Además, analizando sus comportamientos, afirman que suelen refugiarse en lo privado, sobre todo en la familia, en los amigos y en el ocio; y se alejan cada vez más de lo público, como la religión, el medio ambiente o la política. Para ellos, el ocio es vital, pues un 92% suele considerarlo como su actividad básica, sobre todo la música, la televisión, el cine, los bares, etc. El 66% confiesa consumir alcohol, el 36% marihuana y el 6% cocaína. El 56% de las chicas manifiesta practicar el sexo sin anticonceptivos de ningún tipo, a pesar del gran número de embarazos juveniles existentes. Sólo el 26% de los jóvenes pertenecen a alguna asociación, de las cuales el 50% son deportivas, el 1% son ecológicas y el 1,5% son ONG. Una chica de 16 años entrevistada manifiesta textualmente, en una opinión que puede resumir la de otros muchos jóvenes: “No nos interesa la actualidad nacional ni internacional, vamos a lo nuestro”.
Según una encuesta realizada por el Instituto de la Juventud, entre 1500 jóvenes granadinos de 13 a 16 años (que cursaban segundo y tercero de ESO), la mayoría de ellos sienten una predilección especial por el ordenador, la moto y el móvil. Suelen conducir la moto sin casco y con exceso de velocidad, sin preocuparles excesivamente las multas, puesto que éstas las “pagan mis padres”. Suelen tener su primera relación sexual antes de los 18 años. Las drogas más consumidas por ellos son las de diseño y la marihuana. Manifiestan que les sobra dinero para sus gastos. Para comer prefieren las comidas rápidas.
¡Cuántos jóvenes superaron su abulia escolar, incluso su falta de rendimiento, cuando se cruzó en su camino un profesor que confió en ellos y que les dio alas para volar! |
En otras épocas, el ocio estaba subordinado al trabajo, hoy, sin embargo, el ocio se sacraliza y se convierte en la actividad más demandada y practicada por la juventud, que cada vez es una etapa más dilatada. Si antes la adolescencia era el tránsito rápido entre la infancia y la madurez, hoy se ha convertido en una etapa larga y duradera que no termina en varios años. Hay jóvenes que con veinticinco y treinta años siguen viviendo una etapa de inmadurez y de despreocupación similares a las que antes tenía un joven de dieciocho años.
Una tendencia muy común entre los jóvenes, quizá como un medio de solventar su falta de autoestima, es la pertenencia a un grupo de amigos. La amistad es una de las relaciones más estimadas entre los jóvenes, junto a la familia. Si los amigos que el joven tiene son correctos y serios, terminarán ejerciendo sobre él una influencia positiva, pero si éstos no se comportan adecuadamente, pueden influir negativamente sobre el joven, y esto deben vigilarlo los padres y los profesores.
Son muy peligrosas las pandillas que muchos jóvenes tienen durante el fin de semana, que nada tienen que ver con los compañeros con los que habitualmente se reúnen durante la semana, que suelen ser el grupo de compañeros de clase. Muchas pandillas de las citadas están organizadas en torno a un líder, que suele ser el más fuerte, o el más lanzado o el más amoral, y todos los demás, chicos y chicas, se someten al criterio del grupo, donde el líder suele marcar la pauta de conducta.
Los comportamientos dentro del grupo han de estar de acuerdo con los criterios colectivos existentes, y el no someterse a ellos puede conducir a la exclusión del mismo por “estrechos”, por “cobardes” o por “traidores”. Las prácticas que estos grupos suelen imponer durante los fines de semana, algunos incluso durante la semana, suelen ser diversas y poco recomendables en general: consumo de alcohol, de drogas o de sexo; o bien prácticas de xenofobia o de pequeños hurtos, o de destrucción de equipamientos públicos, etc. Este tipo de grupos guardan estrecha relación también con los casos de acoso o bullying de los centros, porque sus integrantes se sienten plenamente arropados en sus “hazañas” y en sus maldades, y por ello hemos hecho mención a ello en el apartado correspondiente.
En conclusión, para que los jóvenes crean en ellos y en sus posibilidades, es necesario que vean esa fe previa en sus educadores: creer en las posibilidades del educando produce grandes milagros pedagógicos. ¡Cuántos jóvenes superaron su abulia escolar, incluso su falta de rendimiento, cuando se cruzó en su camino un profesor que confió en ellos y que les dio alas para volar! Podría contar el caso de un alumno que había repetido ya dos cursos en la ESO por ser una persona tímida e insegura, criado sin su padre, al que apenas conocía, pues bien, aquel alumno, cuando un grupo de profesores empezamos a creer en su valía se destacó como un alumno brillante. Hoy está terminando, con grandes notas, su carrera universitaria. Por eso, los mayores no debemos permitir nunca que los jóvenes achaquen su fracaso escolar a falta de capacidad, que casi nunca es así, sino a su falta de dedicación y de autoestima.