Antonio Morell era actor de vocación y director de decisión. Descubrió su pasión por los escenarios a través del viejo Teatro Español Universitario (TEU) de Madrid, semillero de actores y directores, heredero de ‘La Barraca’ de Federico García Lorca, y traído a Granada a primeros de los cincuenta por José Martín Recuerda. Morell vivió una buena parte de su infancia y juventud entre Madrid y su casa familiar en Puerta Real, a unos metros del Teatro Isabel la Católica, en la esquina de enfrente del Centro Artístico, Literario y Científico.
Para Morell, el teatro era la expresión máxima de la cultura, el arte en su manifestación suprema. Vivía por y para el teatro. Consideraba su pasión por los escenarios mucho más que una expresión artística. En la dramaturgia descubrió el sentido de la vida, la realización exclusiva de su existencia desde que adolescente se subió al escenario del Teatro Cervantes y de ahí pasó al TEU bajo la dirección de José Martín Recuerda. Allí compartió con su amigo y compañero Francisco de Paula Muñoz, papel en aquel ‘Teatrillo de don Ramón’, de Martín Recuerda.
En Madrid, a finales de los sesenta, Antonio Morell trabajó a las órdenes de José Tamayo como actor profesional en el Teatro Bellas Artes y luego en la compañía Lope de Vega. En la capital se convirtió en un referente de ese Teatro de la Transición que exportó desde la capital el drama de la reivindicación de la democracia y de la lucha por las libertades. Sus obras eran reflejo de lo que se vivía en las calles del país. Sus adaptaciones de clásicos, al lado de Tamayo o representando a Bertolt Brecht, ponían de evidencia su afán por hacer del teatro una forma de transmisión de valores, de derechos y de deberes en una sociedad que estaba cambiando.
A finales de los ochenta fundó en Granada la Compañía de Teatro José Martín Recuerda, con el objetivo de inmortalizar a su amigo el dramaturgo granadino y representar así todas sus obras. Antes había dirigido el Grupo de Teatro del Centro Artístico. Luego, la Compañía Zarzamora Teatro. Fue el fundador de la Compañía de Teatro del Corral del Carbón. Sus últimas creaciones se vieron representadas a través del grupo Ofecum Teatro. Con ellos estaba preparando para este otoño el estreno de ‘Cuñada viene de cuña’.
Para Antonio Morell, el Teatro Isabel la Católica del centro de Granada y el Teatro José Tamayo de la Chana, eran su casa. En sus escenarios vivía su ‘vida tal cual’. A ellos llevó tanto el teatro clásico de Lorca como el moderno institucional y a la vez alternativo, el teatro ortodoxo y el teatro heterodoxo. Supo convertir los escenarios en escaparates del arte de la dramaturgia. Quién no recuerda el éxito de ‘Caballos desbocaos’ de Martín Recuerda, dirigida por Morell en el Isabel la Católica. Consideraba la comedia como la expresión máxima del quehacer humano. Burlarse de la propia vida era un arte, el arte de reírse con rigor y hacerlo de forma creativa.
Nos queda su recuerdo, su imagen algo desabigarrada a medio afeitar unas veces, con barba blanquecina otras, de ojos expresivos llenos de ternura y cierta picardía, paseando por los alrededores de Puerta Real, a la sombra del teatro que lo vio nacer al mundo del espectáculo, al mundo de la cultura. Antonio Morell Casas se fue en silencio, bajando el telón de su vida con el aplauso de sus más cercanos. Susurrando a la vida el calor de un público que siempre descubrió el talento de un actor que vivió su verdadera vida sobre los escenarios.
JAIME VÁZQUEZ ALLEGUE
(Nota: Este artículo de opinión se publicó en la edición impresa de IDEAL el sábado, 13 de agosto de 2016)