¿puede, y de qué modo, establecer una carrera profesional? Lo que sí sabemos es que la situación actual, como vive cotidianamente el profesorado, no contribuye. Pero también hay modos de hacerlo que empeoran la situación. Por no ir muy lejos, basta ver lo que sucedió en Portugal con el Estatuto de carrera del profesorado en 2007, hasta el punto que ha debido ser derogado y reformulado (2009) sucesivamente. Algo similar podría suceder en España. Además de buscar un amplio consenso, el asunto se juega en cómo, para qué, y con qué efectos. Hay formas en que se ahonda en la jerarquización, competitividad e individualismo entre el profesorado, desmotivando al personal; en lugar de incrementar el compromiso por la mejora de los docentes. No obstante, frente a aquellos que dicen que no se sabe hacer (y, por tanto, mejor no tocarlo), el mundo es muy grande y se puede aprender de las mejores experiencias desarrolladas en otros países, debidamente contextualizadas.
Finalmente otro asunto es mejorar la formación inicial y el acceso a la docencia, en el que también hay un amplio consenso en ambos documentos y, en general, en los programas electorales. Desde luego, esto depende de que accedan los mejores a la profesión, pero también de la formación inicial excelente que puedan recibir los que acceden. Extraña sobremanera el silencio de las Facultades de Educación, como si no fuera con ellas, cuando se está cuestionando gravemente el trabajo que realizan, Tal vez por ello, visto lo visto (CAP y Máster), el Libro Blanco propone, tras los Grados, prescindir de ellas, situando como nueva pieza clave los “Centros Superiores de Formación del profesorado”, para la formación práctica inicial y toda la formación permanente y especializada.
(*) Antonio Bolívar. Catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Granada
Publicado en el periódico Escuela, diciembre 2015