Pocas veces nos hemos parado a pensar sobre el agua no sólo como un bien de primera necesidad o un elemento capaz de modelar los paisajes de manera natural, sino también como un concepto de dimensión cultural con profundas implicaciones para la creación de los hábitos sociales, etc. En aquellos años había una mayoría de casas que no tenían agua corriente y cada día se tenía que acercar uno a los distintos pilares repartidos por el pueblo, también se acudía a las fuentes para traer el preciado tesoro del agua. En épocas pasadas, estos pilares abastecían a las viviendas de Salobreña, ya que los vecinos acudían a diario para hacerse con el agua para uso doméstico por el hecho de que no se contaba con una red de abastecimiento urbano. A parte de lugar de aprovisionamiento, servían de sitio para comentar todas las cosas que ocurrían en el municipio y ponerse al día de cada cosa que acaecía por la calle. Un primor era el ver las mujeres con sus cubos, cántaros, pipotes para llenar y como se guardaba cola religiosamente.
El primero que yo veía cuando entrabamos por el Portichuelo, era uno que había frente al horno de Marina y justo debajo de la casa de mi abuela Carmen; luego en la misma calle Cristo debajo de la tienda de Pepe Hernández y en la misma puerta de la administración de la Alsina había uno de lo más concurrido, bien por su sitio, que era de lo mejorcito del pueblo. Sin olvidar el pilar del Cura, que éste era visitado por todas las familias de lo alto del pueblo y, sobre todo, de la zona el Postigo.
Otros lugares muy visitados eran las fuentes o manantiales naturales como el Gambullón, la Fuente de la Raja, la Fuente Andrés Díaz, todos ellos de agua fresca y cristalina pero que había que tener mucho cuidado, pues en alguna ocasión te encontrabas con alguna sanguijuela, gajes del oficio. A estas fuentes se venía a por agua desde todas las casas, pues raro era la casa que no tenía su pipote con el agua bien fresquita, sobre todo en épocas veraniegas y al mismo tiempo dar un paseo. Pozas, charcas, fuentes y estanques de todo tipo; acequias, acueductos y bebederos, lavaderos y pilares saciaban la sed de todos los vecinos.
Salobreña, construyó fuentes y surtidores para cubrir las necesidades de los salobreñeros, pilares para llenar los cántaros, dar de beber a los hombres y saciar a las caballerías, estructuras hidráulicas urbanas a las que acudían cientos de personas para obtener el agua de cada día. Añoranza siente uno que hayan desaparecido todos o casi todos, pues aun pudieran usarse para beber, acicalarse, o simplemente, refrescarse.