Fernando Romero presenta su novela ‘San Mateo del Romeral’, la divertida historia de un ateo aficionado al rock al que hacen santo

Divertido, ameno y muy entretenido, así ha resultado a sus primeros lectores el libro de Fernando Romero pues es de los que se resiste a ser abandonado una vez iniciada la lectura. Publicación que tiene además una curiosa historia pues Fernando lo comenzó en 2010, cuando el parón del Centro García Lorca le obligó a dejar su trabajo de capataz para convertirse en vigilante. «En vez de aprovechar para prepararme unas oposiciones a juez o policía me dio por escribir, por retomar una afición que me viene de lejos. Lo terminé en 2015 cuando Dauro me brinda la oportunidad de publicarla. Por eso digo que fue el espíritu de Federico el que me animó a escribir la novela», comenta con humor, el mismo que está presente a lo largo de las 298 páginas y que en más de una ocasión provocará la risa en el lector con sus situaciones simpáticas y ocurrentes comparaciones.

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Fernando que como su protagonista nació en el Zaídín, reside actualmente La Zubia, aclara que esta obra ha sido para él un reto pues siendo su fuerte la narrativa infantil con moraleja ahora ha decidido hacer otro tanto pero para adultos con esta historia que también «te deja con un pellizco y te hace pensar», pues no le falta la crítica social y de determinados personajes que por desgracia aprovechan la política para enriquecerse. Lo primero que sorprenderá a los potenciales lectores es encontrarse que quien le cuenta la historia lleva medio siglo bajo tierra. Y que será él quien le relatará «la historia de una persona no creyente, atea, agnóstica, incrédula o sencillamente pasota de la religión, que pasa, sin comérselo ni bebérselo, a ser convertido en San Mateo del Romeral». Luego, tras una «pequeña introducción» de 77 páginas en la que conocemos al protagonista desde su niñez, su etapa escolar, pormenores de su primera comunión, formación en un centro concertado hasta que aprueba sus oposiciones para entrar de enfermero en el Hospital Universitario de San Cecilio, se despide para dar paso a un narrador-amigo que en tercera persona contará las vicisitudes que le llevarán a la santidad y que compone la trama central de la obra.

Esta parte le permitirá al autor demostrar sus conocimientos de senderistas -pertenece al Club Al Borde de lo Inconcebible- especialmente de rutas por Sierra Nevada y la Alpujarra, aunque como un español por el mundo también lleva al lector a Perú y Argentina. Será en tierras alpujarreñas donde llega hasta a una cortijada donde viven 13 vecinos, Béler anejo de Alurcos (inspirados en Narila y Cádiar y quizás también en Tímar y Lobras), en el municipio de Bérchules donde se topa con su alcalde, don Bernardo. Al decidir quedarse para recomponer su vida y comprar un terreno en el paraje del Romeral le dará la posibilidad de granjearse la simpatía de los vecinos entre los que va incrementándoe su reputación. Comedia y sátira, con grandes dosis de situaciones vividas. Fernando, como Mateo fue de los niños que empezó yendo a Religión para pasarse luego a Ética, que hizo el servicio social en una residencia de monjas en lugar de la mili y que le encantan grupos de rock españoles como La Polla Récord, Rosendo, Barricada, Mojinos Escozíos, con la única excepción extranjera de Iron Maiden. «El lector de esta novela debe ser tolerante pues está cargado de grandes dosis de tolerancia», afirma este escritor que reconoce las «malas influencias» de su ídolo, el humorista fallecido Pedro Reyes, Pablo Carbonell, Gran Woyming, o la revista ‘El Jueves’.

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