Otras de sus grandes aficiones ha sido la cacería hasta el punto de llegar a gastarse 3.000 pesetas mensuales en gasolina en su desplazamientos desde Bilbao a Granada que se quedaron en 300 con el Mercedes nuevo. «Al principio casi lo abandoné al empezar a haber otros coches que andaban bien, porque este para ponerlo a 120 km tiene que favorecerle el terreno», aclara. Luego se compraría un Mercedes 230. Pasado el tiempo decidió recuperarlo pues nunca le había dado un disgusto pese a venir desde Bilbao «cientos de veces» en época de cacería lo que le suponía más de dos mil kilómetros, ya que en aquellos años «los únicos llanos, eran los de la Mancha y cruzar Despeñaperros había que pensarlo».
Pese a que en un viaje a Córdoba que le tocó detrás de un camión y pensó en cambiarlo pues su falta de reprise le impedía adelantarlo al final decidió no hacerlo, ya que «en casi 50 años no me ha dado ningún mal rato y le he cogido cariño». Al preguntarle detalles del mismo nos explica que «tiene 13 caballos fiscales y un manual que no lo trae ningún coche, con todas las piezas, hasta el último tornillo y cómo va colocado». También nos aclara que tiene seis o siete Mercedes funcionando y otros tres en reparación. Tanta es su devoción por esta marca que nos cuenta que en una ocasión fue a Stuttgart (Alemania), «donde lo fabrican para decirles que yo tengo uno de toda la vida». Cuando le insistimos que de donde le viene tanta admiración por esta marca recuerda que incluso antes de cumplir los 18 años conducía un Mercedes180 de la familia Romero, que llamaba mucho la atención. Por esa época también conducía camiones americanos del ejército enviados para la guerra civil que luego se utilizaron en la construcción del Pantano de Cubillas.
«En la época de Franco cualquiera no podía tener un Mercedes, pues estaban muy limitados. En España entraban tres o cuatro, uno para el Ministro, otro para el cónsul… Ahora es distinto» nos cuenta. También que había que solicitarlo con mucha antelación y algunas veces, dependiendo del modelo, había que esperar hasta tres años. A ello añade que «los coches de importación tenían un impuesto de lujo de 3.000 pesetas al año, por eso lo puse como ‘gran turismo’ que hacia que cuando el avión aterrizaba había que llevar los viajeros a Granada para lo que había coches muy grandes: Dodge, Chrysler,… Me ahorré el impuesto pero me obligaba a llevar la SP (Servicio Público). Entonces no había ITV pero tenía que pasar sus revisiones como coche público».
Vehículo que destaca por su amplitud y comodidad por lo que en varias ocasiones le han pedido para llevar novias a la iglesia. Servicio que ha realizado su hijo Diego, otro gran aficionado al mundo de los vehículos clásicos y propietario, entre otros muchos, de un Singer, único en España. José explica que su Mercedes adornado «es el no va más. Lo preparaba una chica de una floristería de la plaza Bibrambla que me lo ponía precioso con sus lazos y tantos cromados como tiene y un centro en la parte trasera», recuerda.