Cada año, deseábamos llegara el verano pues con él venían los franceses, el poco turismo que había era de esa nacionalidad y repetían cada estío a la Pensión San José. El primer Citroën Tiburón color negro que salía en las películas lo vi aparcado en la calle Cristo, justo delante de la farmacia de Encarnita y su eterno mancebo, D. Francisco.
Cada día, al caer la tarde me sentaba en el bordillo de la acera de la tienda de mi tía María a esperar que llegara el famoso coche de cine y sus ocupantes. Venían de recorrer la Alpujarra, Capileira, Pampaneira y Bubión, sabíamos el recorrido porque siempre preguntábamos. Luego los veíamos de forma indiscreta por las dos ventanas que daban a la calle y que eran el comedor. La Pensión San José fue de las primeras fondas que servían platos al gusto extranjero, es decir, sin mucho ajo y aceite.
Parece que lo estoy viendo y oliendo, todas las tardes-noche comían lo mismo, un plato de ensalada y sopa del cocido, unos días con fideos, otros con estrellitas y otros con letras, el caso era tomar sopa diariamente. Finalizaban con un buen arroz con leche o natillas, eso sí caseras.
Los años pasaban y abrían otras pensiones, Pensión Pérez, Pensión Fernández (frente a mi casa en la Fábrica Nueva), Pensión Palomares, Pensión Arnedo, Pensión Mari Tere, pero la Pensión San José seguía siendo el emporio de la Calle Cristo.
Gracias a mis primas Carmen, Loli, Conchi, Pili, fui aprendiendo algunas palabras en francés ya que todas ellas estaban casadas y vivían en Francia, así que cuando pasaba por la puerta de la Pensión camino de la esquina de mi tía Teresica soltaba muy ufano yo ¡ de bonnes nuits! y me quedaba tan tranquilo, los extranjeros sonreían y pensaban quien será este Salobreñero con el acento tan cateto.
Con los años fui perdiendo la costumbre del ¡de bonnes nuits! y me ponía en la acera de frente a la pensión, pues las francesas en pleno mes de agosto tenían las persianas por encima de la baranda y esperábamos pacientemente a que se desnudaran, ya no sé si lo hacían a propósito o sin saber que allí abajo había un par de mozalbetes pendientes de sus desnudos, pero el caso es que lo pasábamos pipa.
Pensemos años 60 lo que significaba, no ya ver, pues la mayoría de las veces no se veía nada, pero imaginar sí que imaginábamos qué estaría haciendo la buena de la Brigitte, cuando se paseaba por la habitación en sujetador o tal vez sería bikini, el caso es que nuestra imaginación volaba más allá de los Pirineos.
Los tiempos fueron cambiando, ya los turistas iban al Hotel Salambina y posteriormente al Hotel Salobreña, pero algo tenía la Pensión San José que cada año, al volver el verano, repetían muchos matrimonios y familias, hasta el punto que ya nos conocíamos las matriculas de sus coches.
Cuando me trasladé a vivir a la Fábrica Nueva, tuve la gran suerte de vivir frente con frente a la pensión de mi amigo Antonio Fernández, pero esa es otra historia que ya contaré con más detalle.
OTROS ARTÍCULOS DE OPINIÓN DE ANTONIO LUIS GALLARDO EN IDEAL EN CLASE: «Un día de pesca» (19/06/2016) «De buenas maneras» (12/6/2016) «Un día de choto» (5/6/2016) «Churretes» (29/05/2016) «Recuerdos de mi callejón» (22/05/2016) «Olor a pan recién hecho» (15/05/2016) «Los antiguos pilares» (08/05/2016) «Mi Primera Comunión» (01/05/2016)
Más artículos de ANTONIO LUIS GALLARDO
|