Antonio Luis García Ruiz: «Sí, por supuesto que sí»

Sí, claro que sí, sin duda que sí, seguro que sí, por supuesto que sí, siempre sí, una y mil veces sí. Hasta que se haya acabado todo, hasta que se haya intentado todo, hasta que se hayan terminado la totalidad de los síes existentes, hasta que se hayan agotados todos los inagotables síes de la historia y del cosmos. Sí al amor, al afecto, a la amistad, al abrazo, a la fe, a la familia, al compañerismo, a la convivencia, a la generosidad, a la fraternidad, a la igualdad, a la libertad, al respeto, a la responsabilidad, al trabajo, a la equidad y a la sostenibilidad, al arte y a la cultura, a la creación y a la tradición, a la innovación y a la regeneración, a la justicia y a la paz. Sí a la vida plena, a todos los seres humanos, a la naturaleza entera, a los animales y a las plantas, a los minerales y a las rocas, al agua y al viento, a la noche y al día, al cielo, a la tierra y al mar, al frío y al calor, a la luna y al sol y a todo lo creado por Dios. 

Acércate al sí, cúbrelo todo de síes, llena tu vida de síes, olvídate de los noes, sustitúyelos por síes o déjalos para el final, para el nunca jamás. Quítate peso de encima, ve ligero de equipaje, no obstruyas nada, no fastidies a nadie, abre todas tus puertas sin miedo y de par en par, vive e intenta vivir feliz, sobreponte a las circunstancias, recobra armonía, incorpora y rescata todos los síes que puedas, o mejor todavía, reparte síes por doquier, que ya te devolverán alguno. El sí significa aceptación, afirmación, acuerdo, confianza, apertura, oportunidad, avance, progreso, rejuvenecimiento, goce, esperanza, etc. Desde el punto de vista ético, el sí es comprometido, generoso y valiente; pero nunca intolerante, ni excluyente. También es inteligente, porque tiene capacidad y voluntad de entender a los otros, a todos los noes, por oscuros que parezcan. Implican igualmente una gran altura intelectual y moral, así como un admirable desprendimiento personal. Por eso, no debemos confundirlo con el pasotismo, el nihilismo o el relativismo moral.

Basta ya de noes, basta de negaciones e incomprensiones, de acusaciones e intromisiones, de farsas y de mentiras, de desencuentros y enfrentamientos, de prohibiciones y humillaciones, de horrores y terrores, de fanatismos y persecuciones, de guerras e invasiones y de indiferentes muertes de inocentes, en atentados o desde mandos muy alejados. En España, en Europa y en el mundo, llevamos mucho tiempo instalados en la cultura obstruccionista del no; porque el no es egoísta, cerrado, intransigente, desconfiado; implica retroceso, falta de iniciativa, ausencia de imaginación e incluso hasta odio o venganza. Políticamente seguimos teniendo el no como principio fundamental, como regla de oro para actuar. ¿Qué sentido tiene que un partido que no ha ganado y que no gobierna, tras unas elecciones, se le llame y se dedique a la oposición? ¿Por qué no se dedica y se le llama colaboración? ¿Qué interesa más a la ciudadanía y al país? ¿Los dirigentes de una misma empresa, colaboran o se oponen, se ayudan o se entorpecen?

Vivimos en tiempos nuevos y en situaciones diferentes, con coyunturas preocupantes y tecnologías desbordantes, que nos están deshumanizando y desorientando hasta emocionalmente, en nuestras vidas, en nuestro entorno y en el universo. ¿Dónde está entonces el verdadero problema? ¿Qué tipo de desarrollo necesitamos? ¿Renovamos las estructuras políticas y lo valores democráticos, éticos y morales actuales, que tanto nos ha costado conseguir o queremos retroceder al siglo XIX? ¿Debemos de desterrar el egoísmo, el sectarismo y el enfrentamiento entre las personas, los partidos y los pueblos, o queremos vivir en permanente amenaza de ruptura y desencuentro? ¿Nos hace más felices estar instalados en el no, en lo negativo o en el sí y en lo positivo? Comparto lo expresado por otros autores, entendiendo que el verdadero factor de desarrollo es el moral, base del económico, del político y del social.

Tenemos que entrar en los tiempos del sí; del sí como principio ético, como medio y mensaje, como norma de actuación y de educación, como método fundamental para el entendimiento humano, el desarrollo económico y la cohesión social. Hemos de sustituir las palabras luchar y disputar, por las de reconciliar y acordar. Hemos de dar un sí grande a la natalidad, a la felicidad, a vivir y a dejar vivir a los demás, sean cual sea su creencia o pensamiento. Pero en la actualidad y en algunos ámbitos, estamos volviendo a tiempos pasados, porque no te dejan que seas, van en tu busca, te coaccionan, te vociferan e incluso te impiden asistir a determinados actos cívicos o espectáculos artísticos. Además de ello y aparentemente, no te prohíben que seas, pero con falsos eslóganes, mensajes subliminares, modelos televisivos y el pésimo ejemplo de muchos líderes políticos, te coaccionan para que seas, no lo que tú quieras ser, sino lo que ellos quieren que tú seas.

(*) Antonio Luis García Ruiz es catedrático de EU de la Universidad de Granada

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