Según explica Rosa este libro ha tenido un año de gestación porque hasta ahora prefería la prosa. «Escribía desde muy joven relato corto y microrrelatos. Ha sido Álvaro Villa, mi prologuista, quien me animó a escribir poemas. La poesía clásica me aburría muchísimo, solamente leía a Pedro Salinas y algún otro que entendía pero él me ha hecho creer que yo podía escribir una poesía sencilla que puede llegar a los demás», explica sobre el origen de este libro que define como «remembranzas de antes escritas ahora». También como «el principio de una ilusión de cuando llegué a Granada que luego se convirtió en una especie de cárcel, por llamarlo de alguna forma, pues estuve 13 años marchitámndome ahí dentro pues aquellos 54 metros cuadrados me asfixiaban pero no era por las dimensiones reducidas de la estancia sino por la persona que me acompañaba».
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Su humildad le hace dudar de sus capacidades como poeta por eso pide «benevolencia con esta aprendiza de poeta y, si consigo en vosotros una mínima emoción, me daré por satisfecha». De hecho hace un año no se creía capaz de materializar este libro que ha escrito «para que llegue a los demás». En el doble prólogo, Salvador Arias destaca cómo «al leer los sentires de tus versos, he visto tu alma reflejada, trasparente, dulce y tierna como lo expresa tu cara», en tanto que Álvaro Villa indica que «no me sorprende que tantas personas te quieran. No es cuestión de clase social ni de ideología. Con la humanidad que demuestras, estás por encima de eso. Hija del tiempo, madre de vida, amante no ortodoxa, quiero decirte que has enriquecido mi vida, quiero decirte que vas a vivir en los corazones de todos los que te lean, sientan y se suban contigo a tu ‘Máquina del Tiempo’».
Libro de 114 poemas ordenados alfabéticamente y repartidos en las distintas dependencias de una mroada, desde el umbral hasta el trastero pasando por la sala de estar, dormitorio, cuarto de baño, cocina y porche. En la sala de estar, dos poemas claves: el que da título al libro con los versos:
«¡Hay que ver, cómo nos pasa la vida!
y nosotros,
perdidos en una tribulación
absurda y dolorosa
que nos clava las ganas
en estos escasos
metros cuadrados».
Y otro titulado ‘Escribo para que me entiendas’ en el que explica que:
«Mi vocabulario,
no es extenso,
tan solo,
¡qué tontería!,
brota del corazón.
Hago lo que puedo
para llegar a ti,
al que me lee».
Cuando le preguntamos a qué se debe la larga lista de agradecimientos (página y media) responde que «para mi, después de mi hija, los amigos son lo más importante de mi vida». Precisamente su hija a la que adora, Laura Sotelo Ayuso, ha sido la autora de la portada e imágenes del interior pues es la ilustradora y maquetista de Aliar Ediciones.
