Un reciente estudio dice que en España, la merienda de los escolares se compone mayoritariamente de bollería (50 por ciento), yogur y fruta (20 por ciento) y bocadillo (30 por ciento); siendo el 81 por ciento de los niños quienes consumen habitualmente algún tipo de merienda. Hoy día, cuesta sudor y lágrimas hacer que un niño encuentre atractiva la merienda y hace 50 años era nuestra comida favorita y difícilmente nos la saltábamos. Era salir del colegio y llegar lo más rápido posible a nuestra casa para disfrutar del preciado manjar.
Básicamente, una buena merienda debe incluir leche o derivados, fruta y cereales. Esta ingesta a media tarde puede ser una buena oportunidad de completar las raciones diarias recomendadas de frutas, cereales y lácteos. La merienda debe incluir alimentos variados y ricos en nutrientes. Es recomendable moderar el consumo de alimentos excesivamente calóricos o ricos en grasas saturadas y azúcares refinados, que pueden resultar perjudiciales si se toman en exceso y pueden ocasionar sobrepeso y obesidad, así como otras patologías.
Pues bien, nada de esto se llevaba a cabo antes y a fecha de hoy puedo presumir que no me ha pasado nada catastrófico por no llevar esa dieta a rajatabla. Y entre mis amigos no recuerdo ningún obeso. Antes se comía lo que se podía y a decir verdad, casi todo sabía a gloria bendita. Recuerdo con gusto ese pan con chocolate duro, que costaba trabajo hasta dar el primer mordisco pero que sabía a chocolate del que trajo Colón de las Indias, ese pan con aceite, que mi Madre sabía realizar cual obra de arte, sacaba el miajón y lo rellenaba de aceite, espolvoreaba con azúcar y volvía a tapar el agujero con el miajón. Algún día iba a casa de mi abuela Laura y de la mantequilla Lorenzana de las tostadas de la mañana, me preparaba un bocadillo para chuparse los dedos.
En días señalados, había salchichón o chorizo en rodajas, así como la famosa mortadela en barra que venía en una lata y que había que soplar por los dos agujeros de la base para que saliera al corte, esta mortadela la trajo a Salobreña por vez primera Pepe Hernández.
Cuando ya éramos un poquito más grandes, casi nada vamos, nos la preparábamos nosotros mismos, con las galletas María, mucho más gordas, más crujientes y ricas que ahora, las rellenábamos de lo que podíamos, mantequilla, mermelada, leche condensada y más que galletas Príncipe eran de Reyes.
A propósito de leche condensada, que gula y atracción no despertaba en los niños de antes, que mi madre la ponía en alto, pues no teníamos frigorífico y cada vez que se despistaba, me subía en una silla y me empinaba la lata hasta saciarme. Aun creo que el problema de mis dientes con caries viene desde entonces.
Ahora que tengo el paladar con un sabor de antaño, quiero recordar con sumo gusto cómo rebañaba el plato, cuchara y cacharro donde hacía mi madre la papilla de plátano, galletas, limón y azúcar, qué preparaba para mi hermano Javier, cosa más deliciosa, aun ahora me la sigo tomando.
Tal vez el problema de hoy día sea el exceso que tienen nuestros hijos, pues recuerdo que alguien dijo una vez…”La sociedad está dividida en dos grandes clases: la de los que tienen más comida que apetito y la de los que tienen más apetito que comida”.