Verán: viene al hilo esta reflexión a propósito del linchamiento moral, ideológico e intelectual que por buena parte de los medios de comunicación ha sufrido el poeta, novelista, filósofo y pensador Félix de Azúa. Todo un referente en el mundo de la cultura, que ha cometido el “gravísimo” delito de no ser políticamente correcto y enfrentarse al poder establecido –establecido por unos cuantos, claro- ante la pasividad –insisto, cobarde- tanto de sus compañeros de profesión como de la R.A.E. Verdaderamente deleznable y más cuando, para atacar al escritor, se han esgrimido todo tipo de chocarrerías de una demagogia verdaderamente insultante para cualquier inteligencia mínimamente cultivada.
Todo un referente en el mundo de la cultura, que ha cometido el “gravísimo” delito de no ser políticamente correcto y enfrentarse al poder establecido –establecido por unos cuantos, claro- ante la pasividad –insisto, cobarde- tanto de sus compañeros de profesión como de la R.A.E |
Así, rápidamente, no se ha tardado en montar el escenario, con su atrezzo correspondiente, y a la Sra. Colau le ha faltado tiempo para ir a fotografiarse con las pescaderas de su mercado. Porque, claro está, el señor Félix de Azúa no tiene otras inquietudes intelectuales que ofender a las pescaderas del planeta e incluso del universo entero ¡Pobre diablo! Porque en este país de acólitos del primero que llega, se puede agredir por la calle a todo un presidente del Gobierno –prescindiendo de que uno esté de acuerdo con sus ideas o no- sin que no solo no pase nada sino que el agresor es jaleado por toda esta peña a la que más arriba hacía referencia, aunque hipócritamente se diga otra cosa de puertas para fuera. Se puede acusar en sede parlamentaria a todo un expresidente del Gobierno, Felipe González, de ser un asesino y no sólo no pasa nada sino que sus propios correligionarios hacen una defensa de él tan vergonzante como humillantemente cobarde. ¡Ah, pero que el señor Félix de Azúa no se nos salga de madre! ¡Faltaría más!
Hablaba al principio de la Alta cultura no como oposición a la cultura popular –siempre tan rica- sino como término enfrentado a la denominada cultura orgánica: tan banal como zafia. Y, claro está, este tipo de cultura –siempre tan apegada a las prebendas- no podía por menos desaprovechar la ocasión para arrinconar al que discrepe de ellos. Esta cultura orgánica, manipuladora hasta la náusea, capaz de comparar a Andrés Bódalo con Miguel Hernández en un despropósito sin parangón, es la que se ha lanzado a la yugular de Félix de Azúa con fundamentos tan sólidos – incluso hay que hacer un esfuerzo supremo para creerlos-, como el twit de Maruja Torres al referirse al pensador: “Con la alergia que le tiene al pescado, nunca se habrá comido un buen coño”. Esta cultura orgánica es la que trata de aniquilar cualquier atisbo de hondura de pensamiento, de conocimiento del mundo y de la vida y la que intenta frenar, desde el descrédito, una formación que tenga unos mínimos fundamentos de solidez intelectual para hacer personas más críticas con el poder y más honestas consigo mismas y con la sociedad. Es esta cultura orgánica la que en un alarde de imposición de ideas persigue con una ferocidad terrible a Albert Boadella y a los pocos pensadores independientes que quedan en este país. ¡Cuánta razón lleva Pedro Simón en su artículo de El Mundo del pasado 9 de abril al decir que “no está de moda el verbo leer, sino el verbo clicar…Hay un desprecio hacia el libro como balcón por el que asomarse al mundo”!
Nunca sabrá Félix de Azua –o quizá sí- la lección de independencia de criterio y de honestidad intelectual que nos ha dado al no dejarse arredrar por la peña y postrarse de hinojos ante tamaños indocumentados. Sepa que aún quedamos gente que sabemos apreciar estos gestos y valorarlos en su grandeza. Y para concluir, permítame ofrecerle un humilde consejo: vístase de supermán –capita incluida- diríjase al mercado más próximo, enfúndese el delantal de hule blanco de una pescadera y póngase a vender pescado. Renuncie a su sillón de la Academia y, a ser posible, cédaselo a la Sra. Colau o cualquiera de sus allegados que, por supuesto, contribuirán mucho más a la cultura de este país que toda su dilatada carrera.
(Nota: Este artículo de opinión se publico en la edición impresa de IDEAL, correspondiente al lunes, 18 de abril de 2016)
Blas López Ávila.
Profesor de secundaria jubilado
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